La realidad y el enredo
Ha crecido hasta rozar el 60% el número de catalanes que no votaría en ningún caso a Convergència
Convocaron unas elecciones dándoles el valor de un referéndum; acudieron en coalición no diré contra natura, porque la naturaleza no existe en política, pero sí contra su propia historia; se juntaron por el sí y juraron que con una mayoría de votos emprenderían el camino unilateral a la independencia; quedaron con la boca abierta al comprobar que la suma de votos obtenidos juntos era menor de la que habían alcanzado en convocatorias anteriores por separado; salvaron su confusión pidiendo socorro a un vecino que no había ido a las elecciones enarbolando la bandera de la independencia y que, en sus primeras conclusiones, afirmaba que el referéndum había sido un fracaso. Y liándose la manta a la cabeza firmaron con tal vecino un pacto que les permitió entrar en el Parlament eufóricos, proclamando el triunfo del referéndum: ya podían declarar la independencia.
No atendieron al refranero popular: quien mal anda, mal acaba. Y mal andar fue iniciar la escalada a la cima apoyándose en las muletas de la CUP que, por lo demás, tampoco les proporcionaban la ansiada mayoría de votos: sin o con la CUP nunca llegaron a alcanzar aquella mitad más uno que era la meta establecida por su jefe para cantar victoria.
Siguieron adelante tras quitarse de encima al líder carismático. Pero los hechos acaban siempre por exigir la parte que les corresponde incluso en las comedias de enredo. Y los hechos son que Convergència se encuentra al borde de la quiebra, Esquerra sigue con su raca raca, y la CUP, que siempre irá a lo suyo, se divide por la mitad, como es norma en los movimientos asamblearios. ¿No sería mejor aceptar la realidad, entender que un proceso de independencia requiere mayorías claras y negociaciones arduas; que no se escinde una sociedad ni se quiebra una larga historia sin grandes costes que pagar y sin romper antes vínculos seculares?
Mientras se lo piensan, ha crecido hasta rozar el 60% el número de catalanes que, según informa el CIS, no les votarían en ningún caso y ha caído por los suelos el número de diputados que enviarán a las Cortes generales. Vamos a echarles de menos.
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