En busca del rostro de Instagram: inquietud por el aumento de menores que demandan retoques estéticos
Inglaterra ha prohibido los tratamientos con bótox y ácido hialurónico en los menores de 18 años, en respuesta al aumento de intervenciones registradas el último año. Muchos de estos procedimientos están influenciados principalmente por las redes sociales.
Tradicionalmente, los retoques estéticos solían realizarse en personas de avanzada edad que buscaban paliar los signos del envejecimiento. Sin embargo, el perfil del consumidor de medicina estética ha variado mucho en los últimos años. Los tratamientos con toxina botulínica –más conocida como bótox– y ácido hialurónico se han vuelto cada vez más populares entre los más jóvenes y, en parte, se debe a las redes sociales. Muchas personas acuden a la medicina estética a edades muy tempranas influidas por la difusión que tienen estos tratamientos en plataformas como Instagram, solicitando en las clínicas aquello que ven a través de la pantalla.
Desde el pasado 1 de octubre, Inglaterra ha prohibido los tratamientos estéticos con bótox y rellenos dérmicos inyectables en menores de 18 años debido al aumento en la demanda de estos procedimientos entre los más jóvenes. La entonces secretaria de Estado de Salud Mental del país Nadine Dorries explicó que las autoridades habían detectado un notable aumento de estos tratamientos entre los menores y aseguró que acudían a las clínicas en busca de lo que denominó un «rostro de Instagram», haciendo referencia a los cánones de belleza populares en las redes sociales. «Ningún niño necesita procedimientos cosméticos a menos que sea por razones médicas. Todavía no han completado su desarrollo físico y mental», señaló Dorries en una entrevista para el periódico británico The Sun. El Gobierno del país estima que se realizaron alrededor de 41.000 tratamientos con bótox en menores de edad durante el año pasado, frente a los cerca de 29.000 de 2017.
Según un estudio de la SEME (Sociedad Española de Medicina Estética), un 35,9% de la población española –en su mayoría mujeres– se somete a tratamientos de medicina estética, lo que supone un aumento del 5,4% desde 2016. En el estudio, resalta la entrada de un target mucho más joven que se somete a tratamientos estéticos para mejorar su autoestima y utiliza, principalmente, internet y las redes sociales para informarse. Esto, apuntan desde la SEME, se debe a la difusión de la medicina estética en plataformas como Instagram y la influencia que tienen estas sobre los jóvenes.
Las intervenciones de medicina estética están desaconsejadas en los menores por las propias compañías que comercializan el bótox y el ácido hialurónico. La doctora Petra María Vega, presidenta de la SEME, explica que en la ficha técnica de estos compuestos se indica que no se deben suministrar a los menores de 18 años, restricción de obligado cumplimiento excepto en los casos en que un profesional certifique que existe una necesidad médica en el menor. Cabe recordar que estas sustancias también tienen funciones alejadas de fines estéticos. El bótox, por ejemplo, se emplea para tratar la distonía –un trastorno del movimiento que causa contracciones musculares involuntarias–, la hiperhidrosis –sudoración en exceso– o la migraña, entre otras dolencias. En España, las clínicas de medicina estética están obligadas a cumplir las indicaciones de las fichas técnicas de estos compuestos. Sin embargo, hay países, como hasta ahora Inglaterra, en los que son más laxos con estas restricciones.
Recientemente, un análisis interno de Facebook reconoció que Instagram puede afectar a la autoestima de los usuarios, revelando que influye en la percepción de la imagen de las personas, sobre todo, de las mujeres más jóvenes. El estudio recoge que más del 30% de las adolescentes entrevistadas dijeron que, cuando se sentían mal con su cuerpo, Instagram les hacía sentir peor. Este impacto parece influir en que cada vez es menor la edad de las pacientes que acuden a la medicina estética para mejorar su autoestima. Además, el uso constante de filtros puede derivar en una distorsión de la imagen personal que lleva a muchos usuarios a compararse y querer tener el aspecto de su versión virtual.
Vega advierte de que a través de las redes sociales no se muestran los posibles efectos adversos y la repercusión que puede tener abusar de estos tratamientos desde edades tempranas. «Parece que es lo mismo que comprarse un vestido, pero estamos hablando de medicina y de interactuar con el organismo», señala. En estos casos, añade, «la labor del profesional debe ser ética. Se debe informar y educar al paciente». La doctora apunta que Inglaterra, con esta nueva ley, ha dado un «toque de atención» ante un problema que está presente desde hace años y resalta la necesidad de que se regule la publicidad sanitaria para proteger a los más jóvenes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.