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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ahora, o tras las elecciones

Habrá gran coalición, con Rajoy o sin él. La cuestión es cuándo

Tras el intento fallido de un Gobierno del PSOE con Podemos y Ciudadanos ha habido un cierto consenso en la idea de que ya solo una fórmula que implique al PP puede desbloquear la situación. La duda es si conviene intentarlo antes de mayo, para evitar la repetición de elecciones, o dar estas por inevitables y hacerlo después, con resultados y liderazgos actualizados.

Para el PSOE, y también para Ciudadanos, pactar con el PP, incluso sin Rajoy, supone un riesgo considerable, sobre todo por las dificultades para explicarlo después de las cosas que se han dicho; pero un riesgo menor que el que supondría pactar un Gobierno con Pablo Iglesias dentro. Es decir, con un partido cuyo líder “no es de fiar”, según el portavoz del PSOE, y que de entrada se autoproclama vicepresidente responsable último de los aspectos más directamente relacionados con el poder, y con un detallado programa sobre cómo utilizarlo para garantizar su continuidad.

Los posibles acuerdos programáticos pesan menos que las divergencias de fondo que esas actitudes y planteamientos revelan. Por ello, acertó Pedro Sánchez al elegir como primera opción de pacto a Ciudadanos. Aparte de ser una combinación que conectaba con la mayoría moderada del electorado, la suma de ambos partidos, 130 escaños, le permitía negociar desde una posición de fuerza como formación con más apoyos acreditados. Pero para hacerlos operativos tenía que pactar alguna forma de acuerdo (respaldo o abstención) con Podemos o con el PP.

Fue un error de Rajoy negar cualquier posibilidad de alianza constitucionalista (PP-PSOE-Ciudadanos) si él no era el presidente; pero tampoco acertó Sánchez al atarse las manos descartando con énfasis innecesario cualquier pacto con el PP. Incluso si era sincero al intentar concertarse con Podemos, su poder de atracción dependía en parte de mantener abierta la posibilidad de contar con una alternativa. Pese al aparentemente definitivo abandono de la fórmula de tripartito con Podemos dentro, Sánchez ha insistido en ella, pidiendo a Iglesias y a Rivera que retiren sus respectivastrabas a fin de posibilitar un pacto que ponga fin “al Gobierno de la vergüenza”.

No negociar con los independentistas o condicionar el acuerdo con los de Iglesias a que retirasen su compromiso de convocar un referéndum sobre la independencia de Cataluña, tenía sentido por razones de principio y prácticas. Pero aplicar el veto al PP significaba transmitir el mensaje de que el PSOE no podría conformar una mayoría de gobierno salvo con el apoyo de Podemos. Con esos antecedentes, ¿de qué podrían hablar Sánchez y Rajoy si por fin deciden verse antes de que venza el plazo?

Ha dicho Sánchez que solo de pactos de Estado. Pero el principal pacto de Estado pendiente es el requerido por el secesionismo catalán, que el futuro Gobierno, con o sin elecciones, se encontrará sobre la mesa. Que Rajoy y Sánchez, que comparten lo esencial sobre ese problema, pactasen una respuesta de Estado sería lo más lógico. No solo la respuesta legal; también la política, recogiendo el principio de que no hay que votar para romper sino acordar para votar, formulado por Sánchez. Referéndum sobre lo acordado, la reforma del Estatut, y no en lugar del acuerdo; y partiendo de una reforma constitucional que le diese cobertura. Para la que el PP sería imprescindible.

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