Por qué han fracasado los bancos individuales colocados por el Ayuntamiento de Valencia en la calle
Fueron introducidos para evitar el botellón y a las personas sin hogar, pero a los ciudadanos no les gusta sentarse solos
Valencia va a retirar los bancos individuales después de haber constatado que nadie, o casi nadie, quiere sentarse en ellos. Su despliegue, como en muchas ciudades españolas, se enmarcó en la lucha contra el botellón. De forma menos declarada, su diseño sirvió a los Ayuntamientos para impedir que los sin techo pudieran dormir en ellos. “Se ha detectado que la gente evita los bancos individuales y que en los bancos grandes, donde pueden sentarse en grupo, las personas hablan y se relacionan más. Pensamos que hay que tender a eso, a recuperar el sentido colectivo del espacio público”, afirma la arquitecta Eva Álvarez.
Esta profesora de la Universidad Politécnica de Valencia colabora con el Consistorio en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad introduciendo una perspectiva “inclusiva”. “Son actuaciones que centran la arquitectura y el urbanismo en los usuarios. Para ello, preguntamos a la gente cuáles son sus necesidades y tratamos de darle una salida de forma competente y profesional”, indica. Cuando a los vecinos de Valencia les preguntaron hace dos años qué querían, los residentes de cuatro distritos contestaron que más bancos. El Ayuntamiento ha respondido a la demanda ciudadana con la decisión de instalar un centenar de grandes bancos y la sustitución progresiva de los individuales. Un plan que va a extender al resto de la urbe, especialmente a las nuevas áreas peatonales.
“Los bancos son una parte del mobiliario urbano muy importante. Para las personas que tienen dificultades de desplazamiento suponen un punto intermedio que les permite descansar y hacer trayectos más largos. En el caso de la gente mayor, muchas veces es un elemento imprescindible para poder bajar a la calle, que puede ser su único espacio de sociabilización diaria”, afirma el concejal de Urbanismo de Valencia, el socialista Vicent Sarrià. El edil considera que el banco individual “es, de por sí, aislante”. “La calidad urbana se mide en gran medida por los elementos que favorecen las relaciones humanas y la vida en la calle, algo que en Valencia, debido a su clima, es fundamental”.
A Santiago Arrazola, jubilado de Telefónica, de 71 años, que avanza lentamente por la avenida del Doctor Waksman de Valencia apoyado en su “gaiato”, no le preguntaron, pero está de acuerdo con la medida. “Hacen falta más bancos, y yo prefiero que sean grandes. Se agradece poder hablar con alguien. No viene nunca mal conocer a gente”, afirma. Los vecinos son a veces contradictorios. Los bancos de una sola plaza fueron una de las fórmulas que las ciudades ensayaron para reaccionar a otra de sus reclamaciones: el botellón y el ruido a horas intempestivas. “Es cierto que en determinadas zonas han contribuido a este problema, pero creemos que los factores positivos superan ampliamente el riesgo”, mantiene el concejal Sarrià.
La otra razón menos reconocida para la extensión de los bancos fue que, a diferencia de los bancos tradicionales, los individuales no permiten tumbarse. “La novedad de los asientos con brazos respondió en gran medida a que los pobres no durmieran en ellos. Es una forma triste de entender el espacio público, expulsando a la gente que tiene problemas, en vez de resolverlos”, opina Eva Álvarez.
En el año 2016, dormían en la calle 400 personas en Valencia, según Rais Fundación, que contabiliza 8.000 casos similares en el conjunto de España. “Los bancos reflejan cómo se abordan desde las ciudades estos problemas. No se da respuesta a las necesidades de las personas que viven en la calle y se focaliza el problema en medidas defensivas para impedir que las personas que no tienen otra alternativa y no disponen de una vivienda, pasen la noche con unas condiciones de comodidad. Si es que se puede llamar comodidad a dormir a la intemperie en un banco en la vía pública”, afirma Luis Perea, director de comunicación de Rais Fundación. “En todo caso”, añade, “lo que nos gustaría es que las personas sin hogar pudieran hacer uso del espacio público y del mobiliario urbano como cualquier otra persona y durmieran en su casa”.
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