País de pandereta
La España de pandereta no puede ser la solución, sino "una nación implacable y redentora" que exige seriedad. Pero de verdad
La primera representación de una pandereta la encontramos en los frescos de Catalhuk (Anatolia). La escena (que se remonta aproximadamente a unos 5.800 años a. C.) representa a grupos de gente participando en una fiesta acompañada de música y danza. Desde entonces, y en todo el mundo, la pandereta ha sido siempre usada como instrumento musical para las fiestas populares, por su facilidad de uso y su tono alegre y jovial.
Lo que sucede en el PP es muy, muy serio. Rajoy no puede esperar una resolución meteorológica de esta grave crisis
Pero, en realidad, su uso siempre ha sido despreciado —desde la época romana— por no ser un instrumento musical culto ni sofisticado. Entre los antiguos romanos, por ejemplo, si una persona gesticulaba exageradamente al hablar, se decía de ella que: "pandereteaba". Este trato peyorativo respecto a la palabra pandereta y a los que tocaban dicho instrumento es lo que ha llevado a muchas personas, con el tiempo, a hablar de ‘país de pandereta’ para referirse a un país donde nada funciona, que es risible y del que se puede satirizar con facilidad. Y ese país de pandereta, a menudo, se refiere a España. Fue Antonio Machado quien inmortalizó, en 1913, esa imagen en su inolvidable poema El mañana efímero y su conocidísmo primer verso: «La España de charanga y pandereta». Un texto básico para comprender las dos Españas que no eran ideológicas, sino de actitudes.
Corremos el riesgo de que la política española acabe, también, como la política de la pandereta. Mucho ruido y pocas nueces. Una política frágil y efímera, donde lo fácil y lo vanal colonicen los espacios del compromiso y de la solvencia. Por eso, quizá, la alusión a la seriedad es una referencia constante en la política española, y en todas las fuerzas políticas. Revindicar la seriedad como oferta política es una constatación —interiorizada— de nuestro riesgo a la charanga y a lo superficial.
Sin ir muy lejos, el Partido Popular se presentó a las elecciones del 26 de junio de 2016 con el lema: 'España en serio', que ya fue el eslogan que empleó para los comicios del pasado 20 de diciembre de 2015, que se completó con la frase 'Ahora más que nunca'. "Pensamos que es muy positivo que sigamos planteando como lema que apostamos por una España en serio, pero ahora más que nunca", declaró el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado. Con ese eslogan, afirmó Casado en su presentación, se pone en valor su posición de "fiabilidad", "experiencia" y "trayectoria impecable al servicio de España".
Unos meses después la seriedad reclamada muta en gravedad negada. Lo serio sería admitir la extraordinaria gravedad de la situación política española acosada y acusada por los casos de corrupción que en el ecosistema del PP se revelan día tras día. Mariano Rajoy ha exigido, durante meses, seriedad a sus opositores y a la sociedad, tanto para hablar de Cataluña como de la formación del Gobierno, o de las medidas económicas. "Queremos continuar la labor, porque hemos hecho lo más difícil… Por tanto, seamos serios, vamos a continuar lo que se está haciendo bien...", ha exhibido y exigido muchas veces.
Ahora le toca a él ser serio. Lo que sucede en el PP es muy, muy serio. Rajoy no puede esperar una resolución meteorológica de esta grave crisis. Esa manera suya de reducir la política a la metáfora climática, convencido de que tras la noche hay un amanecer y de que cuando llueve, aunque sea a cántaros, al final la tormenta amaina. Seamos serios, señor Presidente. Una parte muy significativa —por posición y responsabilidad— había convertido lo público en una fiesta de charanga y pandereta, donde el bostezo no era hastío sino sopor embriagado de ambición desmedida. "Como la náusea de un borracho ahíto /de vino malo, un rojo sol corona / de heces turbias las cumbres de granito".
La España seria se toma los problemas en serio. Y sus soluciones, también. La responsabilidad de los políticos y de las fuerzas políticas en este momento grave, tal y como lo reafirman todas las encuestas, es inexcusable. Y a cada uno según su responsabilidad, sea Gobierno u oposición. Y es evidente que Mariano Rajoy tiene la mayor, por ser el presidente del Gobierno y del PP. Cuando las cosas se complican, Rajoy responde, elusivo y guasón, con un "llueve mucho". Pues sí, hay un chaparrón total. Está empapado. Y la España de pandereta no puede ser la solución, sino "una España implacable y redentora" que exige seriedad. Pero de verdad.
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