Manuel Marín, en el día de la Constitución
El diputado más joven en la legislatura constituyente encarnó varias de las ideas que estaban en la esencia del despertar democrático de nuestro país
Mirada serena y trato exquisito. Siempre divisó más allá de donde alcanzaba la vista de los políticos de su generación. Creía en el papel protagonista que España jugaría en Europa incluso antes de que nuestro país hubiese consolidado su régimen de derechos y libertades.
Que el fallecimiento de Manuel Marín se haya producido casi en vísperas del XXXIX aniversario del Día de la Constitución hace más evidentes todavía las grandes correspondencias que existen entre su figura y el sistema de libertades que encarna y ha permitido desarrollar en todo este tiempo nuestra Ley Fundamental.
Manuel Marín, que fue el diputado más joven de la Cámara en la legislatura constituyente, encarnó desde sus inicios en la política varias de las ideas que estaban en la esencia del despertar democrático de nuestro país. Al presidente del Congreso le correspondió batallar desde el Gobierno por la idea de una España moderna, abierta y universal, ligada a los destinos de una Europa que entonces era esencialmente una comunidad económica, pero que él ya intuía como unión política.
Esa Europa cuyas virtudes admiraba y a la que finalmente nos incorporamos en 1986, suponía para España la promesa de alinearse con las naciones más desarrolladas, con las que habían llevado más lejos sus conquistas ciudadanas y su progreso social. Como Secretario de Estado para las relaciones con las Comunidades Europeas, Marín tomó parte muy activa en las negociaciones para nuestra adhesión al orden comunitario, comprendió desde sus años de estudiante la importancia de aquella causa, y desplegó su brillante carrera política con las miras abiertas y la mirada elevada hacia ese horizonte europeo que se ha transformado en un excepcional espacio de paz, de pluralismo, de libertad y de bienestar para el mundo de hoy.
Los ideales del humanismo europeísta sustentaban el credo socialista de Manuel Marín y su concepción de la política. Asumió nuestro sistema constitucional como un pacto sabía y generosamente adoptado por quienes prefirieron mirar al futuro para sellar la reconciliación entre los españoles, y tuvo siempre presente el importante papel desempeñado por su partido en el establecimiento de ese pacto. Sabía de primera mano que el consenso y el acuerdo habían sido la clave del gran triunfo colectivo que ha supuesto en nuestra historia el sistema democrático, y así lo expresó muchas veces, con su amable y bien dispuesta vocación de profesor.
En el discurso que pronunció por el Día de la Constitución en 2005, relató una conversación que había tenido con un grupo de alumnos de instituto a los que hablaba de todos los logros de nuestra Transición. “¿Presidente, y cómo van a conseguir hacerlo otra vez tal y como están las cosas?”, le habían preguntado los muchachos; a lo que él había respondido remitiéndolos a Don Antonio Hernández Gil, el presidente de las Cortes que había dicho en la sesión del 27 de diciembre de 1978 –cuando la Constitución fue sancionada por el Rey Juan Carlos: “Si la Constitución hubiera de ser la imaginada por cada uno, no habría Constitución posible”. De lo que glosaba Marín:
La lección de la historia, de nuestra historia parlamentaria, me parece clara […] Y me permito añadir: Si las leyes hubieran de ser las imaginadas por cada uno, no habría leyes posibles.
Manuel Marín ha recibido el homenaje de las instituciones y de los ciudadanos en el mismo Salón de Pasos Perdidos donde, con su verbo sereno y dialogante, dejó aquellos testimonios de su vocación democrática. Nuestra celebración de la Constitución es también la suya. Y el sentido adiós de quienes le apreciábamos con sinceridad la mejor despedida que puede recibir un hombre que trabajó siempre pensando en España y en los españoles.
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