Coser un partido roto o zurcirlo
El relato de la reunión es algo que los socialistas deberían hacer olvidar cuanto antes
Tuvieron que pasar once horas para que los 253 miembros del Comité Federal del PSOE pudieran votar algo. Lo que estaba en juego no era otra cosa que el liderazgo de Pedro Sánchez tras cuatro fracasos electorales sin asumir su responsabilidad y la amenaza de otra caída en las urnas en diciembre. Y el secretario general perdió claramente frente a los críticos. Ya había perdido la legitimidad a lo largo de los últimos días y salió derrotado democráticamente en el máximo órgano de decisión socialista entre congresos.
Sánchez asumió, por fin, la responsabilidad de dimitir de su cargo en un gesto que le honra, aunque le ha costado tomar. Él y su equipo han intentado permanecer en el puesto, contra viento y marea, llegando incluso a plantear de forma torticera que el debate no era otro que “o Rajoy o yo”. Y no se trataba de eso, sino de enderezar el rumbo cuanto antes e intentar recuperar la posición perdida. Ahora se formará una comisión gestora que deberá dirigir el partido hasta que se convoque un congreso extraordinario. Una gestión complicada, teniendo en cuenta las decisiones que tendrá que tomar en el corto plazo. La primera, la posición que adoptará el PSOE ante una posible nueva votación de investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. La gestora deberá convocar otra reunión del Comité Confederal para que decida qué hacer. Cuanto antes lo hagan, mejor, porque ya se ha perdido demasiado tiempo.
El relato de la reunión es algo que los socialistas deberían hacer olvidar cuanto antes. En la calle de Ferraz se montó una claque convocada por el aparato, que aprovecharon partidarios de IU, Podemos e incluso del PP para crear tensión. El sector oficialista volvió a prohibir la entrada a la sede a los periodistas y llegó a tintar los cristales de la puerta en un ejercicio de opacidad indigno de un partido democrático. Y dentro, el espectáculo, tuiteado por muchos de los presentes, era más propio de una asamblea en la universidad o del viejo filibusterismo (“obstrucción parlamentaria”, según el Diccionario de la Real Academia), que del debate ideológico que esperan militantes, simpatizantes y votantes del PSOE.
Después de meses de crisis, ni “pedristas” ni “susanistas” han conseguido evitar el enfrentamiento directo y público que ha causado heridas que tardarán años en cicatrizar. Sánchez deja un partido dividido y en su peor momento electoral de la historia. Por lo menos, la votación de ayer y su retirada evitó una escisión que hubiera podido acabar con 137 años de historia. Ahora toca que los perdedores asuman su derrota y que los vencedores consigan atraerles para un nuevo proyecto que sea capaz de ilusionar a todos. La tarea no es fácil. Es el momento de coser, como dijo Susana Díaz, pero no a navajazos con casi acaban ayer.
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