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Un sabio triste y cariñoso

Gonzalo López Alba intentó sin éxito disimular su brillantez con su implacable humildad

Rafa de Miguel
Gonzalo López Alba.
Gonzalo López Alba.INMA MESA (EL PAÍS)

Gonzalo López Alba (Villafranca del Bierzo, León, 1959), fallecido este lunes, intentó sin éxito disimular su brillantez bajo la enorme losa que él mismo se autoimpuso para no olvidar nunca la deuda que creía tener con sus orígenes humildes, su familia, Madrid y, sobre todo, con una profesión, el periodismo, que le dio todo y a la que se entregó de un modo incondicional.

El devenir profesional le llevó a ser uno de los mayores expertos en el PSOE, pero habría destacado en cualquier otra área porque tenía la curiosidad y la humildad requeridas en un buen periodista. Su libro El Relevo, donde narró hasta el último detalle el conjunto de circunstancias y maniobras que llevaron a José Luis Rodríguez Zapatero a conquistar la secretaría general del PSOE en el 35º Congreso del partido, debería ser manual de lectura obligatoria en cualquier facultad de Ciencias de la Información. El rigor que desplegó Gonzalo en ese trabajo, contrastando con varias fuentes cada dato, por pequeño que fuera, rescatando la literalidad de cada documento, la abundancia de notas aclaratorias a pie de página y la sutileza de su análisis lo convirtieron en un libro imprescindible, lejos de la literatura política fácil y superficial que abunda en los mostradores de las librerías. No era extraño ver entonces a algún diputado que llevaba consigo una copia llena de anotaciones y subrayados. Cuando en los pasillos del Congreso se formaba un corrillo de periodistas en torno a algún político, resultaba revelador del respeto que le tenían ver cómo cambiaban la cara al comprobar que Gonzalo se había acercado discretamente a escuchar lo que estaban contando.

Se tomaba muy en serio la profesión, pero era ajeno a sus mezquindades. No le costaba reconocer el talento ajeno, y ayudó en lo que pudo a los periodistas jóvenes que comenzaban a descubrir, despistados, las interioridades de un organismo tan complejo y retorcido como es un partido político. Por eso no resulta extraño que hoy muchos de ellos, en las redes sociales, le recuerden con veneración. No soportaba la frivolidad, y por eso fue tan reacio —solo al final se decidió— a participar en las tertulias radiofónicas o televisivas. Se resistía a hablar de nada de lo que no estuviera perfectamente documentado previamente.

Pasó por muchos medios y en todos dejó su elegancia y profesionalidad. Radio Cadena Española, OTR/PRESS, Diario 16, El Sol, Público, Interviú, El Confidencial y finalmente Infolibre. Pero fueron sus años en Abc, como periodista especializado en información del Gobierno y del PSOE, cuando alcanzó la madurez profesional y publicó sus mejores exclusivas.

Su carácter seco y franco no le ayudaba a manejarse bien en los convencionalismos sociales. Dividía el mundo en amigos, desconocidos y sujetos de interés periodístico. La bronca que me gané el día en que nos reencontramos y me reprochó no haber mantenido el contacto durante los meses en los que la profesión me alejó del Congreso aún me hace sonrojarme con remordimiento.

Lector voraz y crítico, en los últimos años se volcó en sus dos grandes pasiones: su madre, a la que idolatraba, y la literatura. Llegó a escribir dos novelas, Los años felices, el relato de la llegada al Madrid de la Transición de un joven periodista leonés —difícil no identificarle en el personaje de Fausto Aretino— y My Dear Love. A los que tuvimos el honor de leer el manuscrito nos desconcertaba que un compañero al que admirábamos tanto nos pidiera, nos exigiera, desde la más absoluta humilidad, una crítica sin concesiones.

Siguió escribiendo de política en su blog Interiores, y aunque se esforzaba en analizar la actualidad política le podía su condición de periodista a pie de calle. Por eso era muy conveniente seguir leyéndole: siempre escondía una noticia, un dato revelador, entre sus reflexiones. Honesto hasta el sacerdocio con su trabajo, anunció su retirada tras reconocer que se había equivocado al interpretar lo que había detrás del duelo fratricida que vivió el PSOE en las primarias que enfrentaron a Susana Díaz y Pedro Sánchez. No creyó en las virtudes del último ni pensó que ganaría la partida. Quizá tan solo se equivocó en el momento, aunque si el tiempo le acabara dando la razón, la elegancia de Gonzalo no le permitiría ir repitiendo eso de “ya lo dije yo”. Para eso estamos los amigos.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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