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Huérfanos de los consejos de Mary

Las palabras de María del Pilar Rodríguez Ortellado son lo que más añoran de ella sus seres queridos

María del Pilar Rodríguez Ortellado en 2015.
María del Pilar Rodríguez Ortellado en 2015.

María del Pilar Rodríguez Ortellado ya no podrá llamar a su hijo para saber cómo va el embarazo de su nuera y darle consejos. Sus amigas tampoco podrán escuchar más sus palabras de sosiego. Son estas y su cariño lo que más añoran de ella sus seres queridos. Mary, como la conocían, es la víctima por violencia machista número 42, la séptima asesinada en Almería. A esta mujer originaria de Edelira, Paraguay, la estranguló su marido, René Páramo, el pasado 22 de octubre. Ambos, de 38 años, tenían una hija en común de siete. Tras su asesinato, solo queda el silencio para los suyos.

“Le cuento mis cosas, ella las suyas”. Aída Álvarez habla de su amiga en presente, como si todavía estuviese aquí. Ellas se conocieron hace más de 25 años jugando voleibol –afición que Mary seguía teniendo– en Lambaré, Paraguay. Ambas dejaron su país para irse a España, incluso vivieron juntas un tiempo en Valencia. Pero hacía tres años que no se veían. Pese a la distancia, las amigas hablaban frecuentemente por teléfono, el 12 de octubre Álvarez había felicitado a Mary por su cumpleaños.

A la derecha, Mary junto a su amiga Milva Servín y otras amigas en Vera (Almería), en septiembre.
A la derecha, Mary junto a su amiga Milva Servín y otras amigas en Vera (Almería), en septiembre.
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La alegría que irradiaba Mary es otra de las cosas que más extraña Álvarez, “Yo me ahogo en un vaso de agua. Ella era optimista, alegre”. “La primera impresión que te da es que tiene buen fondo. Es transparente, es directa”, añade. Ella era de las pocas personas que sabía que Mary quería separarse desde hace cuatro años y que él amenazaba con suicidarse. “Esta vez es la definitiva”, fue lo que le dijo 15 días antes de ser asesinada. “A ver si es verdad ahora Mary”, le respondía entonces su amiga, recordando ahora con tristeza esas charlas.

Además de alegre, Mary era muy trabajadora, tanto que por eso abandonó su país y se fue a buscar un mejor futuro en España. “Trabaja como un burro para salir adelante”, asegura Álvarez. Antes de llegar al país, trabajó como taxista. Desde hace casi cuatro años cuidaba a una señora mayor y antes trabajó como dependienta en un supermercado.

A su alegre personalidad y ánimo trabajador, se sumaba su fuerte carácter, no era susceptible a chantajes, "Ella no es de esas personas que se dejan maltratar, tiene carácter, no se queda callada”, la describe Álvarez. “Si dice que no, es no”, corrobora Milva Servín, otra amiga paraguaya.

Servín fue una de las últimas personas que vio a Mary antes de ser asesinada por su marido. Se habían conocido cuatro años antes en Vera (Almería). Para Servín, el vacío que Mary ha dejado en su vida, más que el de una amiga, es el de una hermana. “Me encariñé tanto con ella este último tiempo”, dice Servín con la voz entrecortada por el llanto. Juntas pasaron recientemente un mes lleno de ilusiones y de planes, compartiendo tardes de risas y de juego.

Fue a ella a quien el asesino llamó tras estrangular a Mary y antes de ahorcarse en el domicilio de ella. “He matado a mi mujer” le dijo fríamente. “Vengan a recogerla, fueron buenos amigos. Adiós para siempre”, dijo antes de colgar. Páramo nunca había sido denunciado por malos tratos. El día anterior Mary le contó a Servín que su esposo había decidido mudarse a Madrid. Días antes, el jueves, le confesó que se quería separar de él y, que cuando ella se lo anunció, él se había desmayado.

Su hermana Lourdes Rodríguez sigue sin entender cómo le pudo pasar eso a su hermana mayor, su consejera, la que le decía que no se dejara maltratar por ningún hombre. “Eso es lo extraño, siempre me aconsejaba y me decía que era feliz con su esposo y con su hija”, comenta con sorpresa la joven de 22 años que reside en Asunción. Hace 10 años fue la última vez que se vieron, cuando Mary se fue a España a probar suerte. Pero la distancia no era ningún obstáculo para que pudiesen seguir hablando. La última vez que lo hicieron fue cinco días antes de su muerte.

 A William Totti le pesa el vacío que la ausencia de las advertencias de su madre ha dejado en su vida. El joven de 21 años reside en la casa que su madre les dejó a él y a su hermano como herencia en Asunción, Paraguay. Pese a que llevaban una década sin verse hablaban casi todos los días. Mary estaba más pendiente que nadie del embarazo de su nuera que dio a luz este martes, un mes después de su asesinato. “Ella quería nena y salió nene” recuerda su hijo con una mezcla de sentimientos, contento de ser padre y triste por quedarse huérfano de madre. La felicidad de Mary por ser abuela fue suspendida para siempre. Ella ya no podrá conocer a su nieto Miguel Ángel, ya no sabrá lo que se siente ser abuela, ya no podrá ver crecer a sus tres hijos.

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