Moreno Bonilla, un adicto a la carambola política
El futuro presidente de Andalucía esperaba el relevo en el PP, pero con casi la mitad de escaños que obtuvo Arenas, será presidente
Juan Manuel Moreno Bonilla, el político que más ha contribuido a reafirmar el liderazgo de Pablo Casado en el PP, se volcó hace apenas seis meses para que lo presidiera otro, Soraya Sáenz de Santamaría. Era el responsable autonómico en la posición más débil después de las primarias y la nueva cúpula nacional tenía previsto reemplazarlo temiendo unos malos resultados tras las elecciones andaluzas, pero ahora será el barón más poderoso de la formación. El gallego Alberto Núñez Feijóo conserva la influencia que le da ser la única mayoría absoluta del PP, pero Moreno gobernará en la comunidad más grande de España, un histórico bastión socialista. Es, como Pedro Sánchez, un ejemplo de esas carambolas políticas que a veces sacuden a los partidos y hacen que se imponga lo imprevisto.
Moreno Bonilla no encajaba en los perfiles duros que Casado quiere para el PP. El líder popular ha dedicado los últimos meses a adaptar la estructura del partido y a buscar candidatos electorales y responsables internos hechos a su imagen y semejanza. Así, acaba de nombrar para los comicios autonómicos y municipales de Madrid a dos personas —Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida— de su generación y de los que el partido destaca que “como el propio Casado, se atreven a defender sin complejos los valores del PP”. Un eslogan con el que no presentarían a Moreno.
De hecho, el pasado octubre, una de las personas de mayor confianza de Casado decía del que será el próximo presidente andaluz: “Nunca se ha creído que podemos ganar y eso se transmite. Y no entendemos por qué le cuesta tanto hablar de los ERE [el escándalo de corrupción que afecta al PSOE]”. Tiene un perfil más moderado que su jefe. Casado está a la derecha de Rajoy, y Moreno, a la izquierda de Casado.
El futuro presidente de la Junta de Andalucía nació en Barcelona hace 48 años. Sus padres, emigrantes malagueños, regresaron a su tierra para montar un comercio cuando él era aún muy pequeño. Sus abuelos eran jornaleros del Valle de Guadalhorce, en Málaga. Se afilió al PP a los 19; a los 25 era concejal del Ayuntamiento de Málaga con Celia Villalobos de alcaldesa; a los 27, presidente de Nuevas Generaciones. Empezó las carreras de magisterio y psicología, pero no terminó ninguna.
Entre 1997 y 2000 fue diputado autonómico y entre 2000 y 2011 ocupó un escaño en el Congreso. En su primera legislatura en Madrid fue, curiosamente, diputado por Cantabria; no tuvo hueco por Málaga. En 2011 aterrizó en el Ministerio de Sanidad de Ana Mato como secretario de Estado de Asuntos Sociales e Igualdad. Años después, Vox pediría para hacerle presidente andaluz derogar leyes de igualdad y violencia de género.
En 2014 Rajoy le nombró presidente del PP andaluz y sucesor de Javier Arenas, que había ganado las elecciones de 2012 con 50 escaños —los populares tienen ahora casi la mitad, 26—, pero no pudo gobernar. Moreno era la opción de Soraya Sáenz de Santamaría y se impuso entonces al candidato que quería colocar la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal. Los comienzos fueron difíciles y nunca llegó a controlar totalmente la estructura del PP andaluz. En mayo de 2014, cuando Rajoy llegó a Sevilla para un mitin con el nuevo líder en Andalucía, se encontró el palacio de congresos semivacío, en una estampa que delataba rencillas internas. Moreno tenía una relación distante con Juan Ignacio Zoido. El exalcalde de Sevilla era afín a Cospedal que, en otra de esas carambolas políticas, terminó dando la presidencia del PP a Casado tras perder la primera vuelta de las primarias y cederle sus apoyos para derrotar a Santamaría.
Un año después del regreso de Moreno a Andalucía, el partido perdió medio millón de votos. “Cuando aterrizó no conocía bien al PSOE y le convocaron elecciones [Susana Díaz adelantó los comicios en 2015]”, justifica un colaborador de entonces. Hizo kilómetros para remontar su baja popularidad. Y según su entorno fue ganando en seguridad.
La pasada campaña se evidenció la desconfianza de la dirección nacional. Casado desembarcó en Andalucía, donde pasó 13 de los 15 días previos a las elecciones, con jornadas maratonianas de hasta ocho actos consecutivos. El presidente del partido eclipsaba al candidato y provocaba que los mensajes de campaña fueran casi siempre en clave nacional, con los nombres de Quim Torra, Arnaldo Otegi y Pedro Sánchez siempre en la boca. Casado también envió a Andalucía a su número dos, Teodoro García Egea y a vicesecretarios que recorrían la comunidad en caravanas paralelas a la ruta de Moreno. Nunca antes el PP había hecho semejante despliegue para unas elecciones autonómicas.
Moreno pugnaba por la atención con vídeos que pretendiendo trasladar campechanía, terminaban en una catarata de burlas en redes sociales. Durante la campaña pidió el voto a una vaca ante las cámaras y cantó Sabor de amor —de joven había sido vocalista de las bandas Lapsus psíquico y Falsas realidades—.
Tras las elecciones, el PP nacional también tuteló la negociación para gobernar Andalucía, hasta el punto de que Moreno no asistió a las reuniones con Vox celebradas en Madrid —la foto final sí se hizo con él en Sevilla—. Con casi 315.000 votos menos que en 2015, y después de haberse desgañitado pidiendo que gobernara la lista más votada frente a los “pactos de perdedores”, el PP gobernará Andalucía. El barón de la comunidad más grande de España no será un casadista. Carambolas políticas.
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