Crónica de todos nosotros
Malén Aznárez, periodista desde muy joven, nos simbolizaba y simboliza el oficio
El periodismo es un periodista, uno solo ya representa el periodismo. Malén Aznárez era una periodista; lo ejerció desde muy joven, hizo crónica, reportaje, entrevista… Nos simbolizaba, simbolizaba el oficio.
Cuando este periódico nació, hace más de cuarenta años, la gente que lo habitaba, desde la puerta a los talleres, tenía treinta años o menos; la palabra muerte la trajo el terrorismo, muy pronto, y luego solo los azares terribles de la vida nos privaban de gente que había respirado con nosotros la atmósfera del periodismo en Miguel Yuste.
La edad del tiempo, cuando ya se hizo tan cruel como la vida, empezó a disparar su flecha implacable. Y este año, por ejemplo, se han ido con ese rayo compañeros tan ilustres y buenos como Joaquín Prieto, como Miguel Ángel Bastenier…, y como Malén Aznárez ahora que agosto anunciaba su cuchillo de sol.
Cada uno era un modo de hacer e interpretar el periodismo. Prieto discreto y analítico como un profesor que hacía de los datos un arma de su conversación con el oficio; Bastenier hurgaba en su memoria asociativa para desnudar la historia actual en el espejo de lo que ya había pasado, para que nadie pensara que el mundo se inauguraba cada vez que había una noticia.
Y Malén Aznárez. Hizo un recorrido que no fue extraño para un periodista de su generación, que es la de Bastenier, la de Prieto..., nuestra generación, la de los que llegamos aquí con nuestras camisas blancas a estrenar lápices y cuadernos amarillos, contemplados desde la altura por Jesús de la Serna o por Javier Pradera…
Era hija de la calle y llevaba la energía del oficio en el alma
Como otros, ella vino de una experiencia que incluyó, desde chiquillos, la gestión (de medios del Estado, de los informativos de Radio Nacional: repartió trabajos y noticias, del periodismo y de la vida)…., pero antes fue con su libretita de joven periodista de todo en el diario Arriba; allí hacía crónica, reportaje, entrevistaba a viejos y jóvenes, a escritores posibles, a inventores arriesgados… Era hija de la calle, entonces era así. Fue, después, conducida por la Transición a la democracia a repartir la difícil herencia de los medios del Estado, un oscuro objeto del deseo… Aquí llegó ya con ese bagaje, de periodista y de gestora, y se integró en los años 80 cuando ya por Miguel Yuste habían pasado ráfagas de peligro y de muerte y esa generación imberbe conocía, casi como el personaje de Hemingway, la angustia y el dolor y también estuvo triste una mañana.
Cuando parece que la experiencia ya toma asiento contigo, el periodismo te levanta y te echa a andar, si es que el oficio va contigo. Y ella llevaba esa energía en el alma; así que aquí no fue solo la gestora, la distribuidora del género que contiene todos los géneros del periodismo, sino que también se hizo maestra de la Escuela, reportera arriesgada y, además, presidenta de los reporteros de riesgo.
¿Qué la llevó a seguir estando cuando su edad la había convocado fuera del oficio? El periodismo, que es un oficio de riesgo moral, que no te deja dormir mientras lata la pasión por el oficio. El mediodía de este martes 1 de agosto sus compañeros nos juntamos a despedirla en un tanatorio de Madrid. Si te fijabas en los rostros y en las biografías veías en todos a los que han hecho en Madrid o en cualquier parte el oficio de todos nosotros, de Joaquín, de Miguel Ángel, de Malén. Solo diciendo sus nombres ya se podría hacer la crónica de una generación, como en el título de Luis León Barreto, la crónica de todos nosotros.
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