Besarse el escudo
¿Quién utiliza la bandera española para dividir: el nacionalista español que la saca para intentar crispar a un nacionalista catalán, o el nacionalista catalán que la recibe aturdido?
El secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, hizo entrega el sábado, en medio de un debate en La Sexta, de una bandera de España al diputado independentista Gabriel Rufián. El gesto de García Egea tuvo algo de ceremonia, como si estuviese en una entrega de despachos en la Escuela Naval de Marín. La bandera estaba muy bien doblada, aparentemente limpia, quizá nueva; es probable que antes de salir al plató la hubiese planchado en su camerino. El político del PP se levantó de la silla con ella, dio unos veloces pasos hacia Rufián y se le entregó, más bien le hizo acto de entrega. Luego se quedó mirándolo un rato, como si hubiese echado un cubo de agua a un gremlin. La gente rompió a aplaudir. A mí en esta campaña me han encargado escribir de los políticos, pero cuando acabe habrá que escribir también de la gente.
"Hay algo que nos une a todos y ni tú ni algunos como tú pueden cambiarlo", dijo sobre la bandera. Es una gran frase. Hubiera quedado mejor: "Esto nos une, chusma", pero en la televisión apenas da tiempo a pensar. El concepto que la derecha tiene de la patria es parecido al que la izquierda tiene de la unidad: "Unidas Podemos Izquierda Unida Juntos Unidos En Serio Lo Prometo Yo También". Una contradicción poética. En la escena de García Egea, ¿quién utiliza la bandera española para dividir: el nacionalista español que la saca sin venir a cuento para intentar crispar a un nacionalista catalán, o el nacionalista catalán que la recibe aturdido?
Precisamente el valor de la bandera española, como dijo García Egea antes de regalar una, es ser el símbolo de una democracia constitucional que permite la libertad de expresión. También permite no respetarla, no sentirse representado por ella o no tener ninguna emoción cuando ondea en un mástil o la saca en procesión Teodoro García Egea, tan dobladita que aún menos mal que Gabriel Rufián no la confundió con un pañuelo y tenemos que adelantar las elecciones. La España de este Partido Popular, y del anterior, ha sido siempre una España con unas condiciones de uso muy estrictas y un manual de instrucciones dictado de tal manera que quien no se atenga a él es objeto de terribles sanciones. A los españoles que no sentimos nada, nos expulsan de la patria; a los independentistas, ni de coña.
Conviene recordar, entonces, aquellas palabras de Fernando Savater que pronunció en 2005 ("la idea de España me la sopla. Es para fanáticos y semicuras") para recalcar que su interés era el Estado de derecho y escribir, después de que sus palabras fuesen manipuladas por los centinelas de la patria, los que dispensan cariños en función de los fervores y no de los servicios, un artículo en El Correo en el que declaraba su defensa de España como Estado, y alertaba de que nadie puede mandar en "sentimientos y adhesiones colectivas".
El PP de Casado, ese torbellino de emociones tal que Pasión de gavilanes, haría bien en enfrentar ideas y argumentos a sus adversarios políticos y no echarles encima banderas, el gesto superfluo del show de quienes creen que regalando algo se hacen propietarios de ello.
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