Señoría, han llegado los manifestantes
El sábado, a eso de las siete de la tarde, es probable que un ujier del Congreso entre en el hemiciclo, se dirija hacia la bancada de Podemos y le diga a Pablo Iglesias: “Señoría, han llegado los manifestantes”. El diputado Iglesias posiblemente se levantará y hará una señal a sus compañeros para que, de acuerdo con el ritual elegido para la ocasión, se levanten y salgan a saludar a los de la “mani” que rodea el Parlamento.
Todavía no se sabe si saldrán todos los representantes de Podemos y sus aliados o solo una representación “técnica” (la medida actual fijada por el PSOE está en 11 diputados). Tampoco está claro si el grupo de los errejonistas se prestará a participar en el espectáculo y si durante el paseíllo realizarán alguna actuación como las que nos tienen acostumbrados (pancartas, camisetas, puños en alto...).
Una vez fuera, el grupo encabezado por Pablo Iglesias y Alberto Garzón se acercará a la Plaza de Neptuno y saludará a no se sabe quién. La protesta (bajo el lema de “ante el golpe de la mafia, democracia; no a una investidura ilegítima”), ha sido convocada por la Coordinadora 25-S, que incluye a diversos grupos sociales y políticos (incluidos Bildu e Izquierda Castellana) y aunque no conste el apoyo de Podemos, cuenta con su simpatía como han declarado sus líderes.
No está decidido el tiempo que Iglesias, Garzón y algunos diputados más participarán en la protesta y si se sumarán al grito que consta en los panfletos de convocatoria: “Frente a un Congreso vacío de democracia, oponemos nuestras plazas llenas de lucha”. Después de un rato escuchando, o incluso gritando, lemas contra la legitimidad del Congreso (o sea, contra ellos mismos), volverán a sus escaños, probablemente con otro numerito marca de la casa, a continuar con su labor “vacía de democracia”.
El problema de Podemos es que, a estas alturas, sigue sin saber dónde está. ¿En la calle insultando a los representantes elegidos democráticamente o en las instituciones? Además, el fracaso electoral del 26-J (cuando no consiguieron superar a un PSOE en caída libre), les ha partido en dos. Y cuanto más quiere templar la situación Íñigo Errejón, más agresivos y radicales se vuelven Iglesias y sus más fieles.
Esa doble alma es su peor enemigo para romper el techo electoral contra el que rebotaron en junio y le resta cualquier fiabilidad para poder formar un Gobierno de progreso con un PSOE que sabe que Podemos no quiere compartir, sino ocupar su espacio.
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