La misión imposible de Alonso
El PP vasco se aferra a la Constitución y el Estatuto para presentarse como “la única alternativa al PNV”
Alfonso Alonso afronta estas elecciones vascas con la misión imposible de convencer al electorado de que el PP es “la única alternativa al PNV” en un País Vasco donde solo distinguen dos visiones políticas: los nacionalistas y el resto. En este bloque se sitúan los populares como los únicos defensores de la Constitución y el Estatuto vasco. Alonso también pone a prueba su tirón personal tras asumir el mando de un partido que sigue en constante proceso de refundación.
En la legislatura anterior al 25-S el PP vasco tuvo tres presidentes. Antonio Basagoiti se marchó en mayo de 2013 tras perder tres escaños en los comicios autonómicos de 2012 (de 13 escaños se quedó con 10). Le sucedió Arantza Quiroga, que quiso darle un giro completo a las siglas, hasta que decidió abandonar en octubre de 2015 cuando comprobó que muchos compañeros le daban la espalda. Y después llegó Alfonso Alonso para encauzar el discurso político por donde solía: constitucionalismo a ultranza y cero concesiones al nacionalismo.
Los populares vascos recibieron 130.000 votos en 2012, el 11,7%, muy lejos de su techo electoral de 2001 cuando acumuló el 23,1% de las papeletas (19 escaños). El artífice de aquello fue Jaime Mayor, que sumó 327.000 votos y superó por goleada a un Arnaldo Otegi al frente de Euskal Herritarrok (143.000 sufragios).
Esos resultados son impensables hoy. El candidato a lehendakari Alonso se conforma con repetir los 150.000 votos que el PP obtuvo en las generales de junio pasado, aunque todas las encuestas reflejan otra realidad y no invitan al optimismo.
Mensaje centralista
Los números corroboran que el PP vasco se ha ido desinflando y ya no es lo que era. Borja Sémper, cabeza de lista por Gipuzkoa, opina que “las crisis internas y también los casos de corrupción” están pasando factura. Alonso sostiene que son víctimas de “la voracidad del PNV por acumular poder”. Aún escuece la pérdida de Vitoria tras las municipales de 2015, cuando los peneuvistas desbancaron a Javier Maroto con el apoyo de EH Bildu y Podemos.
Por eso la insistencia de Alonso en presentarse como “el contrapeso del PNV”, como el “dique de contención” al nacionalismo. “Somos un partido moderado, de centro-derecha, de corte liberal, que mira a Euskadi con las puertas abiertas a España y a Europa”, dice Sémper. Alonso repite en campaña que la Constitución y el Estatuto de Gernika son sagrados y fuera de eso solo hay “riesgo de división y enfrentamiento entre los vascos”.
A Iñigo Urkullu, candidato del PNV a repetir como lehendakari, le irrita la defensa que los populares hacen del actual modelo de autogobierno: “El PP defiende ahora el Estatuto cuando ni siquiera lo cumple. Esto es algo que hay que denunciar. Es un fraude a la sociedad vasca. En la legislatura pasada hubo 37 conflictos competenciales entre el Gobierno vasco y el español. Fue un proceso de laminación del Estatuto”. Alonso lanza de vez en cuando guiños a las filas de Ciudadanos con un mensaje centralista de “más integración de Euskadi en España”. “Hay que levantar los puentes rotos por los nacionalistas”, dice.
El PP vasco ha enterrado el plan diseñado por Quiroga con aquella moción en la que abogaba por que su partido pasara de la “resistencia” ante ETA a promover acuerdos por la convivencia incluso con Bildu. Se fue pidiendo a sus compañeros que arriesgaran, tuvieran una “mirada valiente” para “sembrar semillas de convivencia”.
La actual dirección está en otra clave. Alonso aplaudió que a Otegi le impidieran presentarse el 25-S porque lo contrario suponía “blanquear el pasado terrorista”. Dio muestra de la rigidez de sus esquemas políticos cuando se hizo un silencio infinito de cinco segundos después de negarle a Pilar Zabala (Podemos) su condición de víctima del terrorismo.
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