Fallece Tahereh Dabbagh, una iraní con mando en tropa
Es la única mujer cuyo nombre figura entre los fundadores de los Guardianes de la Revolución, los Pasdarán
Ha muerto Marzieh Hadidchi, más conocida como Tahereh Dabbagh, la única mujer en la historia reciente de Irán que ha tenido mando en tropa. Para encontrar un precedente, hay que remontarse a Artemisia de Caria, quien dirigió sus naves en el siglo V antes de Cristo, como sátrapa persa durante la segunda guerra médica.
Dabbagh falleció el pasado 17 de noviembre a los 77 años en Teherán. Originaria de Hamedán, una ciudad del oeste iraní, era hija de un herrero que se convirtió en librero que impartía clases de ética islámica, pero se oponía a que su hija estudiara en escuelas de currículo occidental. Así que la muchacha tuvo que conformarse con asistir a clases tradicionales de Corán, textos islámicos y literatura clásica persa. A los 14 años se casó con Mohammad Hassan Dabbagh, con quien se trasladó a Teherán, donde siguió sus estudios en los seminarios y conoció a los seguidores del ayatolá Jomeiní que luchaban contra la monarquía Pahlaví. “Vigilaba de cerca los vaivenes en la entrada de los palacios de Saadabad, disfrazada de mendiga (…). También llevaba en mi coche a los combatientes vestidos con chador y burka hasta Zahedan [ciudad del sureste] para entregarlos al traficante que los iba a pasar a Pakistán; cada vez que nos acercábamos a un puesto de control oía los latidos de mi corazón”, recordaba Hadidchi, quien siempre se presentaba como señora Dabbagh en señal de respeto a su marido, que la apoyó mucho en su lucha.
Cuando la policía secreta del sah, la temida SAVAK, la detuvo en 1974 junto con su hija de 14 años, las torturó de tal forma que terminaron en el hospital. Dabbagh logró escaparse con la ayuda de sus camaradas que le consiguieron un pasaporte falso y se exilió en Reino Unido, para luego viajar a Francia, donde conoció a los opositores islamistas en el exilio. Fue entonces cuando se unió a la causa palestina y bajo el auspicio de Musa Sadr, un destacado líder religioso chií irano-libanés, viajó a algunas bases en Líbano y Siria, en especial a un campamento cerca de Nabatieh para aprender las tácticas de la guerra de guerrillas. Guardaespaldas de JomeiníEsa preparación influyó sin duda en que cuando unos meses antes de la revolución iraní, el exiliado ayatolá Jomeiní se instaló en Neauphle-le-Château, a las afueras de París, sus seguidores pidieran a Dabbagh que viajara a Francia para ocuparse de las tareas de la casa del clérigo. En realidad, su responsabilidad fue mucho mayor ya que ejerció de guardaespaldas y también vigilaba todos los alimentos del ayatolá para impedir un posible envenenamiento.
Dos semanas después de la victoria revolucionaria, en 1979, “la hermana Dabbagh”, como todos se referían a ella, volvió a Irán y fue nombrada jefa de la cárcel de mujeres. Es la única mujer cuyo nombre figura entre los fundadores de los Guardianes de la Revolución (los Pasdarán). Dabbagh se encargó de la formación de ese ejército de su ciudad natal, que luego se convirtió en la sede del mando del oeste del país y así ella pasó a ser la primera comandante de ese cuerpo y en calidad de tal participó en la guerra contra los separatistas kurdos y el Ejército iraquí, e incluso fue herida en el campo de batalla. También fue miembro del Parlamento durante dos legislaturas consecutivas (1984-2000) como diputada electa por Teherán y Hamedán. En calidad de tal, formó parte de la delegación que, en enero de 1989, viajó a la Unión Soviética para entregar una carta de Jomeiní al entonces presidente Mijaíl Gorbachov, quien la llamó “la madre de la revolución”. Protagonizó entonces un gesto polémico. Dabbagh dio la mano al mandatario soviético, algo prohibido por las estrictas normas morales de la República Islámica. “No quería decepcionar a Gorbachov”, justificaría luego.
En otro ejemplo de pragmatismo, que también generó controversia, se descubrió que trabajaba de noche como taxista irregular. “Al dejar el Parlamento, ya no disponía del sueldo con el que mantenía a familias necesitadas, así que recurrí a esa fórmula para seguir manteniéndolas”, explicó en una entrevista. Mantuvo estrechas relaciones con Zahra Mostafaví, hija del ayatolá Jomeiní, con quien en 1987 fundó la Asociación de las Mujeres de la República Islámica que 10 años más tarde fue una de las organizaciones reformistas que apoyó la presidencia de Mohammad Jatamí (1997-2005). Este le impuso la medalla nacional al altruismo. Aun así, ella mantuvo sus diferencias ideológicas con los reformistas. Aunque respaldó la candidatura de Mir Hossein Musavi en las presidenciales de 2009, tras las protestas poselectorales se distanció del Movimiento Verde. El pasado viernes por la mañana fue enterrada en uno de los patios del mausoleo del ayatolá Jomeiní, al sur de Teherán.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.