Así hay que echarse la protección para no quemarse
Protegerse del sol no es suficiente si se hace de forma incorrecta. Repasamos los errores más frecuentes al aplicar el protector y cómo solucionarlos.
Sí, en España nos protegemos del sol. De hecho, en estos últimos años nos hemos erigido como país pionero en la concienciación y prevención solar: según la AEDV, el 86% de los españoles se protegen frente a exposiciones intensas al sol.
Pero hecha la ley, hecha la trampa. No lo hacemos correctamente. Othman Bennis, director de La Roche-Posay España, afirma que “aún tenemos mucho por recorrer, especialmente en la protección diaria, ya que 7 de cada 10 mujeres no se protegen correctamente del sol”. Tres son los fallos que cometemos: no aplicar la cantidad adecuada de producto, no reaplicarlo y/o no elegir el fotoprotector adecuado. Porque, como asegura Bennis, “no todos son iguales”.
Empezando por el SPF, el factor de protección solar, por sus siglas en inglés. Tres letras –y un número– que indican el tiempo que el cosmético protege la piel contra los rayos ultravioletas, y cuyo 'poder' se puede medir, según indican los expertos de la Escuela de medicina y salud pública de la Universidad de Wisconsin, multiplicándolo por el tiempo, en minutos, que uno tarda en quemarse. Un ejemplo: si la piel se enrojece después de cinco minutos al sol sin ningún tipo de protección, un SPF 30 mantendría la dermis a salvo durante 150 minutos (el resultado de multiplicar el SPF por los minutos que tardamos en quemarnos: 30×5=150). Aún así, los expertos recomiendan reaplicar la crema cada dos horas como máximo, ya que hay otros factores, como el sudor o el roce con la toalla, que pueden disminuir su acción protectora
En cuanto la cantidad, la regla es sencilla: más es más. “Si la cantidad de producto no es suficiente, su acción fotoprotectora teórica –indicada por el factor de protección SPF– será sensiblemente menor”, explica la doctora Mª Dolores Sánchez-Aguilar, presidenta de la Sección Gallega de la AEDV. “La cantidad a aplicar es, teóricamente de dos miligramos por centímetro cuadrado”. Lo que, haciendo el cálculo, sale a una avellana para la cara y el escote (por separado), y una nuez para cada brazo y cada pierna, la espalda y el abdomen.
El modo de uso también influye. Hay que repartir el producto de forma uniforme sobre la piel limpia y seca y, al menos, media hora antes de exponerse a los rayos del sol. Lo cual incluye, además de tirarse como un lagarto sobre la toalla al borde de la piscina, “cuando, por ejemplo, se da un paseo o se está en una terraza”, comenta la doctora Natalia Ribé, especialista en medicina estética y directora del Institut Dra. Natalia Ribé. “Además, conviene reaplicarlo cada dos horas y después de cada baño”, puntúa.
Y para elegir la fórmula, las opciones se multiplican: versiones en aceite, crema, leche o espuma; fórmulas untuosas o sprays ligeros; versiones con color o salpicadas con pequeñas partículas doradas… ¿Una buena idea? Elegir según nuestro destino.
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