Los animalistas claman para que no se celebre la fiesta cántabra de ‘la Gata Negra’
PACMA alega que se somete al felino a una "caza de brujas" causándole sufrimiento y pide que se le retire al festejo la denominación de Interés Turístico Regional
La Gata Negra es un festejo que se celebra cada 16 de agosto en la pequeña localidad de Carasa (Cantabria), perteneciente al municipio de Voto, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 1998. Su origen se remonta a 1477 y consiste en transportar una gata en el interior de un carromato tirado por un burro durante tres horas por las calles del pueblo. Al finalizar el recorrido, el minino es arrojado desde más de dos metros hacia los congregados a la espera de conocer qué dirección tomará el felino en su huida. "No teníamos constancia de esta fiesta, bastante desconocida en otras partes del país y algo impensable en pleno siglo XXI. Por eso, enviamos la semana pasada un apercibimiento a la Guardia Civil y al Ayuntamiento para que este año no se realice", explica Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista contra el Maltrato Animal (PACMA).
Internet también se ha hecho eco de una ola de indignación que crece día tras día a través de una petición desde Change.org —impulsada por la asociación Acción para el Respeto Animal—, para acabar con un festejo que "provoca el sufrimiento de un animal generándole estrés al ser sometido a bruscas manipulaciones, tanto de personas desconocidas como de cambios bruscos de localización durante su desarrollo". Las firmas ya rebasan las 140.000.
"Aunque ya no se ahoguen camadas de gatos en los ríos como hace años, no podemos seguir utilizando a los animales como escarnio público"
Con el paso del tiempo, el evento se ha ido suavizando gracias a las denuncias presentadas por el grupo ecologista ARCA, debido a que años atrás se colocaba al gato en un saco para su traslado y, una vez lanzado al público, sufría "diversas patadas en su huida". Barquero opina que "las instituciones no pueden seguir amparándose en la tradición para perpetuar este tipo de conductas" y añade: "Es una fiesta que carece de sentido, se asemeja a una caza de brujas".
En la actualidad, su celebración vulnera el artículo 6.1 de la Ley de protección de los animales de la Comunidad Autónoma de Cantabria, aprobada en 1992, que prohíbe el uso de animales en espectáculos y otras actividades si ello "puede ocasionarles sufrimiento, ser objeto de burlas o tratamientos indignos". Desde PACMA advierten que el Ayuntamiento incumpliría, además, el Código Penal si el felino llegara a sufrir lesiones que "menoscaben gravemente su salud". "El Ayuntamiento está obligado a velar por su integridad física, sea un gato callejero o pertenezca a cualquier particular", afirma Barquero.
En otros casos parecidos, explican desde la formación, sí se consiguió paralizar algunas celebraciones a tan solo 24 horas de su comienzo. "Tenemos la esperanza de que, en esta ocasión, rectifiquen a tiempo". Aunque el alcalde de Voto, José Luis Trueba, en declaraciones a El Diario Montañés el pasado martes, aseguró que "la fiesta de la Gata Negra se celebrará". El consistorio ya ha solicitado la presencia de la Guardia Civil con el objetivo de "garantizar la seguridad de todos los asistentes".
"Falta valentía por parte del conjunto de partidos políticos", se lamenta Barquero. La formación animalista presentó el pasado mayo en el Congreso de los Diputados la denominada Ley Cero. Una propuesta en la que se suprimiría cualquier festejo basado en el maltrato animal unificando las 17 leyes autonómicas en materia de protección animal en una única legislación. "Debemos repensar algunas de nuestras fiestas. Aunque ya no se ahoguen camadas de gatos en ríos como hace años, no podemos seguir utilizando a los animales como escarnio público". Para Barquero, aún queda mucho camino por recorrer. "Vamos a poner en marcha una solicitud para retirar la catalogación de Interés Turístico Regional que ostenta en la actualidad la Gata Negra".
La semana pasada PACMA consiguió paralizar un evento en el que se denigraba a varios cerdos cubiertos de aceite en Marmolejo (Jaén). Los congregados, según manda la tradición, deben darles caza mientras huyen despavoridos. Las sanciones, de haberse celebrado, podrían ascender hasta los 30.000 euros. El año pasado tampoco se volvió a repetir el lanzamiento de la pava desde el campanario de la localidad de Cazalilla, en la misma provincia. En este último caso se optó por soltar a dos pavas por las calles del pueblo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.