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Alta joyería: bono refugio de la moda

La Semana de Alta Costura de París es ya la Semana de la Alta Joyería. Las firmas de moda aumentan las ventas con el segmento más lucrativo del lujo.

Joyas

La alta costura vive un nuevo renacer. Si en la anterior semana de la moda las maisons francesas confirmaban que la recesión había reforzado el segmento más exclusivo y caro de la moda, en la última edición (celebrada a principios de junio) firmas de prêt-à-porter como Louis Vuitton están explorando las posibilidades de crecimiento del arte más sublime, lucrativo e inalcanzable: la joyería. A Chanel y Dior se han unido recientemente Gucci, Hermès, Bottega Veneta, Louis Vuitton y, este año, Versace. «Como la alta costura, la alta joyería estaría encantada de dar la bienvenida a estos nuevos participantes, pero no es tan fácil. Esta profesión requiere un savoir-faire, diseñadores especiales, un taller y artesanos con experiencia, además de una sólida financiación porque las piedras son muy caras», explica a S Moda Thierry Fritsch, presidente de una de las casas de joyería más emblemáticas de Place Vendôme: Chaumet.

A nadie le extraña tanto interés. Según un informe de la consultora Bernstein Research, «el mercado de la joyería mueve 185.000 millones de dólares (casi 150.000 millones de euros, de acuerdo al tipo de cambio actual); de los que solo el 12% corresponde a grandes marcas, una cifra que en el segmento de relojería representa el 50%; o en cosmética, el 80%». De hecho, solo el 5% está en manos de los principales joyeros: Cartier, Tiffany & Co… «La joyería es lo que en Francia llamamos un bono refugio. En otras palabras, un valor seguro. El precio del oro se ha multiplicado por cuatro en los últimos 10 años; y el precio de las gemas está por las nubes», asegura Fritsch. Los precios de venta al público también impresionan: 800.000 euros por un pequeño bolso cubierto con 13.900 diamantes de Louis Vuitton.

Reactivación del mercado. Desde el inicio de la crisis en 2009, el sector del lujo ha protagonizado una recuperación fulgurante. «China es nuestro tercer o cuarto mercado; pero los clientes de nacionalidad china representan ya el número uno, porque compran en sus viajes a Europa y EE UU», contó a The Wall Street Journal Bernard Fornas, presidente y director ejecutivo de Cartier. Según Le Monde, en 2001 en Francia el turista tipo de Arabia Saudí se gastó 6.100 euros al día en joyería. Incluso las ventas online han crecido: ComScore señala que el comercio de joyas en la red ha alcanzado los 44.300 millones de dólares (más de 35.000 millones de euros) durante el primer cuarto del año, una cifra que supone un aumento del 17% respecto a 2011.

La historia se repite. En 1932, tras el crac bursátil de 1929, Chanel presentó su primera y única colección de alta joyería. Un cambio en la dirección creativa que respondía a una petición del Gremio Internacional de Comerciantes de Diamantes, que –castigado por la crisis– buscaba un diseñador para dar un empujón a las ventas. Sin embargo, aquel gesto de apoyo movilizó a los joyeros más tradicionales –como Boucheron, Chaumet, Cartier, Van Cleef, Mauboussin y Mellerio– que se reunieron en la Cámara Sindical de Alta Joyería para imponer sanciones a Chanel y exigir que desmontara las piezas. Así se hizo. De aquella línea solo se conservan dos: un anillo y un broche. «Empecé diseñando bisutería porque era una alternativa fresca y sencilla en una época en la que el lujo tendía a la ostentación», dijo Chanel. Una postura que perdió sentido durante la recesión, cuando el deseo de autenticidad se convirtió, como sucede hoy, en un valor añadido.

«Los nuevos clientes son de países emergentes. Mujeres más jóvenes, interesadas en moda y arte», cuenta Fritsch. Es fácil verlas en la primera fila de los desfiles, cubiertas con espectaculares joyas. Las mismas que veremos en la próxima Biennale des Antiquaires de París.

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