Pendientes que son anillos y solitarios convertidos en colgante: Jane Bardot, la firma de joyas en la que nada es lo que parece
El particular universo de la joyera María Blanco, que se gestó durante el confinamiento y vio la luz a finales de año, se traduce en joyas frescas, irónicas y un poco surrealistas fabricadas en Madrid.
«Todas mis piezas quieren ser otra cosa diferente a lo que son». Con esta premisa resume la joyera María Blanco, al frente de la novísima firma Jane Bardot, el espíritu de sus creaciones. La propuesta de esta marca, que se gestó en pleno confinamiento y vio la luz a finales de 2020, llama la atención por su frescura, ironía y capacidad para, como ella dice, convertir un pendiente en un anillo, o para hacer del clásico solitario un colgante. Sus piezas, imaginadas y diseñadas por ella y materializadas como antaño por las expertas manos de los artesanos de un taller madrileño próximo a su casa, son «pequeñas esculturas» que logran sorprender en un momento en el que la cantidad de firmas que brotan en Instagram no lo ponen nada fácil. Quizá sea porque ella confía en el poder de las joyas para contar historias.
«De niñas jugábamos a pegarnos etiquetas de mandarinas en las uñas y a ponernos un envoltorio de aluminio en el dedo para simular que llevábamos un anillo. En mi caso, nunca he dejado de jugar ni de querer reinventar objetos», cuenta la creadora. Esa inquietud fue la que la llevó a formarse primero en Bellas Artes y después en joyería. Inspirada por la capacidad de su madre, modista de profesión, «para convertir un trozo de tela en algo singular», Blanco decidió abandonar el proyecto de diseño gráfico al que había dedicado los últimos diez años para fundar, junto a Diego Rivera, su propia firma joyera. «Sentía que me faltaba algo tan sencillo como la libertad para crear, sin normas, ni briefings. Así que el año pasado decidí dejarlo todo y apostar por mi sueño», recuerda.
Pero entonces llegó la pandemia y complicó las cosas. La crisis sanitaria y el posterior confinamiento truncaron sus planes de irse a vivir a Los Ángeles –»ya tenía el visado, los billetes y hasta había alquilado un apartamento»– y la dejó atrapada en España y sin inspiración para crear. «Diseñar productos es algo que podía hacer a diario, de manera natural, casi sin esfuerzo, pero en ese instante las ideas se autoconfinaron», afirma. Por suerte, ese momento de parón fue pasajero y pudo terminar de dar forma a Jane Bardot, una marca que debe su nombre a la mezcla entre dos iconos de la moda, el cine y la música: Jane Birkin y Brigitte Bardot. «No quise bautizarla con el nombre de una mujer, sino con la suma de dos mitades porque nuestro lema es apostar por la mezcla. Si Jane Bardot fuera una persona real creo que iría por la calle diciendo ‘no way to mix, mix is the way», asegura Blanco.
Y en este particular universo inspirado por artistas tan variopintos como los diseñadores de joyas Gerd Rothmann, Kim Buck y Gesine Hackenberg, los pintores Marcel Duchamp y Salvador Dalí o el diseñador de moda Martín Margiela, todo tiene cabida. El clásico pendiente de perla se vuelve una pieza rabiosamente contemporánea al dejar su tuerca al descubierto y transformarse en pendiente o broche. La famosa pegatina de ‘Oro de Ley’ se convierte en joya por derecho propio tras décadas acompañando a otras. Y el clásico anillo solitario de pedida da un giro –literal y físico– para mostrarse en su totalidad y esplendor ofreciendo, de paso, una reflexión sobre esta pieza. «No se necesita a otra persona para estar comprometido. Te puedes comprometer contigo misma o con una amiga, no solo con tu pareja para toda la vida. Así que, te lo puedes comprar para ti o regalárselo a alguien cercano, no tienes que esperar a que aparezca un príncipe azul», afirma la diseñadora. Y añade: «Este diseño lo hace flotar sobre la mano, ya no está atrapado dentro de un dedo. Siento que ahora es un anillo más libre».
Esa libertad es extensible al resto de creaciones, elaboradas en plata chapada en oro de 18 quilates, y producidas siguiendo técnicas de alta joyería respetuosas con el medioambiente. De hecho, solo utilizan papel ecológico en sus packagings, y sus envases están elaborados con plástico Ecobliss, 100% reciclable. «Mi labor consiste en idear la pieza, dibujar bocetos y crear el primer prototipo. Después pasa por manos especialistas en cada parte del proceso: fundir el metal, pulirlo o engastar las piedras», detalla Blanco. Y de ahí al cuello, las orejas o manos de clientas sin miedo a epatar con unas joyas que no pasan desapercibidas. «Me gustaría estar haciendo esta entrevista en el Chateau Marmont de Los Ángeles y cruzarme con un desconocido que llevara una de mis piezas, sin saber que le estoy observando, alguien que se emocionara y disfrutara tanto como yo cuando descubre algo que le gusta. Sería muy emocionante», confiesa María Blanco. Y termina en forma de deseo: «Tampoco me importaría que esa persona fuera [la modelo parisina e influencer] Gabrielle Caunesil o una mujer empoderada como lo es Kamala Harris. Eso sería muy fuerte, ¿no crees? Incluso, veo mis joyas en algunos hombres. ¿Te imaginas a Dave Gahan [líder de Depeche Mode] con un pin en su americana?».
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