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Tatuajes locos: cuando el resultado no importa

Ya son legión los modernos que juegan a la ruleta rusa con los tatuajes, porque no hay nada más ‘trendy’ que ceder una parte de cuerpo-lienzo a un profesional para que haga un tatuaje sorpresa.

rihanna tatuajes

Si para tu madre ya fue todo un tema que te pusieras un piercing, el disgusto está asegurado cuando vea que te apuntas a la nueva moda de mancillar tu cuerpo, pero serás la más cool del lugar. Eso te lo aseguramos, lo que no podemos certificar es que quedes satisfecha con el resultado, y aquí no hay devoluciones que valgan. El libre albedrío impera en el mundo del tatuaje hoy en día, y todas las posibilidades son de resultado incierto: autotatuaje, tatuaje sorpresa, en grupo (match tattoo), ponerse en las temblorosas manos de un inexperto (hand poke tattoo),  o participar en una Tattoo Party en la que nunca falta el alcohol. En definitiva, para estar a la última te tiene que ir el riesgo tanto como a Mike Tyson, que el día que se hizo este tribal facial debía haberse bebido hasta el agua de las plantas.

Si quieres estrenarte por todo lo alto, apúntate a una Tattoo Party como la que hicieron en Vigo el año pasado tres profesionales de los estudios Costa Oeste, Loco Destino y Cabeza Loca (los nombres no engañan), que le dibujaron a la vez y sin plantilla tres rosas a una chica. “Acabamos siendo cinco tatuadores los que intervenimos”, comenta Viktor desde el estudio Cabeza Loca.

Estas fiestas, de las que puedes salir hecha un cromo, “son muy habituales entre tatuadores porque no hay nada más divertido -y peligroso- que mezclar el alcohol con la tinta, y el resultado no siempre es el mejor”, comenta entre risas Ramon Maiden, artista irreverente con muchas inquietudes y poca piel inmaculada que centra su arte en reilustrar y tatuar todo retrato que le caiga en las manos, desde Audrey Hepburn hasta el mismísimo Cristo.  

Los tatuajes son como “trofeos” para el que los luce, pero llega un momento, cuando se está muy tatuado, que da igual ocho que ochenta: “Lo importante no es el resultado sino el proceso, la experiencia y el momento”, comenta Maiden, que entre su repertorio epidérmico se cuentan más de 10 match tattoos, o tatuajes compartidos con amigos como símbolo de amistad o por pura diversión. Uno de esos cromos ‘repes’ que tiene Maiden es el logo de “una pandilla muy peligrosa” que se inventaron entre cinco para hacerse los malotes, pero que nunca patrulló las calles: Black Cobra Death Squat. ¿Economía de escala o revivir el mito ochentero de los hermanos de sangre? Depende de cómo se mire.

El aburrimiento también explica una nueva tendencia de tatuajes freestyle, quizás la más delirante: hacer una apuesta muy loca con alguien, como a ver quien puede tragar más guindillas (hay que estar hastiado de verdad para llegar al momento ‘Jackass’). Si eres el que menos come se te caerán las lágrimas no por el picante sino por el castigo, porque tendrás que tirar un dardo a un panel en el que se juntan los peores tatuajes de la historia. Ni tu enemigo los hubiese elegido mejor, y sí, el dibujo en el que cae el dardo es el que tienes que tatuarte. Así que si te aburres las tardes de domingo, aficiónate al macrame porque corres el riesgo de acabar adornada con algo horroroso como el brazalete de espino de Pamela Anderson o las alas en el trasero de Cher.

También jugando con el factor sorpresa pero tirando un poco más a lo seguro, hay gente que viajan a donde sea para que su artista preferido les tatue. El profesional tiene carta blanca, y la única garantía de éxito para el que paga es el trabajo previo del tatuador. “Le dejé un trozo de pierna-lienzo, a lo valiente freestyle, a Amina Charai, la dueña del Brightside Tattoo de Copenhage”, comenta Maiden. Por cierto, Charai tiene la agenda llena hasta octubre, y puede tener un mal día como todo mortal, aunque el valiente quedó contento con el dibujo: “Me hizo un autoretrato muy cómico”. La versión low cost del tatuaje sorpresa es que te lo haga un inexperto con material rudimentario. La técnica se llama hand poke y en Japón es algo tradicional (tebori), pero en Occidente es el no va más. De nuevo, cuidado con los soporíferos domingos por la tarde porque tu amigo el artista te puede convencer para pintarte un brazo y no precisamente con Rotring.

Por motivos evidentes a estas alturas del artículo, algunos no se quieren poner en manos ajenas, ni profesionales ni inexpertas, pero eso les hace aún más osados. ¿Es una contrariedad? No, porque se atreven a tatuarse ellos mismos. La idea de coger un boli y cambiarle la punta fina por una aguja es una técnica centenaria de presos y marineros, que no tenían acceso a material profesional, pero ahora no se hace por necesidad sino por divertimento. El DIY es lo más barato, personalizado y a menudo arriesgado. “Es muy habitual cuando se empieza”, comenta Viktor, pero los hay que lo adoptan como única forma de arte. “Siempre me he tatuado yo porque no me apetece que otra persona haga en mi cuerpo algo tan permanente como un tatuaje. Creo que si voy a lucir algo para siempre, soy yo quien lo tiene que hacer”, sentencia Sarah Lachance, profesora de inglés en Japón y autora de todas sus ‘calcomanías’ permanentes.

“Para mi, tatuarse es algo muy espontáneo. Me viene a la cabeza un diseño y me lo grabo al instante en la piel, antes de perder el impulso del primer momento. Todos mis tatuajes son bastante sencillos porque me gustan las formas y las simetrías, difíciles de conseguir a mano alzada pero de algún modo siempre me salen bien… o más o menos”.

Maiden también lleva alguno ‘self-made’, como las siglas de Nueva York en un dedo y el código postal de Portland en otro. “Porque yo lo valgo” es toda su explicación. Algunas famosas parece que también se han atrevido a empuñar la pistola cargada de tinta, a juzgar por el tatuaje tobillero de Scarlett Johansson, y casi todos los de Miley Cyrus.

Aunque son milenarios, los tatuajes también se han subido al carro de las nuevas tecnologías. El pionero en aunar esos dos mundos en principio distantes es este chico que se hizo tatuar un código QR. El asunto podría quedarse en una anécdota ‘friki’ a la altura del código de barras si no fuese porque el código QR funciona de verdad, y cada vez que lo escanea con su iPhone, le remite a un contenido al azar, ya sea un GIF de gente bailando, fotos, citas, la previsión del tiempo o Tweets. Al menos él siempre estará distraído y no se le pasará por la cabeza hacerse un tatuaje loco como los anteriores.

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