Julia Ebner, infiltrada entre antifeministas: «Forocoches es una web misógina que utiliza tácticas de la ultraderecha»
La investigadora publica ‘La vida secreta de los extremistas’, donde descubre cómo operan los movimientos supremacistas que tanto músculo están ganando en la red (y en las urnas).
Julia Ebner (Viena, 1991) sabe que existen miles de mujeres obsesionadas con su valor en la escala VMS, el acrónimo que define su Valor del Mercado Sexual. El VMS es «una medida del deseo sexual que despiertas en una persona del sexo opuesto». La definición la acuñó la comunidad online Red Pill (Pastilla Roja) y se ha estandarizado de forma asombrosa en Internet. El referente funciona como una apropiación-guiño a Matrix de la extrema derecha por aquello de tomar la píldora adecuada, como Neo, para descubrir la realidad que otros no quieren ver (y que seguro nunca imaginaron –ni desearon– las hermanas Wachowski al rodar la trilogía cinematográfica).
Los hombres de la comunidad Red Pill son los que se definen como «Hombres que van a su aire» (MGTOW, por sus siglas en inglés) en la denominada manosfera o machoesfera. Su reverso femenino son las trad wives o mujeres de la pastilla roja. Mujeres que reniegan del feminismo, esencialistas que viven ancladas en los valores tradicionales, que defienden la sumisión femenina y saben que si controlas tu peso y estás delgada, tu VMS subirá ipso facto. También que si arrastras un número de n alto en tu currículo sexual, tu VMS caerá en picado (el número n, según contó a Ebner una trad wife, es «el número de pollas» que han pasado por tu cuerpo, porque según las trad wives «tener una experiencia sexual puede aumentar el placer físico de tu pareja masculina, pero no tenerla incrementa, en realidad, su satisfacción»). Esas mujeres que controlan su peso o aceptan los bofetones de un hombre si éste lo considera necesario son las mismas que se castigan a sí mismas de forma despiadada recurriendo a aplicaciones como Hot or Not o Photofeeler para que otros hombres puntúen su atractivo y saber qué VMS tienen y ganar puntos en la agónica travesía de cazar a un marido. La búsqueda del amor romántico más retrógrado es lo que las ha radicalizado, inventándose acrónimos todavía más tóxicos: «Lo que realmene necesitas es VMR, es decir Valor en el Mercado de las Relaciones», vio Ebner que defendían en sus foros de sumisión. No hay siglas para expresar tanto odio a una misma.
Ebner sabe todo esto porque trabaja como investigadora y analista que monitoriza a todo tipo de grupos radicales en el Instituto para el Diálogo Estratégico de Londres. Haciendo alarde del ‘Si no puedes con tu enemigo, únete a él’, se ha infiltrado en múltiples grupos –desde yihadistas a neonazis– para realizar informes y rastrear el desarrollo de los extremismos en nuestra sociedad. Lo cuenta en el reciente La vida secreta de los extremistas: cómo me infiltré en los lugares más oscuros de Internet (Temas de Hoy, 2020), con traducción de Noelia González, una práctica guía para entender qué se cuece en ese submundo que, al fin y al cabo, está avanzando y ganando poder en las urnas más allá de sus foros online.
Calculas que unas 30.000 mujeres participan activamente en foros de trad wives. Suelen tener entre 17 y 30 años, pero no existe un perfil socioeconómico o cultural para agruparlas.
Lo que encontré en los foros de las trad wives, la forma acortada de «mujeres tradicionales» (en el inglés original), fue muy distinto a lo que había visto en búsquedas previas sobre foros misóginos. Ellas querían volver a los roles de género tradicionales y estaban en contra de los derechos de las mujeres modernas. Muchas de ellas apoyan la violencia de género. Fue interesante porque, a diferencia de otros movimientos radicales, ellas han desarrollado un odio hacia a sí mismas y no contra otros grupos. Es un tipo de radicalización totalmente distinta a otras que he encontrado en otros canales.
¿Cuál es su atractivo para que se estén haciendo fuertes?
Son capaces de captar a un amplio abanico de mujeres de distintos orígenes sociales y educacionales. Ofrecen la sensación de una comunidad exclusiva, donde las mujeres pueden compartir sus esfuerzos y preocupaciones de una forma muy íntima, aportando soluciones fáciles. Muchas de esas mujeres llegan a esos grupos después de una ruptura, de que un hombre la rechace, normalmente movida por el miedo de no ser amada o fallar en su feminidad. Los consejos y la sensación de que no están solas en esa comunidad puede volverse adictiva.
¿Por qué este pensamiento antifeminista alcanza a esta generación tan activista por la igualdad de género?
Muchas mujeres están luchando con los retos que implica ser una mujer moderna hoy, de los que no se habla lo suficiente o no se tratan como es debido. Desde los bajones que provocan las apps de citas modernas como Tinder y la cultura del polvo sin compromiso, hasta la doble carga de la vida profesional y personal o las dudas sobre qué significa realmente ser una mujer. Para muchas de estas mujeres jóvenes, formar parte de una comunidad como las de las «mujeres de pastilla roja» puede ser una forma de protesta contra el liberalismo de sus padres.
A diferencia de otros grupos, mientras estuviste infiltrada con ellas, tuviste dudas sobre ti misma. Escribes: «Había algo extrañamente reconfortante en culparte a ti misma, en usar un lenguaje para degradarte que conectaba a las miembros; hay cierto consuelo en esta oferta de ser la mejor versión de ti misma dentro de un colectivo».
Estaba en una posición muy vulnerable cuando me uní a su comunidad. En aquella época pasaba por una ruptura durísima y sentía que me había fallado a nivel personal. Me cuestioné a mí misma como mujer y pensé que quizá me había centrado mucho en mi carrera y no en buscar un marido o una relación feliz. Hubo algo definitivamente inesperado que me atrajo hacia ellas. Hablar de mi decepción y escuchar a otras compartir sus historias me produjo una extraña satisfacción, como si alguien finalmente quisiera escucharme. El hecho de que inmediatamente ofrecieran soluciones para convertirme en «una mujer mejorada» fue un alivio. Fue una locura, por primera vez desde que comencé a trabajar en el campo de la prevención de la radicalización sentí que yo mismo podía radicalizarme.
Cuentas que en estos grupos defienden el «apocalipsis del romance» y culpan a apps como Tinder y Bumble.
Las apps de citas modenas no solo han cambiado el amor y las vidas románticas de muchas sino la imagen de cómo nos percibimos a nosotras mismas y a nuestras parejas potenciales. Lo que significa que algunas personas se cuestionan constantemente a sí mismas o a la persona con la que están saliendo. Un sinfín de oportunidades pueden crear la impresión de que siempre puedes hacerlo mejor. Es casi una maldición que hace que sea muy difícil comprometerse con alguien o conformarse con algo serio. Siempre existe el inminente «qué pasaría si…». Los mecanismos ludificados de Tinder de deslizar el dedo hacia la derecha y hacia la izquierda se disparan en nosotras.
Estas mujeres aceptan odiarse a sí mismas, no expresan sus opiniones personales mientras hablan con los hombres y defienden ser sumisas (lo llaman TiH, meterse en cintura por sus siglas en inglés). Parece un mensaje muy anacrónico pero les funciona a la perfección, ¿por qué?
Es algo que también me sorprendió muchísimo y me dejó en shock cuando entré en la comunidad, pero me temo que estas contraculturas con el status quo siempre atraerán a los jóvenes. Otros grupos extremistas, (por ejemplo, los yihadistas o los supremacistas blancos) también ofrecen un regreso radical al pasado, básicamente revirtiendo todo el progreso social y político que hemos conseguido. Una de sus tácticas es primero hacer una lista de todo lo que va mal en el mundo progresista. Entonces, culpan de todas las injusticias e imperfecciones al liberalismo moderno. En un tercer paso, argumentan que la única salida es volver a un mundo desigual que aplica estándares tradicionales, uno donde su ideología define la política y la sociedad.
En el libro hablas de la «doctrina Breitbart», que defiende que es necesario cambiar la cultura si se quiere cambiar la política. Es interesante ver cómo el movimiento antifeminista y los supremacistas han adaptado a su marco ideológico desde películas como El Club de la lucha o Matrix a pensadores como Nietzsche o Heidegger. ¿Qué iconos tienen las trad wives?
Las referencias culturales juegan un papel importante en la mayoría de los movimientos extremistas modernos. Para las trad wives, los iconos a menudo serían las mujeres que se ven en los carteles o en las películas de la década de 1950: amas de casa y madres guapas y multitarea. Algunas trad wives incluso imitan su moda y usan vestidos retro que se asemejan a los de los años 50. También hay algunas autoras icónicas antifeministas que admiran como Helen Andelin, que escribió Fascinating Womanhood, o Laura Doyle, que publicó The Surrendered Wife.
En contraposición a las teorías de antifeministas como Jordan B. Peterson o Carl Benjamin, que insisten en alimentar un sentimiento de victimismo masculino en base a las cifras de suicidios, defiendes la «paradoja del género en el suicidio»: las mujeres en realidad son las que tienen más probabilidades de intentar suicidarse.
Las mujeres se intentan suicidar más que los hombres, aunque la tasa de suicido masculino es más alta. Al final, es cierto que efectivamente se suicidan más hombres que mujeres. Sin embargo, eso no significa que la depresión y la ansiedad severas estén más extendidas entre los hombres. Hay muchos factores que pueden explicar esta “paradoja de género en el suicidio”: a menudo las mujeres que se sienten suicidas son más reacias a dejar atrás a sus seres queridos y se sienten más responsables del dolor que los demás tendrían que pasar cuando se suicidan. De modo que el victimismo masculino del que hablan Peterson y Benjamin proporciona una parte muy selectiva del panorama.
Los nuevos reaccionarios defienden que la subversión progresiva es más efectiva que la confrontación directa. Dices que usan un lenguaje que se aprovecha de las contradicciones internas de las ideologías dominantes para «no traspasar los límites de los que se considera una una retórica socialmente aceptable». Por ejemplo, hablan de «etnopluralismo» o «revolución consevadora» para no pronunciar palabras como segregación, nazismo o supremacismo blanco.
Es un veneno lento que es mucho más efectivo para convencer al mainstream de que debe unirse a su movimiento. Ese es su objetivo. Se han dado cuenta de que socavar la confianza de la población en las instituciones establecidas, desde los partidos políticos y los medios de comunicación tradicionales hasta el mundo académico y las empresas del sector privado, es la clave del éxito a largo plazo. Desafortunadamente, su estrategia ha funcionado en muchos niveles, con ideas y partidos populistas de extrema derecha ganando terreno en muchos países.
Los supremacistas que quieren acercarse a los jóvenes ya no tienen tatuajes con esvásticas ni llevan la cabeza rapada. Ahora lucen Ray Bans, llevan New Balance y beben bebidas energéticas. ¿Tiene Europa un problema con los denominados nipsters –la forma acortada para hablar de los nazis hipsters–?
La cultura joven nazi-hipster, la «cultura nipster», definitivamente está creciendo en toda Europa. Los supremacistas blancos de hoy han aprendido cada vez más a camuflar sus ideologías extremas y distanciarse de los símbolos nazis tradicionales. En su lugar, utilizan elementos de moda que tienen sus raíces en la cultura pop. Se enfocan mucho más en la óptica, tratando de retratar una imagen de sí mismos que sea moderna y atractiva y que pueda atraer a los jóvenes. La extrema derecha estadounidense y la nueva derecha europea han sido muy eficaces en esto.
Estás muy expuesta en las redes sociales. En el libro cuentas cómo te echaron del trabajo por la presión sobre tu jefe de un activista de extrema derecha, Tommy Robinson. ¿Cómo lidias con toda esta presión a cuestas?
A lo largo de los años, he aprendido a lidiar con las campañas de troleo y acoso, pero lamentablemente se han convertido en parte de mi trabajo. Me he enfrentado a oleadas de amenazas de muerte y amenazas sexuales y he coordinado campañas de trolling. Cuando tuve la primera campaña en mi contra, pensé que nunca se detendría, pero ahora sé que siempre son temporales. Es importante tener esto en cuenta durante una tormenta de odio porque generalmente hay luz al final del túnel. Ahora solo me tomo unos días de desintoxicación en las redes sociales cuando vuelve a suceder, así que me desconecto de todos los canales para no dejar que se me acerque demasiado. Obviamente, eso no siempre funciona y a veces todavía me pongo paranoica pero es necesario continuar con nuestro trabajo en lugar de rendirnos porque intimidarnos y silenciarnos sería precisamente lo que los trolls quieren.
Una de las tácticas más comunes al intimidar a una mujer en la red es tratar de silenciar su voz. ¿Cómo podemos contrarrestarlo?
Los trolls pueden estar altamente coordinados o pueden ser orgánicos y auto-reforzantes. Especialmente cuando se han planificado y coordinado en foros de chat cerrados, es útil tener información sobre sus comunicaciones. Por eso, estar encubierta con ellos fue genial para exponer tormentas de odio. Eso me sirvió como un sistema de alerta temprana para posibles objetivos. Pero, lamentablemente, incluso los periodistas de investigación y las fuerzas de seguridad no siempre tienen una visibilidad completa de estos canales. La forma más importante de contrarrestarlos es lograr que la sociedad civil muestre más coraje civil en el espacio digital. Cuando alguien es atacado en el transporte público debido a su género, raza o opiniones políticas, la gente interviene, pero en el espacio digital todavía no vemos la misma cantidad de arrojo civil. Sería un gran comienzo si todos nos tomáramos más en serio nuestra responsabilidad como ciudadanos digitales.
Hablando de España, ¿ha encontrado el Instituto del Diálogo Estratégico grupos activos y poderosos de antifeministas más allá de los bots de Vox?
El foro misógino español ForoCoches cuenta con varios millones de usuarios y es parte de la comunidad en línea misógina internacional más amplia, la llamada ‘manosfera’ o ‘machoesfera’. Se ha hecho conocido por llevar a cabo una táctica que anteriormente estaba asociada con la alt-right estadounidense. Su estrategia, la de atacar a periodistas y activistas feministas mediante el doxing (la filtración de datos personales) de activistas que se oponen a la violencia sexual, la llevaron a cabo cuando cargaron contra la activista y actriz Alicia Murillo y ésta se convirtió en el blanco de llamadas y amenazas después de que su número de teléfono fuera publicado en la plataforma.
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