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Ten un yate y NUNCA estarás solo

Propietarios de mansiones flotantes y famosos coinciden cada verano en el Mediterráneo, en una suerte de simbiosis beneficiosa para ambas especies.

anne hathaway
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El yate es uno de esos utensilios cuya función real difiere bastante de para la que fue fabricado, es decir, para navegar y moverse por el agua. Bueno, eso era lo que hacían los barcos, los yates se crearon para presumir, mostrar al mundo el dinero del que se dispone, hacer amigos, cerrar negocios, establecer contactos, conquistar mujeres y hombres. Y últimamente, se utilizan también para rodar películas porno, lavar dinero negro y, en definitiva, quemarse en la hoguera de las vanidades.

Seguramente fue Aristóteles Onassis quien encarnó a la perfección el personaje de millonario que se valió de un yate para hacer amigos y entrar dentro de la moderna aristocracia, ya que él siempre tuvo complejo de nuevo rico. Christina, como llamó a su barco en honor a su hija, fue durante muchos años el yate más grande del mundo, aunque originariamente era un barco militar destinado a escoltar convoyes marítimos durante de Segunda Guerra Mundial. Tras el conflicto se subastó y Onassis lo compró en 1954 e invirtió cuatro millones de dólares para convertirlo en un palacio flotante. A partir de entonces pasó a ser su bien más preciado, hasta el punto de que su primera esposa decía que el armador quería al barco sobre cualquier otra cosa en la Tierra. La tripulación debía ser muy cuidadosa con todo. Si alguien rompía o estropeaba algo, era despedido inmediatamente.

A Onassis le gustaba invitar a bordo a dos tipos de personas: los que podían aportar algo a sus negocios y los que significaban glamour o, en el caso de las mujeres, belleza. En el yate empezó su romance con María Callas –cuenta la leyenda que ella nunca había tenido orgasmos hasta que conoció a Ari–. Por la cubierta del Christina se paseó la crème de la crème de aquel entonces: Winston Churchill, Eva Perón, Frank Sinatra, John Fitzgerald Kennedy o Marilyn Monroe. La decoración interior era un compendio de lujo y sofisticación mezclado con piezas de dudoso gusto, herencia de su pasado pobre, inculto y sin clase. A las mujeres que visitaban el Christina por primera vez, Aristóteles les gastaba siempre la misma broma. Se les acercaba al oído y les susurraba: “querida estás sentada sobre la polla de una ballena”, refiriéndose a los taburetes de la barra del bar, forrados con la piel del glande del cetáceo.

Por el yate de Onassis pasó la crème de la crème de la época.

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El nivel de los invitados ha bajado bastante desde entonces y ahora lo que abundan en los barcos de los potentados son los actores, modelos, cantantes y futbolistas. Valentino es uno de esos personajes que no sale de casa sin su yate y que, a sus 83 años, sigue paseando por el Mediterráneo en su TM Bleu One, de 46 metros de eslora, a toda la pasarela del mundo de la moda. Este verano pasó por su casa flotante el modelo Jon Kortajarena. Con Olivia Palermo y su marido Johannnes Huebl se le vió por Formentera, y con Nati Abascal, su invitada más fiel, por Capri. Valentino cuida cada detalle del interior de su reino en el mar. Cuenta con dos retratos suyos firmados por Andy Warhol, un Picasso y otras obras de arte y la decoración combina tonos caoba con el marinero contraste del azul y el blanco. Por el yate han pasado Diana de Gales, Elle McPherson, Joan Collins, Mijaíl Barýshnikov, Kyril de Bulgaria, Rosario Nadal, Gwyneth Paltrow, Tom Hanks o Heidi Klum. Según contaba un artículo de El Mundo, titulado Valentino, el anfitrión maniático, el diseñador acusa ya el “síndrome Onassis” y la obsesión por el orden y cuidado de su palacio acuático, va en aumento.

Flavio Briatore pasa los veranos en el agua, en este caso a bordo del Force Blue porque “si Valentino se ganaba la vida vistiendo a las modelos, este magnate italiano se ha pasado la suya desnudándolas”, ya que ha sido novio de Naomi Campbell, Adriana Volpe, Heidi Klum y la modelo y presentadora italiana Elisabetta Gregoraci, de 35 años, su actual esposa, con quien se le ha visto este agosto en Porto Cervo, Cerdeña, en compañía del hijo de ambos. Por el yate han pasado Leonardo DiCaprio, Fernando Alonso y el matrimonio Aznar-Agag, entre otros. Además de fiestas y celebraciones el barco servía también para evadir impuestos y este año se le declaró culpable de un delito de evasión fiscal, que sumaba cinco millones de euros. El tribunal milanés que lo juzgó lo condenó por alquilar el barco que, en realidad no era suyo sino propiedad de la empresa Autumn Sailing Limited, con bandera de las islas Caimán; así como de no pagar el IVA ni los impuestos especiales sobre carburante.

Cristiano Ronaldo se dejó invitar este verano por el dueño de Topshop y en su yate disfrutó de la compañía de amigos.

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Georgio Armani, 80 años, es otro de los que exprime el verano al máximo en su emporio flotante llamado Maìn, de 7.000 millones de euros y con 50 metros de eslora. Por él han pasado Jennifer López, Penélope Cruz o Bar Refaeli. Este año ha acudido a uno de los puntos con más concentración de famosos del planeta, la pequeña isla de Formentera y lo ha hecho fiel a dos de sus consignas: un bañador estilo 'Speedo', que en esta ocasión era blanco y que mostraba el buen estado de conservación del diseñador, y una legión de jóvenes musculados. Por seguir en el mundo de los diseñadores, Roberto Cavalli es otro de los dueños de yate, el Shark, al igual que gran anfitrión con invitados de la talla de Sharon Stone, los Beckahm, Mike Tyson o Paris Hilton; y a Dolce & Gabanna se les ha visto estas vacaciones en Portofino. Su casa acuática, Regina de Italia, cuenta con techos de espejo, pinturas del siglo XVII, tapices, alfombras de piel de cebra y grifos con incrustaciones de rubíes y zafiros.

Pero si el diseño es algo importantísimo para los propietarios de estas mansiones flotantes, las buenas maneras a bordo, lo son mucho más para Sir Elton John, que este verano no ha faltado a su cita con Saint Tropez, junto a su marido David Furnish y sus dos hijos: Zachary y Elijah.  El cantante expulsó de su yate a Paris Hilton en el 2009 porque la encontró en uno de los baños, “excesivamente cariñosa” con su novio de entonces, que era el jugador de beisbol Doud Reinhardt. Los conciertos han impedido a Elton disfrutar a tiempo completo en el mar, pero su marido ha invitado a su entrenador personal, Danny Williams, el mismo al que le ha comprado una casa en el sur de Londres, valorada en 430.000 euros y financiada por Sir John, a pasar unos días en el yate.  

El Mediterráneo en verano es para los paparazzis como el equivalente a la alfombra roja de los Oscars. Tan solo hay que disponer de un buen teleobjetivo y dirigirlo hacia las cubiertas de los barcos más grandes. El futbolista Cristiano Ronaldo posó y hasta bailó en cubierta a lo Michael Jackson para las cámaras, cuando estaba pasando unos días a bordo del barco del multimillonario británico Sir Philip Green, propietario de Topshop. Pero los verdaderos peces gordos no se dejan sorprender por los fotógrafos, no salen en las revistas y velan concienzudamente por su intimidad, como el magnate ruso Roman Abramovich. Su súper yate, Eclipse visitó Escocia este verano. Un complejo flotante que puede albergar a 36 pasajeros a sus anchas, con piscina, sauna, submarino, salón de belleza, pista de baile, dos helicópteros y un sistema láser diseñado para deslumbrar y neutralizar los teleobjetivos de los paparazzi. 

Por el yate de Briatore ha pasado desde el matrimonio Agag-Aznar hasta Fernando Alonso.

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El flamante yate de Valentino por fuera y por dentro.

 

Naughty boys @tommydunn_official @kortajarenajon #tmblue2015

Una foto publicada por Giancarlo Giammetti (@privategg) el

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