“Quiero dormir con mamá”
Beatriz Ros fue asesinada por un compañero de trabajo que se había obsesionado con ella: “Será mía o de nadie”
Beatriz y Ramón se separaron hace solo unos meses. El martes 30 de mayo por la noche, Daniel, que tiene cuatro años, le dijo a su padre: “Papá, ya llevo tres noches durmiendo contigo, mañana quiero dormir con mamá”. Al día siguiente, el abuelo Cayetano, en presencia de la abuela Consuelo y de la tía Ana, le dijo al pequeño Daniel: “Tu mamá ya es la estrella que más brilla en el cielo. Saldremos cada noche a verla brillar”. El niño entendió enseguida el mensaje y lo negó con todas sus fuerzas: “Eso es mentira, mi madre no está muerta. Si no coge el teléfono es que estará trabajando”.
Y era verdad que la enfermera Beatriz Ros, de 31 años, estaba trabajando cuando la mataron. La madrugada del domingo 28, Cubría el turno de noche en Astrade, un centro para la atención de personas con autismo en Molina de Segura (Murcia), cuando José Jara, el conserje, de 48 años, casado y padre de un niño de 10, se coló en las instalaciones y la mató con un cuchillo de caza, una puñalada tras otra hasta cumplir el juramento que había hecho a unos amigos algunos días antes: “Beatriz será mía o de nadie”. Alcanzado el objetivo, El Jara se ahorcó. Beatriz se había convertido en la tercera mujer asesinada en aquel fin de semana. Ni ella ni las otras dos, Valentina Chirac, asfixiada la madrugada del sábado en Collado Villalba (Madrid), y Susana Galindo, estrangulada por su marido en el barrio madrileño de Ciudad Lineal, habían denunciado maltrato.
La diferencia de Beatriz con ellas es que no fue asesinada por su pareja. Aunque al principio los medios locales le atribuyeron un romance, aunque fugaz, con su compañero de trabajo, Ana Serrano –tía política de Beatriz y una de sus mejores amigas— asegura que nunca hubo un romance entre ellos. Lo que sí es verdad es que ya hacía tiempo que El Jara –así lo llamaban en Beniel, el municipio de la huerta de Murcia donde vivía junto a su esposa y su hijo—pretendía a Beatriz, pero que ella solo mantenía con él una relación cordial, en ningún caso una aventura amorosa. “Unas noches antes del crimen”, explica Ana, “estábamos juntas cuando le llegó al móvil un mensaje de WhatsApp. Beatriz lo apartó con gesto de fastidio y dijo: “Otra vez el pesado este…”. El Jara le mandaba flores, mensajes, incluso una carta de amor que descubrió el marido de Beatriz y que provocó una bronca entre ellos. Pero ella nunca se lo tomó en serio ni por supuesto le correspondió. Tal vez viendo que nunca iba a ser suya y que, tras la separación, ella podría rehacer su vida con otra persona, decidió matarla”.
Dice Ana que el domingo tenían previsto irse juntas a una playa apartada para tomar el sol a gusto. De hecho, en las fotografías del registro efectuado por la policía en el lugar del crimen y del suicidio –José Jara se ahorcó en la misma entrada del centro Astrade, después de intentarlo en varias ocasiones— se puede observar el maletero abierto del coche de Beatriz con las sillas y la nevera de playa. Por si quedara duda de su estado de ánimo, unas horas antes de ser asesinada, la joven enfermera colgó una foto en blanco y negro en la que sonríe a la cámara junto a la leyenda “la vida es bella” y el emoticono de una sonrisa.
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