Vida de una mujer detective
La profesión está más controlada por las autoridades después del escándalo de Método 3
Si pasar desapercibido es uno de los atributos esenciales de un buen detective privado, Melody lo tiene. Lejos de cualquier ideal literario o cinéfilo, esta mujer de pelo castaño y 37 años reconoce que nadie imagina nunca su oficio. "Soy una tía muy natural, no se nota que me dedico a lo que me dedico, cuando quiero ser muy simpática consigo cosas. Siendo chica es más fácil, tenemos más sensibilidad, más tacto, usar eso en la calle es importante", dice.
En sus siete años de carrera se ha dedicado a temas laborales, conyugales, de competencia desleal y búsqueda de personas, la parte más difícil. "Cuando hay familias que se rompen de repente es duro; por ejemplo, una chica busca a su padre y piensas que podrías estar tú en su posición". Muchos casos se resuelven, como el de una madre que se reencontró con su hijo en el aeropuerto de Barajas después de años separados —el chico fue encontrado en Francia—. Otros acaban de una forma traumática para el cliente, padres, madres o hermanos localizados, pero que murieron hace años.
A veces, la Policía Nacional solicita la colaboración de detectives privados. Melody participó en la búsqueda de una menor. "Si sigue viva tendrá 16 o 17 años, pero no logramos encontrar nada, ni trazar ninguna línea de investigación. Como si hubiese traspasado una pared y hubiera desaparecido. No se sabe nada de ella", afirma.
En España hay 1.800 detectives privados en activo y más de 4.000 licencias. Temas laborales, económicos y de empresa, compañías de seguros y familiares son los cuatro grandes tipos de casos e incluyen la investigación de bajas fingidas, competencia desleal, fugas de información, siniestros fingidos, fraude a seguros y situaciones derivadas de divorcios o separaciones como pensiones compensatorias o cuidado de los hijos. El título se consigue después de obtener una diplomatura de tres años en la que se aprende derecho constitucional y penal, criminología y policía científica.
"Nos llaman para auténticas barbaridades. Tuvimos el caso de una madre que llevaba a su hijo al colegio en un Ferrari y otra madre quería saber si ese coche estaba a su nombre. La mujer me contaba: 'Es que no se dedica a nada, no le pega'", dice Melody. Son frecuentes los casos de parejas que quieren conocer las conversaciones de WhatsApp de su cónyuge o ponerle un micrófono en el coche. "Siempre les contestamos lo mismo. Eso es ilegal y no se puede hacer".
Las consecuencias de Método 3
"Después de las noticias aparecidas en prensa sobre el caso de Método 3, la Ley de Seguridad Privada de 2014 integró algunos aspectos con los que no estamos de acuerdo, como un excesivo control de nuestras actividades y una limitación de investigación en algunos campos, pero esperamos que el reglamento de próxima publicación zanje estas cuestiones", dice Vicente Delgado, detective privado y presidente de la Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE).
Desde Método 3, la Brigada de Seguridad Privada de la Policía Nacional realiza controles rutinarios y aleatorios de los casos que llevan los despachos de detectives
La conversación grabada ilegalmente en un restaurante de Barcelona por la agencia de detectives Método 3 entre Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP catalán, y Victoria Álvarez, expareja del hijo mayor de Jordi Pujol, destapó los manejos en la sombra del mundo político y también del de los detectives. "La profesión de detective sigue estando basada en la discreción absoluta sobre los temas que se llevan a cabo y la escrupulosa legalidad", afirma Delgado.
Desde entonces, la Brigada de Seguridad Privada de la Policía Nacional realiza controles rutinarios y aleatorios de los casos que llevan los despachos de detectives. Estos deben tener un libro de registro con todos los expedientes que tienen abiertos. "A raíz del bombazo de Método 3 estamos todos los despachos muy vigilados, cosa que se agradece porque hay mucha piratería. Hay mucho intrusismo. Cualquiera que se compra una cámara oculta piensa que ya es detective", dice Melody.
En el céntrico despacho en el que trabaja en Madrid, Melody enseña una foto de la Vespa color rosa chicle de 125 centímetros cúbicos que utilizaba antes para hacer los seguimientos. Ahora tiene una Kawasaki de gran cilindrada. Ha aprendido el oficio desde una lejana tarde en Sevilla, su ciudad natal, en la que se estrenó con la búsqueda de un hombre al que su mujer quería investigar por sospechas de infidelidad. "Es un trabajo de muchísimas horas. Al doblar una esquina, el hombre se esfumó y dimos como cincuenta vueltas a la manzana. Al final encontré su coche en un aparcamiento público y ahí esperé a que volviera", recuerda.
El trabajo incluye viajes al extranjero y, muchas veces, poco espacio para la vida personal. Melody y unos compañeros pasaron la Nochevieja en Estambul siguiendo a un hombre. Esa noche un terrorista atentó contra el club Reina de la ciudad dejando 39 muertos y 69 heridos. "Decidimos volvernos a España —dice—. Ser detective no es solo perseguir cuernos, afortunadamente".
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