“Con el asesinato de Juan Alberto nos matan a todos”
El crimen de Priego de Córdoba pone de relieve la ocultación con que viven muchos gais en sus pueblos
Amparo Burgos enterró el pasado lunes a su hijo José Luis García, de 43 años, convencida de que había tenido un accidente de coche. Nadie se atrevió a decirle la verdad: que el cuerpo de ese hijo, que vivía con ella y que la cuidaba de los desvaríos de su incipiente alzhéimer, había sido encontrado en el garaje donde guardaba su coche, al otro lado de la calle. Estaba en el asiento de atrás, desangrado. Y, junto a él, en el maletero, estaba el cuerpo acuchillado de Juan Alberto Ruiz, el chico de 23 años con el que mantenía una relación desde hace un tiempo. Ambos murieron por un “shock hemorrágico”, según las autopsias. “Todo apunta a que uno mató al otro y después se quitó la vida”, sostienen fuentes de la investigación que desarrolla la Guardia Civil.
Un espeso silencio pesó como una losa durante el funeral, como debió de pesar a lo largo de la vida de García Burgos. “Nadie sabía nada en Priego de esa relación homosexual, incluso había estado con una chica, aunque estaba soltero”, aseguran personas de su entorno. García Burgos era un hombre de campo, un trabajador agrícola que en los últimos tiempos —y ante las dificultades de empleo— se había incluido en el PER (Plan de Empleo Rural) y había trabajado puntualmente para el Ayuntamiento de Priego.
A 40 kilómetros de allí, Manuela Ramírez, la madre de Juan Alberto Ruiz, se temió lo peor cuando vio que su hijo no regresaba el jueves pasado y que se había dejado la medicación en casa. Por eso alertó a la Guardia Civil al ver que tampoco regresó el viernes. “Él nunca salía sin sus medicinas”, asegura una persona que le conocía. “Juan Alberto no era ‘un gay’, era Juan Alberto, y con él nos han matado un poco a todos”, dice otro conocido, en referencia a su carácter extrovertido y a su compromiso con las reivindicaciones de los homosexuales, evidentes en los cuadros que pintaba. “Él era ‘el maricón que pinta’, porque aquí a los maricones se les asocia una faceta: ‘el que pinta’, ‘el que canta’, ‘el que baila’…, pero todos maricones de mierda”, asegura un amigo del joven.
Dos alcaldes por la visibilización del colectivo
Frente a la versión de los amigos y conocidos de los fallecidos, tanto José Manuel Marmol, alcalde socialista de Priego de Córdoba, como Juan Pérez Guerrero, su homólogo en Lucena y del mismo partido, aseguran que la homosexualidad se vive con “total normalidad y naturalidad” en sus municipios.
En ambos ondea la bandera multicolor en la fachada del consistorio durante la semana del Orgullo de Gay, pero poco más. “Yo he casado a gays y a lesbianas”, asegura Marmol. “Nosotros aprobamos una serie de medidas hace dos años dirigidas a visibilizar al colectivo”, dice Pérez.
Desde la asociación LGBT Colegas, se reclamaba este lunes que comience a contabilizarse los homicidios entre parejas del mismo sexo como “violencia intragénero” para que se visibilicen, una demanda apoyada también por las Asociación de Policías gays.
“Estaba malo de los nervios, tenía depresión desde hace años, su situación familiar era complicada [su padre está enfermo], pero él siempre tenía una sonrisa, sabía poner buena cara al mal tiempo”, cuentan. “La relación con José Luis se volvió tóxica”, aseguran fuentes del entorno. “Juan Alberto estuvo seis meses abducido por él, desaparecido hasta de Instagram, creo que llegaron a tener un piso, que luego dejaron, cuando se pelearon; volvían y se dejaban, a Juan Alberto le daba pena de José Luis y acababa cayendo una y otra vez”, relatan las mismas fuentes.
Nadie sabe decir muy bien cómo se conocieron, aunque en su entorno creen que fue en alguna red social para hombres. Ni en Priego de Córdoba (22.500 habitantes) ni en Lucena (42.500 almas) hay un solo colectivo LGTB. “Aquí están todos tapados, muchos con familias con hijos”, asegura un vecino homosexual que no quiere dar su nombre pero que muestra la aplicación de móvil Wapo, en la que se ve que hay muchos buscando contactos a menos de 500 metros: “Pero ninguno da la cara, ¿ves?”, señala.
Un mensaje
“Lo que ha ocurrido no va a servir para visibilizarnos, nadie va a montar una exposición con los cuadros de Juan Alberto, ni va a reivindicar su figura; al contrario, este crimen es un mensaje: ‘Si te va mal con alguien, cállate porque te matan”, opina un chico gay de su entorno que no quiere dar su nombre, y que en un cuarto de siglo de vida, asegura, solo ha tenido relaciones con heterosexuales de la zona. “Los mismos que te llaman maricón por la mañana te buscan en el baño por la noche”, dice. Y aventura: “Me temo que este es un crimen por miedo a que el otro hable y te descubra”.
Los de Lucena se van a Priego los fines de semana y los de Priego a Lucena buscando un mayor anonimato en los escasos 40 kilómetros que separan ambas poblaciones. Para mantener relaciones sexuales “van en coches a la zona del Punto Limpio, lo que llamamos El Galeón en Lucena”, señalan. En el caso de Priego, no hay una zona concreta frecuentada por parejas homosexuales, y García Burgos y Ruiz se amaban a escondidas.
Uno de los hermanos de García Burgos halló sus cuerpos el domingo. La puerta metálica de la cochera individual estaba cerrada pero se podía ver luz que venía de dentro. Fuera, un enorme grafiti pintado en la pared: “El silencio mata”.
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