Casas del pueblo en el siglo XXI
El modelo socialista vinculado a los orígenes del movimiento obrero se reinventa
El “día más feliz” de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE y de UGT, fue, según sus propias palabras, el 28 de noviembre de 1908. En esa fecha inauguró la primera casa del pueblo de los socialistas en Madrid. Una placa en la calle Piamonte recuerda, en el mismo lugar donde ahora abre una tienda de motos, en los bajos de un bloque de viviendas anodino, su significado para el movimiento obrero español como espacio de encuentro y formación.
El modelo, tras alcanzar su punto álgido los años previos a la Guerra Civil —la dictadura franquista se incautó de numerosas propiedades—, se encuentra en entredicho. Su supervivencia depende de su adaptación a las necesidades del siglo XXI, con el agravante de la revolución digital y el desdén en las grandes ciudades.
“Las casas del pueblo no son algo del pasado, son cosa del presente”, defiende María Luisa Carcedo, senadora del PSOE. “Siguen vigentes, aunque su uso sea distinto al que jugaron como centros de extensión del socialismo mientras cubrían de forma gratuita servicios propios del Estado de bienestar, como enseñar a leer y escribir”, explica.
La labor pedagógica y de difusión de ideas se compagina con actividades que eviten la estigmatización de las personas con necesidades. Así, las funciones fundamentales de las casas del pueblo, ajenas a la política, son las de banco de alimentos, la celebración de debates vecinales, el asesoramiento laboral, la bolsa de empleo, el asesoramiento a inmigrantes o los cursos de idiomas.
Lejos de la cultura del PP
Que las casas del pueblo son un fenómeno ligado al PSOE lo refleja que tenga 4.395 y no sean una “cultura” que practique el PP, asienten cargos populares consultados. Tampoco son una de las prioridades de los nuevos partidos, aunque Podemos, que cuenta con centenares de círculos o agrupaciones de simpatizantes, también le otorga importancia a las sedes sociales. Se llaman moradas y, a través de la organización de actividades culturales, buscan ser espacios que trasciendan la militancia. La formación liderada por Pablo Iglesias ya tiene moradas en algunas de grandes ciudades como Madrid o Bilbao y está a punto de abrir una en Valencia.
La morada de la capital se inauguró el pasado otoño en el distrito de Arganzuela, y bajo la dirección de Jorge Lago, uno de los fundadores de Podemos, se ha convertido en un punto de encuentro de los vecinos y uno de los lugares simbólicos para las celebraciones del partido. Tras el último debate electoral, antes de las elecciones del 26 de junio, Iglesias y su equipo acudieron allí para animar a los simpatizantes.
“Cuentan con un café-bar donde puedes comer y beber, asistir a representaciones culturales y actividades políticas, adquirir merchandising o libros y revistas de actualidad política y cultural”. Esta es la filosofía de las moradas, que además de una intensa programación de debates, talleres, conciertos o exposiciones, también ofrecen espacios de trabajo compartido (coworking). La cuota asociativa, de carácter voluntario, es de 18,30 euros mensuales.
La proyección de Podemos se debe en buena medida a su arraigo en el territorio. Y ese arraigo tiene que ver, desde el nacimiento del partido, en enero de 2014, con los círculos que vertebran la organización. Se trata de agrupaciones locales o temáticas de simpatizantes que empezaron a surgir de forma espontánea y desordenada, tanto que la dirección aún no ha logrado elaborar un mapa preciso. Los responsables de Podemos pusieron en marcha un protocolo de validación de círculos para evitar duplicidades o experimentos fuera de control. En cualquier caso, salvo en las grandes ciudades, la formación no ha sido todavía capaz de contabilizarlos. El secretario de Organización, Pablo Echenique, muy implicado en el proceso de reactivación de las bases del partido, estimó en la última reunión del consejo ciudadano, máximo órgano de dirección, que puede haber entre 1.000 y 2.000 círculos.
Aun así, se trata de espacios cruciales para el partido, porque representan su espíritu fundacional y ofrecen a las bases cauces para debatir y comunicarse más allá de la web de Podemos, donde hay alrededor de 400.000 inscritos que no pagan cuotas de afiliación, aunque solo la mitad pueden considerarse activos. ¿Qué hacen los círculos? Ayudan las direcciones municipales en las campañas electorales y en la organización de actos y elevan propuestas a la cúpula.
El ejemplo de Alcalá
La sede en Alcalá de Henares, donde el PSOE cuenta con su mayor agrupación en la Comunidad de Madrid con unos 600 simpatizantes —el 79% de este tipo de espacios no superan los 49 militantes y solo el 5% rebasa los 200 afiliados, lo que evidencia su peso en el medio rural— es un buen laboratorio de esa búsqueda de respuestas.
Para convertirla en un espacio atractivo, sus responsables destacan sus servicios gratuitos, como una biblioteca abierta al público —sus volúmenes, donados, no solo son políticos— o la posibilidad de que los colectivos o asociaciones municipales puedan reunirse en alguna de sus salas de forma gratuita, incluida la conexión a Internet.
“La intención es que sean lugares abiertos, de encuentro, no solo de trabajo político”, explica Javier Rodríguez, el alcalde y secretario general del PSOE en la ciudad madrileña. “Para eso es importante una actividad periódica, regulada, que susciten debates que interesen a la gente, sin descuidar la labor social”, resume. En este sentido, más de 400 casas del pueblo son receptoras de alimentos y otras tantas de material escolar y de juguetes, según los datos facilitados.
Gastronomía y montañismo en los batzokis
El PNV cuenta con unos 180 centros de reunión (batzokis),la gran mayoría recuperados tras la dictadura. Mantienen una parte "interna" donde se desarrolla la actividad política y organizativa del partido y una zona "más abierta" a la sociedad, generalmente con bar y restaurante.
En su seno se crearon grupos de danzas vascas y montañeros, que después se transformaron en asociaciones o fundaciones que hoy todavía funcionan por su cuenta. Además, los batzokis siempre han tenido fama de servir muy buenas comidas.
Los nacionalistas vascos se reúnen desde los tiempos de Sabino Arana en sus locales —el primer batzoki se inauguró en 1894 en el Casco Viejo de Bilbao— para preparar las elecciones y adoctrinar a sus militantes y simpatizantes. "Siempre fueron, y así se mantienen, como un lugar de encuentro entre nacionalistas y no nacionalistas", explica Joseba Aurrekoetxea, responsable de Organización del PNV.
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