¿Quién es Ariana DeBose? El difícil camino de los actores emergentes cuando no hay alfombras rojas
La intérprete de West Side Story celebró su Globo de Oro con una escueta publicación en su cuenta de Instagram. También Rachel Zegler, encumbrada como mejor actriz a sus 20 años. Kodi Smit-McPhee, mejor actor de reparto, ni siquiera lo mencionó. La dificultad para hacerse un nombre en el Olimpo del cine se multiplica esta temporada de premios.
Debería haber sido una de las grandes estrellas de los últimos meses. Una de esas apariciones emergentes y fulgurantes que solo Hollywood sabe fabricar, el nuevo cachorro de un star-system necesitado cada año de estimulantes caras nuevas para seguir vendiendo el sueño de que, quizá, quién sabe, el próximo año ese recién llegado seas tú. Decenas de portadas de revistas, mesas redondas, alfombras rojas, festivales a lo largo y ancho del globo, sofás de late night, escenarios en los que desatar una calculada emoción genuina… La agenda a la que debe enfrentarse cualquier aspirante para que su nombre se grabe en la mente del espectador es agotadora, pero funciona. Una de las afortunadas de este año es Ariana DeBose, revelación del curso cinematográfico con su actualización del personaje de Anita en el West Side Story de Spielberg y que parece acariciar el Oscar a la mejor actriz de reparto. Sin embargo, a pesar de la treintena de nominaciones y decena de premios que confirman su estatus de aparición meteórica, los efectos que los rigores pandémicos en la meca del cine han provocado que DeBose, y la nueva camada de jóvenes intérpretes que lidera, vea pasar de largo su oportunidad para ascender al Olimpo hollywoodiense.
“Todavía queda mucho por hacer, pero cuando has trabajado tan duro en un proyecto, dejándote la sangre, el sudor, las lágrimas y el amor, ver que obtiene reconocimiento siempre es especial. Gracias”. Así, como si de un escueto y sobrio comunicado corporativo se tratara, agradeció DeBose el primer gran galardón de su carrera, el Globo de Oro recibido el pasado 9 de enero. Privada de la opción de brillar con un emotivo discurso en una retransmisión televisiva seguida por millones de personas y recibir el aplauso de un patio de butacas repleto de grandes figuras, la actriz afrolatina de 30 años se vio obligada a sintetizar su hazaña en una publicación de su cuenta de Instagram. DeBose, al igual que otros jóvenes premiados en esta edición como Rachel Zegler (West Side Story), MJ Rodriguez (Pose) o Kodi Smit-McPhee (El poder del perro), se vieron perjudicados por el boicot a unos galardones acusados de corrupción y señalados por la falta de diversidad entre sus votantes. De ahí que DeBose ni siquiera pudiera hipertrofiar su emoción en público por recibir un reconocimiento que solía cambiar carreras. Y la alternativa para reemplazar este altavoz mediático, los Critics Choice Awards, que debían haberse celebrado el mismo día y a la misma hora, se vieron obligados a aplazar la gala por el avance de la variante ómicron en Estados Unidos.
“Los jóvenes actores lo están teniendo más difícil este año”, corrobora Irene Crespo, periodista cinematográfica que durante años ha cubierto la agotadora temporada –desde septiembre a marzo– de promoción hollywoodiense, alfombra tras alfombra y fiesta tras fiesta. Crespo recuerda el caso de intérpretes como Timothée Chalamet o Lupita Nyong’o como ejemplos de hasta qué punto la omnipresencia mediática en esta época puede hacer que tu nombre crezca como la espuma hasta aterrizar con la anhelada estatuilla. “En un mundo normal Ariana DeBose y Rachel Zegler llevarían varios meses, o más de un año, siendo estrellas. Entrevisté a Zegler en noviembre y la pobre, con el retraso del estreno de West Side Story un año por la pandemia, pensaba que ya no conseguiría ningún papel más. Ya no es solo hacia el público, es que en la industria dicen, ‘muy bien, has trabajado con Spielberg, pero nadie te ha visto’. No confían”, precisa Crespo.
La actriz hispanocubana Ana de Armas supo sobreponerse a la postergación del que debería haber sido su gran año profesional, con el retraso en 2020 de los estrenos de películas como 007: Sin tiempo para morir, Blondie (biopic de Marilyn Monroe) o el drama Deep Water. Lo consiguió apoyándose en su relación con Ben Affleck y en su generosa voluntad para animarnos la reclusión haciendo de cada paseo con sus perros una improvisada alfombra roja, siendo una de las pocas celebrities que se dejaban ver ante los paparazis. “De Armas demostró ser la estrella del momento, alguien que brilla incluso a pesar de la carencia de todos los elementos que conforman una estrella”, sostuvo Nate Jones en Vulture.
Otras, como Daisy Edgar-Jones, protagonista de la serie Gente Normal, contó a esta revista que había realizado “más de cien entrevistas de promoción” de la ficción basada en la novela de Sally Rooney a través de Zoom. Solo una webcam podía ayudarla a tratar de rentabilizar el eco de su trabajo en tiempos de parón industrial: “Hubo un momento en el que ya no tenía más tops elegantes que ponerme y tuve que empezar a rescatar algunos antiguos que tenía en el armario”. Por su parte, la ganadora del Oscar Regina King, que en 2020 tuvo que celebrar desde el salón de su casa el Emmy a mejor actriz por la serie Watchmen y el hito de ser la primera directora negra en ser seleccionada por el festival de Venecia en sus casi nueve décadas de historia por Una noche en Miami, tildaba de “agridulce” su éxito en un contexto tan convulso “y duro para todos”.
La cancelación o aplazamiento de las diferentes galas de premios durante los últimos dos años está suponiendo un obstáculo más en el ya de por sí mermado mercado cinematográfico, despojado del impulso promocional que supone cualquier galardón para las películas en cartelera. “Estamos viendo cómo se deteriora la mejor forma de publicidad del negocio cinematográfico en el año en el que las películas lo necesitan más desesperadamente”, escribe Nicole Sperling en la newsletter del New York Times. En el caso de West Side Story, una de las vencedoras de estos Globos de Oro con hasta tres galardones, su paso por la taquilla internacional ha resultado un fracaso estrepitoso, recaudando poco más de la mitad de su presupuesto (unos 50 millones de euros). Otras de las favoritas de la temporada y con grandes figuras en sus elencos, como El método Williams (Will Smith) o Spencer (Kristen Stewart), también han sucumbido a unas salas incapaces de recuperar a los espectadores que llenaban sus butacas antes de la pandemia con la excepción de los superhéroes.
A la espera de saber si otros premios históricos como los Bafta (otorgados por la academia británica) o los SAG Awards (del sindicato de actores) revitalizan una temporada que cada vez se asemeja más a la del pasado año por lo aciago y errático de su desarrollo, los premios Oscar todavía no se han pronunciado sobre si la fecha de celebración inicial de la gala, este próximo 27 de marzo, sigue vigente. En la decisión final pesará seguro el batacazo de audiencia de la pasada edición, celebrada con pocos invitados y de forma semitelemática, que registró una caída del 58% de sus espectadores respecto al de 2020.
Para evitar que los galardonados este año vuelvan a experimentar el olvido mediático de los oscarizados Daniel Kaluuya (Judas y el mesías negro) o Youn Yuh-jung (Minari) el pasado mes de abril, Irene Crespo sugiere a los aspirantes que busquen altavoces fuera del recorrido tradicional. “Deberían hacer mucho trabajo en redes sociales y en prensa para seguir sumando seguidores y que su nombre crezca. Cuantos más tengan, más valen en la industria y más rentables son para que en Hollywood se ‘arriesguen’ a darles un nuevo papel importante”, concluye, poniendo como ejemplo el reciente casting de Rachel Zegler como la nueva Blancanieves que prepara Disney.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.