Greta, Aura y María tienen el corte (muy corto) más estiloso de la temporada

Al parecer de Coco Chanel, «una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida». El caso de María León parece refrendar su opinión. «Coincidió con un cambio personal y que no me sentía identificada con la melena rubia», confiesa la actriz. La necesidad de parecer mayor para su última película, Sin fin (estreno el 20 de febrero), le decidió a dar el paso. «Mi profesión me ha ofrecido la excusa». Lo mismo que a Aura Garrido. «Me lo he rasurado para El silencio de la ciudad blanca (verano 2019)», desvela la madrileña. Greta Fernández también señala un rodaje como responsable, aunque a la inversa: «En La hija de un ladrón (sin fecha de estreno) me tiñeron tanto de rubia que mi cabello quedó muy castigado, y opté por sanearlo».

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Las tres han reajustado su estilo. León tiene mucha ropa guardada anterior a la transformación. «No me pega nada». Fernández, que lo pasó mal al principio porque lo identificaba como muy masculino, jugó igual con las prendas, y ahora lo asume con naturalidad. «Es muy cómodo». Garrido recuerda, de la vez anterior (ha dicho «sí» a la tijera ya en tres ocasiones), dejar de lado sus habituales vaqueros. «Empecé a llevar prendas más femeninas; ahora el shock ha sido menor». Y lanza un mensaje: «Todas las mujeres deberían hacerlo, la primera vez experimentas muchas cosas». El cambio de León esconde otra motivación: ayudar a orientar su trayectoria. «Creo que favorece otro tipo de papeles». Greta, por su lado, teme que le limite. «Puede acortar los proyectos». Pero confía en las pelucas y extensiones para solucionarlo.

CARRERAS DE FONDO
Las tres actrices tuvieron claro que querían dedicarse a un trabajo creativo. «Me gusta mucho bailar y la música, pero no sabía qué estudiar», dice María. «Se lo debo a Paco [su hermano]: me parecía muy osado seguir sus pasos, pero me animó a probarlo. Recuerdo la escuela de teatro como la época más feliz de mi vida». Aura, sin embargo, lo intuyó desde pequeña, aunque tanteó el piano y la danza. «Soy muy tímida y actuar me permite hacer cosas que en la vida real no me atrevería». Hija de Eduard Fernández, Greta hizo sus pinitos de niña, pero no fue hasta hace un año cuando se dio cuenta de que le gusta de verdad. Este idilio tardío se debe a las dos películas que protagoniza este 2019: La hija de un ladrón y Elisa y Marcela. «Por fin he dispuesto de tiempo para ver qué podía aportar a los personajes». En la primera, comparte duelo interpretativo con su padre, una experiencia que les asustaba.

«Temíamos que nos removiese por dentro, que cambiase nuestra relación; al final ha resultado muy positivo». La segunda, con Isabel Coixet al frente y Netflix detrás, cuenta la historia de las primeras dos españolas que se casaron: en 1901 y por la iglesia. Con ganas de comerse el mundo a sus 24 años, espera que esta plataforma le abra más puertas fuera. «El cine francés y el inglés tienen un lenguaje que me atrae». Parte de la generación Z, y durante un tiempo más conocida por su perfil en Instagram («hay que tener cuidado para que no se convierta en tu trabajo, a menos que lo desees, y yo no quería: soy actriz»), supone que tendrá que prepararse para recibir comentarios negativos tras saltar al primer plano: «Pero esperemos que no muchos».

Sobre los ataques opina María con conocimiento de causa: cada publicación en sus redes se somete al escrutinio internauta. «Ahora nos hacemos grandes con los dolores de los demás, nos dejamos llevar por donde a otros les interesa conducirnos». Lo atribuye a un momento de confusión, también en su ámbito. «Recuerdo mi primera película, La voz dormida, como una gran producción cinematográfica, y ahora muchos largos parecen un rodaje televisivo. Nos estamos descubriendo». Y reclama más apoyo para la cultura. «Somos un motor que impulsa el crecimiento del país y genera conciencias propias que nos quita la política. Necesitamos crear un espacio abierto para el diálogo». Ella lo ha encontrado en Sin fin, en la que comparte cartel con Javier Rey. «He sentido mi profesión: nos hemos unido cuatro personas [ellos y sus dos directores] con ganas de contar una historia y la hemos sacado adelante con pocos medios».

«Estoy aprendiendo a confiar más en mis instintos y dejar de lado las opiniones de los demás», asegura Aura. La actriz, que cumple una década en pantalla (se estrenó en dos capítulos de la serie Física o Química) y se adentra este año en la treintena, también es consciente del tiempo en el que vive, y se toma su éxito con perspectiva. «Este oficio es muy inestable y complejo, hoy te alaban y mañana, no». En su discurso se adivina un desarrollo profesional y personal paralelo, que le ha llevado a donde está hoy. «En los 20 te formas como persona, y esta profesión tiene mucho que ver con la investigación sobre el ser humano». En pleno aniversario, celebra que ha alcanzado uno de sus sueños: trabajar con Maribel Verdú, en Los asesinatos de Goya (para la que, puntualiza, tuvo que cortarse el pelo aún más). «Los primeros días no sabía cómo gestionarlo, era un flan. Yo estaba enganchada a la serie Canguros, he crecido con ella».

Les preguntamos a las tres qué deseos tienen para el futuro, y se asemejan bastante. «Que me salgan proyectos bonitos con directores que tengan algo que contar y me traten bien; que se vean, gusten, y me den más trabajo», pide Greta. Aura anhela que le ofrezcan una comedia. «La obra con la que giro ahora, El tratamiento, se acerca al género, pero me gustaría hacerlo en audiovisual. Para mí, los mejores actores saben hacer reír». Y, por supuesto, seguir trabajando en su pasión. «Me esfuerzo por no darlo por sentado y que me siga sorprendiendo». María quiere imaginarse como «una viejecita con un escenario al que subirse, como Concha Velasco. Me encantaría investigar cada esquina de mi cuerpo y darme la vuelta como un calcetín para poder seguir comunicándome desde otras perspectivas». Espera, con todas sus fuerzas, seguir amando su profesión. «Si no, voy a tener que rasurarme muchas veces», bromea.