“No somos la solución, somos un síntoma”
Los 10 miembros de MSF y los 13 de SOS Mediterranée a bordo trabajan como un sincronizado equipo desde 2016 para salvar y ofrecer seguridad y dignidad
El puro rescate es el momento crucial, el de mayor tensión, responsabilidad y drama del trabajo a bordo del Aquarius. Los migrantes rara vez saben nadar y se pueden ahogar en pocos segundos. Los hombres y mujeres de las ONG que operan el barco son los primeros desconocidos amigables que los rescatados ven en meses o incluso años. Los protagonistas secundarios de esta odisea causada por la política y resuelta con política.
Los 13 miembros de SOS Mediterranée a bordo del Aquarius hacen una infinidad de tareas entre rescates. Y los diez miembros de Médicos sin Fronteras (MSF) ofrecen un completísimo abanico de cuidados médicos y psicosociales. Todo en un barco de 77 metros de eslora que ha sido durante media semana el hogar de 630 personas y luego de un centenar largo.
El enfermero Tim Harrison iba en una de las lanchas rápidas que se acercaron a las pateras la noche del sábado 9. Allí mismo se hizo la primera evaluación: "Varias personas estuvieron bajo el agua pero ninguno requirió reanimación, dos estaban inconscientes pero respiraban", explica este profesional que lleva nueve meses a bordo. Confirmado que respiraban, su tarea en la zódiac era monitorearlos mientras los miembros del equipo de salvamento rescataban al resto.
"No somos los responsables de esta situación ni la solución, somos un síntoma de la situación", dice en la rueda de prensa la jefa de MSF Holanda, Karline Kleijer. El Aquarius es un proyecto nacido del noviazgo entre MSF y SOS Mediterranée para salvar vidas en el Mediterráneo central desde hace 28 meses. Una ONG (un coordinador de rescates y su equipo de 12 personas) les salva la vida en alta mar; la otra (un médico, enfermeros, una matrona, mediadores culturales….) se ocupa de atender a los migrantes rescatados hasta que son desembarcados en un puerto seguro. El estadounidense Harrison recuerda que aquel sábado una de las pateras se partió y a punto estuvieron de tener una pérdida masiva de vidas.
Quien piense que los rescatadores solo rescatan se confunde. Jeremie Demange, francés, 32 años, enumera sus tareas: "También hacemos simulacros, comprobamos que los motores, los chalecos salvavidas y las grúas para bajar las lanchas están a punto, somos mecánicos, nos deshacemos de la basura, vigilamos desde el puente de mando con prismáticos cuando estamos en la zona de rescate [frente a Libia] en turnos de hora y media entre las cuatro de la mañana y las ocho de la tarde, y también de noche si hay mucha actividad, limpiamos las letrinas, nos aseguramos de que hay jabón, les hacemos compañía [a los migrantes] para que se sientan como en casa, distribuimos comida, organizamos las colas, controlamos a la multitud…". Sí, en el Aquarius se trabaja intensamente. Los dos equipos trabajan con una sincronización que recuerda a los equipos mecánicos de la Fórmula 1.
Esta vez el barco tardó nada menos que ocho días en arribar a puerto seguro, más que en cualquier otra de las misiones, en las que han rescatado a casi 20.000 personas. Ellos, y también los miembros de MSF, se turnan en guardias de dos horas para estar en cubierta a mano de los migrantes. Todos, del jefe médico a las de prensa, los acompañan mientras monitorean su estado de salud y de ánimo. Explica el rescatador Demange que la misión de estos equipos es rescatarlos de un lugar peligroso para llevarlos a un primer lugar seguro, el barco, y a un lugar digno, en tierra. Peligro, seguridad, dignidad.
Los rescatadores, todos varones, tan fuertes como calmados, vienen de ámbitos dispares: marinos mercantes, mecánicos, de otras ONG, guardacostas, médico, enfermero, periodista, soldado y un matemático. Sí, Demange es doctor en Matemáticas.
La actividad ha sido incesante también en la clínica del barco. Por allí han pasado decenas de pacientes, muchos quemados por la reacción del gasoil en contacto con agua salada. Requieren un tratamiento cuidadoso, explica Harrison, de limpieza de las heridas con curas en días alternos. La noche del rescate, cuando los refugiados suben la escalerilla, hay un enfermero mirando a los ojos a cada uno de los rescatados para evaluar su estado de salud. El enfermero recuerda que muchos de estos migrantes llevan mucho tiempo sin atención médica ni buena alimentación y sus sistemas inmunológicos se resienten.
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