Las 12 horas que decidieron la caída de Pedro Sánchez
La jornada dejó un partido fracturado entre partidarios y detractores del secretario general dimitido
El comité federal más convulso del PSOE se decidió, tras un pulso enconado de más de 12 horas entre los partidarios y contrarios a Pedro Sánchez, con la renuncia del secretario general “en funciones”. La solución de los ganadores fue la segunda gestora al máximo nivel del partido desde la salida voluntaria de Joaquín Almunia en 2000. Cientos de personas se agolparon en Ferraz nada más conocer el resultado en una jornada de vértigo.
A las 8.30 ya había problemas para circular por Ferraz. A esa hora ya habían entrado los principales líderes territoriales del PSOE. Susana Díaz y otros presidentes autonómicos, como Guillermo Fernández Vara (Extremadura), evitaban los gritos de los partidarios de Sánchez en las puertas de Ferraz entrando por el garaje, del que los simpatizantes del secretario general “en funciones” no estaban tan pendientes. El secretario de Organización de esa Ejecutiva, César Luena, también accedió por allí a la sede federal.
Sobre las 9.15 ya con 15 minutos de retraso sobre la hora prevista, la puerta del garaje se bajó. Dentro, en el patio al final del edificio que alberga la sede socialista, Díaz dialogaba con representantes de las distintas federaciones. Por ejemplo, de tú a tú como hizo con Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, o acompañada en ocasiones de Ximo Puig y Emiliano García-Page. Los presidentes de la Comunidad Valenciana y de Castilla-La Mancha, que el miércoles renunciaron a la ejecutiva, declinaron la acreditación que les fueron a dar como miembros de la dirección y pidieron una distinta (podían acudir como secretarios generales de sus respectivas federaciones). Los portavoces en el Congreso y en el Senado, Antonio Hernando y Óscar López, también se vieron con la presidenta de Andalucía.
Entretanto, el medio centenar de manifestantes que había a primera hora de la mañana apostado en Ferraz, no distinguía, salvo excepciones, a los dirigentes socialistas partidarios o críticos con Sánchez que entraban por la puerta principal de la sede. Como muestra, los gritos y reproches a José Antonio Pérez Tapias, líder de Izquierda Socialista, pese a que había calificado la dimisión de 17 miembros críticos de la ejecutiva federal para forzar la salida de Sánchez de “rebelión antidemocrática”. Lo mismo le ocurrió a Francina Armengol: la presidenta de Baleares es la única de los siete dirigentes autonómicos favorable a la propuesta de Sánchez de intentar un Gobierno alternativo. Iceta fue de los pocos que se salvó de los improperios. El primer secretario del PSC fue recibido entre aplausos y gritos de “¡Pedro!”.
Pasadas las 9.30, la Policía Nacional montó un cordón de seguridad para separar a los simpatizantes y curiosos una decena de metros de los periodistas, que por cuarto día consecutivo no entraron a la sede del PSOE. Una hora mas tarde la autodenominada como Ejecutiva “en funciones”, formada por Sánchez y los otros 17 miembros de la dirección que no renunciaron el miércoles, tomaban asiento en el lugar habitual. Cuando parecía que los representantes de los fieles y críticos con Sánchez ya habían acordado “las reglas del juego” llegó el primer receso del día, de 30 minutos.
La tensión entre el gentío apostado en la calle Ferraz aumentó en ese momento con la salida de varias docenas de delegados del comité federal camino a algunos de los bares cercanos a tomar un refrigerio. “¡Pedro, sí! ¡Susana, no!”, clamaban a las puertas de Ferraz, dejando un estrecho pasillo a quienes se decidían extramuros de Ferraz.
El regreso de los delegados socialistas a la sala de Ramón Rubial, uno de los espacios más solemnes de Ferraz, convertido ayer en arena entre los dos bandos que midieron sus fuerzas en una jornada de órdago, no tuvo ningún efecto inmediato. La mayoría de los presentes intercambiaban opiniones en corrillos, algunos entre intermediarios de los dos bandos a la búsqueda de un mínimo consenso. El comité parecía que por fin comenzaba a las 12.05. Falsa alarma. La división sobre el orden del día y el censo de los asistentes al comité federal, determinante en el resultado de una votación, como se comprobaría ocho horas después.
El siguiente avance, en un día marcado por la interpretación de los estatutos del PSOE y el reglamento de sus distintos órganos, fue la confirmación de que no había cambios entre los componentes de la mesa del comité federal. Su presidenta seguía siendo Verónica Pérez, secretaria general del PSOE de Sevilla y de la confianza de Díaz y que el jueves se había proclamado, sin base reglamentaria, como “la única autoridad del PSOE”.
El enfrentamiento más tenso en la mesa, donde los partidarios de Sánchez eran mayoría dos a uno, se produjo cuando Pérez insistió en la votación del informe de los tres vocales de la comisión federal de ética y garantías, que desautorizaba a la ejecutiva de Sánchez. Rodolfo Ares, segundo de la mesa, defendió que la presidenta no podía someter a votación tal cosa porque no tenía mayoría en el órgano.
Un nuevo receso, sin que todavía se hubieran cumplido las 13.00, añadió más suspense a la jornada. Para entonces la crisis del PSOE atraía a más y más gente. Los beneficiados del día fueron sin duda los negocios de hostelería de los alrededores de la sede socialista, repletos de políticos, ciudadanos corrientes y reporteros. A las 15.00 la actividad en el comité federal era de tal intensidad que 150 delegados, la mitad de sus miembros, solicitaban intervenir en el órgano, una cifra imposible de gestionar.
Pasadas las 16.00 se producía un nuevo receso. El tercero de la jornada. Los delegados consultados de ambos bandos no se ponían de acuerdo siquiera en si era de media hora o indefinido. Al final la reunión se retomó una hora después. Entre medias se produjo uno de los momentos más tensos del día: una docena de manifestantes persiguieron a Simón Casas, del PSOE de Teruel, uno de los pocos socialistas en el interior de la sede del PSOE que se atrevió a salir a la calle. El acoso terminó un centenar de metros más tarde, con el socialista refugiándose en una cafetería. “¡Nos vamos a Podemos!”, le increpaba un hombre muy alterado. Clientes del bar impidieron la entrada al mismo a los autores del escrache. “Gente con este nivel de agresividad no la queremos aquí”, escribió Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, en Twitter.
Tras horas y horas de debate los acontecimientos se aceleraron sobre las 18.00. Los partidarios de Sánchez se pusieron a votar en urna la celebración de un congreso frente a la oposición del otro sector. La votación se interrumpió y los críticos dieron su golpe de efecto presentando alrededor de 130 firmas para forzar una moción de censura, muy por encima del mínimo del 20% exigido. Es más, según distintas fuentes, de ambos lados, daban la mayoría necesaria para aprobar una moción. No se llegó a ese extremo y, finalmente, todo se decidió en la votación, por llamamiento, para aprobar o no un congreso extraordinario para elegir al secretario general en primarias. Sánchez la perdió.
A las 20.21, Sánchez presentó su dimisión como secretario general “en funciones”. Había perdido la votación en la que esperaba que se aprobara un congreso extraordinario para elegir al líder del PSOE. El resultado oficial, conocido diez minutos antes de que presentara su renuncia, dio la mayoría a los críticos con 132 votos frente a 107. El siguiente paso era la composición de una gestora, el objetivo con los vencedores habían llegado a Ferraz. “Como avisé si perdía la votación, anuncio mi dimisión como secretario general”, se despidió Sánchez. “Hoy más que nunca, hay que estar orgulloso de militar en el PSOE”, apostilló tras mostrar su “apoyo leal” a la comisión gestora. Detrás quedaba una jornada de más de 12 horas marcada por la fractura entre sus partidarios y detractores casi a partes iguales. Y, sobre todo, un PSOE descosido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.