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La moda que gusta a Alá

Estambul es la meca de la ropa de diseño islámica, un negocio que mueve 96.000 millones de dólares al año en el mundo. ¿La clave de su éxito? Respetar los preceptos de la religión, adornando la segregación de sexos.

Pañuelo moda árabe

Obscena. Esta palabra oculta muchos significados en Turquía, un lugar que hasta hace poco mantenía una guerra abierta con el turbante y que, desde hace unos años, se ha convertido en la capital de la moda islámica. Para las mujeres que visten a la occidental en este país –de mayoría musulmana, pero laico por constitución–, la visibilidad de la nueva moda religiosa es un ataque a la libertad de expresión. «En los años 80 podía ir con minifalda en Fatih –el barrio más tradicional de Estambul–, ahora sería imposible», asegura Zeynep Oral, una conocida periodista turca. En el otro bando, los sectores más radicales critican los carteles con mujeres veladas y profundamente maquilladas que empapelan algunos barrios de la metrópoli. «Obsceno. La mujer no debe ser presumida y este tipo de ropa nos anima a ser coquetas fuera de casa», opina Merve Çektir, que viste una túnica negra que solo deja al descubierto ojos y nariz.

La industria de la moda islámica florece en Turquía animada por la bonanza económica que vive el país. También gracias a la primavera árabe. Como explica el analista del portal Mediterráneo Sur, Ilya Topper, «las protestas en Siria, por ejemplo, se realizan los viernes tras la oración, porque la mezquita es el único lugar donde los hombres se pueden reunir sin ser dispersados por la policía. Así se islamiza la revolución». Más islam significa más segregación de sexos, más recato para mujeres y, en consecuencia, más moda islámica.

El tesettürlü, o moda velada, mueve al año 96.000 millones de dólares en todo el mundo, según un estudio de la escuela de moda Esmod Dubai, y gran parte de este pastel se lo lleva Turquía. Los diseños más codiciados son los de firmas como Karali, Akel o Tekbir. Su cartera de clientes engloba países de los cinco continentes: de Australia a Jordania, pasando por Azerbaiyán, Francia, Canadá o Estados Unidos.

«Somos un país islámico y entendemos las necesidades de las mujeres piadosas. Y, como vivimos a caballo entre dos continentes, podemos mezclar influencias orientales y occidentales para que la ropa sea más atractiva sin perder funcionalidad», explica Ayla Melek, dependienta de una de las tiendas Armine, muy populares por sus coloridos chaquetones. La ropa de mujer islámica ha evolucionado desde los antiguos hábitos oscuros y holgados a una gran variedad de formas y colores. Pintalabios, sombra de ojos, tacones altos y pantalones de campana están a la orden del día. Eso sí, es imprescindible que la silueta quede desdibujada y las transparencias están prohibidísimas. El pantalón se combina con vestidos largos hasta la mitad del muslo, y las faldas bajan hasta los tobillos.

Según la profesora Özlem Sandikçi, el cambio de imagen llegó a raíz del 11-S. «Mientras los medios mostraban imágenes de barbudos y mujeres veladas como símbolo de la militancia islámica, comenzó a ser necesario para los modistos presentar al mundo una imagen más elegante y moderna», afirma.

Los pañuelos se volvieron más pequeños y los estampados, más comunes. Luego vino la subida al poder de los islamistas moderados en 2002, que contribuyó a dar visibilidad a una burguesía conservadora pero muy avant-garde en prácticas de consumo. La embajadora de la nueva mujer islámica es la primera dama de Turquía, Hayrunnisa Gül. «Lleva hiyab y, aunque le pierde su gusto por los tacones altos, viste firmas turcas, con lo que muestra su apoyo a la industria», dice Murat Sarin, de la casa de alta costura Bala Couture, famosa entre la jet set turca por sus vestidos de novia.

El estilo Hayrunnisa respeta a la perfección los preceptos del islam sobre las mujeres que, según los teólogos fundamentalistas, deben permanecer cubiertas. Si no lo hacen, excitan los deseos de los hombres y los arrastran a cometer irresponsabilidades, aseguran. Pero ¿cómo ser fiel a tales exigencias sin perder comercialidad? «Los publicistas de tessetürlü enfatizan la necesidad moral de cubrirse y el placer de hacerlo. Pero también insisten que una ropa bella le hará sentirse tan bonita y sofisticada como las mujeres sin velo», explica la profesora de marketing Güliz Gen. La llegada de diseños más atrevidos ha ayudado a que el tessetürlü traspase las fronteras religiosas. Muchas mujeres turcas de gustos occidentales comienzan a frecuentar los almacenes de ropa islámica. En vez de cubrirse el pelo, se atan los pañuelos al cuello y combinan los blusones con jeans ajustados o leggins que terminan con tacones de vértigo.

La Semana de la Moda islámica en Estambul es el mayor acontecimiento anual para la industria. En septiembre se celebra su cuarta edición y, según sus organizadores, ya hay 140 firmas inscritas. La más esperada es Tekbir, cuyo diseñador pasó de ser un humilde sastre a una especie de Amancio Ortega turco. El costurero de Alá, como se le conoce, explica que el secreto de su éxito reside en que «respeta la modestia que la religión impone para las mujeres, pero hay que evolucionar en cuanto a diseño y patrones». Taner Balkan, responsable de la convención, no duda en asegurar que «Estambul es el nuevo Milán de la moda islámica».
 

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