Helena Christensen, una supermodelo reciclada
En sus genes se entremezclan sangre danesa y peruana. El resultado es Helena Christensen, a la que Gianni Versace llegó a definir como la mujer con el cuerpo más bello del mundo.
La puerta del piso está abierta. Desde dentro se oye la voz de Helena Christensen, que invita a la recién llegada a pasar. Es una mujer sin cerraduras. Lo volverá a demostrar más tarde, cuando la entrevista haya concluido: la modelo debe marcharse a llevar a su hijo al fútbol, pero nos insta a quedarnos allí explorando lo que queramos. ¿La única condición que impone? Que cerremos la puerta al salir. El salón de su casa es un compendio de todas sus aficiones y pasiones: hay muchas fotos, la mayoría hechas por ella; muebles vintage que impregnan todo de un estilo bohemio y romántico; y montones de libros y revistas apilados en una especie de desorden calculado por el que pide disculpas. En una cómoda tiene varios volúmenes de Federico García Lorca. «Me encanta Lorca», asegura.
A bote pronto uno podría imaginarse que las inquietudes medioambientales y solidarias de Helena Christensen –trabaja para varias ONG, como Oxfam– la habrían retirado a una casa en el campo con animales y huerto ecológico. Pero, con los 44 recién cumplidos el día de Navidad, ella sigue ubicada en el centro del mundo: desde hace 13 años vive en el mismo piso, en el West Village, una de las zonas más animadas de Nueva York. Aunque confiesa que nunca antes había estado en el teatro donde se hicieron las fotos de este reportaje, apenas a unas manzanas de su casa.
Esta mujer, integrante de la generación de supermodelos de los 90 –su apellido se medía en igualdad de condiciones con otros míticos como Schiffer, Evangelista, Crawford o Turlington–, admite que lleva «una vida tranquila». Tanto, que tampoco conoce ni uno solo de los bares más populares de su vecindario, esos por los que la gente mataría por entrar. «Lo cierto es que no salgo mucho. Por la noche me siento más a gusto en casa, cocinando o viendo una película». No vemos televisor alguno por ningún sitio y se lo señalamos. «Está en otra habitación. En realidad no la vemos mucho; solo nos gusta Bob Esponja». Y eso, a pesar de que su hijo Mingus, fruto de su antigua relación con Norman Reedus –uno de los actuales protagonistas de The Walking Dead–, es ya un adolescente de 13 años. Pero, aunque a Christensen ya no le interese el mundo, este sigue preocupándose por ella. Su imagen como uno de los ángeles de los desfiles legendarios de Victoria’s Secret permanece en la retina de muchos de sus admiradores incondicionales. Aunque también se la podría recordar por otros hitos de la moda igual de importantes: fue cofundadora de la revista de tendencias Nylon, en la que ocupó el puesto de directora creativa, y además ha trabajado como fotógrafa para algunas de las publicaciones de moda más influyentes del mundo.
También ha conocido el otro lado. Junto a su amigo Leif Sigersen lanzó su propia línea de ropa, Christensen & Sigersen, y montó una tienda multimarca, Butik, que durante muchos años fue una referencia imprescindible en su barrio de Manhattan. Pero la fotografía es su auténtica pasión. «Cuando empecé como modelo era feliz porque podía seguir siendo fotógrafa; ahora estoy contenta porque puedo seguir siendo modelo mientras hago fotos».
Top y collar de Christian Dior. Las demás joyas son de la propia Helena, de la firma Phoenix Roze.
Eric Guillemain
¿Y qué es ahora Helena Christensen? ¿Modelo? ¿Fotógrafa? ¿Una mujer que da pasos en el mundo del diseño?
Soy la misma persona que antes. Era fotógrafa antes de ser modelo y creo que ahora también es así. Además, colaboro con otra gente en otros proyectos. Cuando se está en este negocio durante tanto tiempo se tiene la posibilidad de experimentar con distintas facetas de la moda. Poco a poco se adquieren más responsabilidades y los clientes te terminan contratando para cosas diferentes. Siendo curiosa se puede probar con todas las voces del negocio. En este sector trabaja mucha gente creativa y con talento, y eso resulta siempre muy inspirador.
¿Es la fotografía lo que más le interesa ahora?
Al principio no sabía que iba a disfrutar de mi carrera como modelo durante tanto tiempo. Ahora trabajo con gente nueva que me inspira de formas diferentes. Creo que soy muy afortunada por estar aún en esto y ser capaz de explorar otras áreas de este mundo.
¿Le gusta que la gente la reconozca como fotógrafa?
Me maravilla que haya personas que vean las cosas que hago porque realmente publico en revistas muy underground que solamente se pueden encontrar en algunos lugares muy puntuales de Europa. Y apenas ponen a la venta unas pocas copias. Yo ni siquiera he visto la mitad de las cosas que he hecho porque no me resulta nada fácil conseguir esas publicaciones.
Camisa, falda y cinturón de Etro. Zapatos de Christian Dior.
Eric Guillemain
Usted formó parte de un grupo de modelos en los 90 cuyos nombres son el epítome del gran momento dorado de la profesión. Ahora, en las portadas de las revistas, hay más cantantes y actrices que modelos.
Sí, hay muchos cruces. Pero también se ve a modelos haciendo música y películas con éxito. Creo que tiene que ver con el hecho de que este es un negocio con muchas posibilidades. El entretenimiento y la creatividad carecen de reglas sobre dónde tiene que estar situado cada uno. Una modelo puede ser actriz y una actriz hacer de modelo; pero es curioso, porque cuando fotografío a unas y a otras yo sí que siento la diferencia. Con una modelo suele ser más fácil, porque una actriz puede ser buena ante una cámara en movimiento pero no necesariamente con una fija. Aunque también hay excepciones. He trabajado con Kate Bosworth y puedo asegurar que podría haber sido modelo si no hubiera elegido interpretar, porque se mueve muy bien.
La profesión ha cambiado mucho desde sus inicios. ¿Cómo la ve ahora?
No es tan diferente como parece. Los grandes nombres siguen trabajando, tienen familias y carreras y aún nos reímos cuando nos acordamos de lo que experimentamos juntas. Las nuevas chicas, por otro lado, son muy profesionales y más ambiciosas de lo que éramos nosotras.
¿Ustedes no buscaban la fama y la gloria?
Nosotras nos lo pasamos muy bien cuando empezamos, hacíamos las cosas de forma más relajada. Cuando trabajo con chicas jóvenes me dan ganas de preguntarles «¿seguro que no tienes 40 años?». Porque parecen estar muy seguras y ser muy profesionales. Son más ambiciosas, quizá porque les han dicho que no pueden contar con permanecer en este negocio demasiado tiempo y han de dar todo lo que tienen mientras estén en él. Eso es algo que me hace considerar, ¡oh! ¡Dios mío!, lo afortunada que soy porque todavía sigo en una carrera que normalmente tiene una trayectoria muy corta.
Vestido de Christian Dior, brazalete de Vionnet y pulsera de eslabones de Louis Vuitton.
Eric Guillemain
Pero es que usted tiene una excelente genética… ¿Cuál es su secreto para mantenerse así?
La cuestión no es realmente parecer joven, sino preguntarse si mi rostro no se habrá visto ya lo suficiente. Aún sigo yendo a sesiones de fotos y continúo encontrando la inspiración cuando me siento diferente. En todo caso, hay que mantener un cierto brillo y una buena salud. Mi secreto es buscar miles de productos distintos y esperar que funcionen de una forma mágica que no hayan previsto los farmacéuticos [ríe]. De momento, doy gracias a mis mejillas porque me hacen parecer sana.
En ocasiones, se ha descrito como una «chica hippie», aunque la colección que ha diseñado para Triumph es muy romántica. ¿Cuál es su verdadero estilo?
Tengo días en los que quiero estar cómoda; hay otros en los que me apetece algo sofisticado, con joyas. Pero, en general, creo que siempre he lucido looks diferentes sin seguir reglas ni modas. Si hubiera que definir mi estilo, habría que decir que es bastante descuidado. No me preocupa mucho qué combina bien y qué no, ni si lo que llevo parece un poco tonto o extraño. Me siento cómoda cuando algo es imperfecto, peculiar.
Americana con cinturón de Burberry Prorsum, falda de Balmain y stilettos de Christian Louboutin.
Eric Guillemain
Eso quiere decir que es usted una neoyorquina 100%.
La gente de aquí no sigue muchas reglas… Yo no veo a tanta gente vestida con las cosas que a veces me pongo. Esta faceta se debe más a que soy danesa y en mi país tenemos una forma relajada y apacible de vestirnos.
¿Se siente aún danesa, a pesar de todo el tiempo que lleva viviendo en Nueva York?
Sí, definitivamente, muy danesa. También sudamericana; peruana por mi madre. Pero me encanta vivir en Nueva York. Creo que a esta ciudad se le pueden ofrecer todas las nacionalidades que tiene uno dentro porque todo el mundo tiene una historia similar aquí. También adoro Dinamarca. Voy en verano y en Navidad, pero no podría vivir allí todo el año porque hay meses muy oscuros.
Trabaja para varias ONG como Oxfam y para iniciativas medioambientales. ¿Cómo percibe la falta de atención hacia el cambio climático?
Me parece alucinante [por primera vez levanta la voz]. ¿Por qué los líderes del mundo no están asustados con esta cuestión? Es una locura que presten atención a los temas equivocados en vez de lo que es realmente urgente. Me siento frustrada y enfadada por no poder hacer más. Me gustaría coger a los políticos por la solapa y decirles lo que pienso.
Americana y pantalón de Gucci. Sujetador de Agent Provocateur y sandalias de Christian Louboutin.
Eric Guillemain
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