Los ocho apellidos andaluces de Rivera
El líder de Ciudadanos hace pesar en una provincia clave los orígenes de sus abuelos y de su madre
Albert Rivera nació en Barcelona, como es sabido, pero reúne ocho apellidos andaluces, cuatro abuelos malagueños y una madre que nació en el serrano municipio de Cútar, concretamente en el número 6 de la calle Tintoreros. Allí ejerce de custodio y de amo de llaves don Antonio Santiago, tío abuelo del líder de Ciudadanos, profesor de EGB jubilado y referencia testimonial en la hagiografía del golden boy del liberalismo: “Albert era un chico muy formal, muy deportista, buen estudiante. Y vivió ya de niño en Barcelona el impacto del soberanismo. Porque el negocio de sus padres ya se exponía entonces a los ejercicios de intimidación. Y porque vivía en casa el malestar, el desasosiego, en que se encontraban quienes se sentían españoles”.
Tiene sentido que Inés Arrimadas, jerezana de nacimiento y universitaria en Sevilla, se haya implicado en la campaña del 2D, como también lo tiene que Rivera haya enfatizado sus orígenes para arropar la candidatura de Juan Marín. Especialmente en el territorio de Málaga, fortaleza electoral de un partido que aspira a estimular la movilización de “los urbanitas, los autónomos, los liberales, los votantes hastiados del bipartidismo, del inmovilismo, de la corrupción”, tal como explica a EL PAÍS el alcalde de Mijas. Se llama Juan Carlos Maldonado y representa con su pulsera naranja un ejemplo de la naturaleza mutante de Ciudadanos en la estilización de la bisagra. Porque era socialista. Porque empezó gobernando en 2015 gracias al PP. Y porque ahora lo hace gracias al PSOE, aunque la coyuntura accidentada de su Ayuntamiento no implica que vaya a extrapolarse el 3D un acuerdo entre Juan Marín, candidato de Cs, y Susana Díaz.
“No tiene sentido renovar el pacto porque el PSOE ha faltado a su compromiso en asuntos tan importantes como la transparencia, la regeneración, los estímulos laborales”, explica Maldonado. “Susana Díaz no ha cumplido su parte. Por eso le hemos quitado la confianza”.
Mijas es el municipio español y el espacio político donde más poder de gobierno ejerce en toda España Ciudadanos: 80.000 habitantes, 150 kilómetros cuadrados, una orografía en cremallera del litoral a la montaña en la que residen 11.000 británicos y donde se arraigan 12 campos de golf como si fueran oasis de hierba mullida. El cosmopolitismo enciclopédico —125 nacionalidades— coexiste con veneración totémica del burro. No ya por la escultura de bronce que sirve de montura a los selfies de los guiris, sino porque el burro-taxi a disposición de los vecinos y los foráneos proporciona un método de transporte genuino y representa al mismo tiempo la alegoría de Ciudadanos en este laboratorio político de la Costa del Sol: terco, constante, lento y seguro.
Así camina don Antonio Santiago en la pedanía de Cútar. Alcanzarla en coche por los meandros a medio asfaltar de la comarca de la Axarquía (territorio oriental de Málaga) requiere una sobredosis de biodramina y bastante atención al volante. La fundaron los árabes. De hecho, en los aledaños del bar de Lucas, el negocio original del abuelo materno de Rivera, apareció accidentalmente una remota copia del Corán (siglo XIII) y unos antiguos textos de jurisprudencia y de proverbios que van a servir de patrimonio a la inauguración de un museo sobre el islamismo.
¿Dónde gobierna el partido naranja?
Un razón del éxito de Ciudadanos consiste en que no se ha desgastado en el ejercicio del poder. Facilita que lo hagan otros partidos, pero no se expone demasiado a la gestión directa. Y no lo hace en ninguna capital. Hay excepciones del ámbito municipal. Y Mijas es el caso más elocuente, pero también hay alcaldes naranjas en otros 76 ayuntamientos. La comunidad más fértil es Castilla y León (52). Le sigue Valencia (9). Los demás se reparten en Andalucía (5), Castilla-La Mancha (4), Extremadura (3) y Aragón (3).
La paradoja de Cútar consiste en que Ciudadanos carece de representación municipal. Cuatro concejales son del PP y tres proceden del PSOE, aunque el partido naranja crece y se crece en la costa. Su mejor resultado en 2015 de toda Andalucía —elecciones autonómicas— se produjo alegórica, premonitoriamente en Rincón de la victoria (Málaga). Un porcentaje (16,66%) parecido al de Mijas (14,47%), pero inferior al que las encuestas pronostican la noche del 2 de diciembre. Podría haber sorpasso al PP. Y hasta podría producirse un acuerdo de legislatura con el PP.
Se trata de la hipótesis más optimista. Para consolidarla, Ciudadanos hace pesar la biografía andaluza de Arrimadas y Rivera en socorro de un candidato menos corpulento, Juan Marín, aunque la batalla por Málaga implica los pesos pesados de los rivales. Juanma Moreno (PP) y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) son cabezas de lista y adversarios del aspirante más enérgico de Ciudadanos: Javier Imbroda. Es una estrella del baloncesto —fue entrenador de la selección absoluta y del Unicaja de Málaga—, un coach carismático reconvertido en político y expresión del discurso optimista, cosmopolita, que reivindica Ciudadanos en el territorio.
“No era sencillo cuajar como una alternativa”, explica Juan Carlos Maldonado. “El bipartidismo estaba muy arraigado. Los 40 años del PSOE en la Junta se añaden a la fuerza del PP en la costa. La corrupción ha caracterizado a ambos partidos. Por eso ha surgido la alternativa de una formación que es liberal en lo económico, pero progresista en lo social. Ciudadanos se identifica con la regeneración, la transparencia, pero también con el estímulo laboral y empresarial”.
Sostenía Francisco Toscano, alcalde de Dos Hermanas (Sevilla) que el socialismo gana en Andalucía por la memoria biológica de los votantes. Ciudadanos no opone biología ni tradición territorial. Opone la genética de Albert Rivera y la capacidad mutante de Ciudadanos.
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