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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Qué piensan los electores

El 20-D los españoles optaron por un cambio en dos tiempos, en vez de la ruptura que proponían algunos

Los políticos siempre utilizan la opinión de sus electores para justificar sus propuestas o sus decisiones. Es una máxima de todos los líderes; de derechas o de izquierdas, nuevos o viejos, independentistas o constitucionalistas. Todos dicen que no pueden defraudar a los que les han votado, aunque hayan perdido millones de votos o cuando al cabo del tiempo se vayan a olvidar de sus promesas electorales.

Desde el 20 de diciembre, los principales protagonistas de los posibles pactos para formar Gobierno están haciendo su propia lectura de los resultados y de los mensajes que les han dado los ciudadanos. Y, en algunos casos, parece que están haciendo trampas en el solitario.

La encuesta que publica este domingo EL PAÍS, realizada por Metroscopia el miércoles y el jueves pasado (en plena vorágine de consultas y declaraciones públicas), aclara meridianamente que los electores de los dos principales partidos políticos (PP y PSOE), no solo no están contentos con la actuación de sus líderes, sino que consideran que las negociaciones para formar Gobierno serían más fáciles si los candidatos no fuesen ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez.

Sí, ya sé que son solo encuestas y que cuando no dicen lo que los políticos piensan es porque hay poca muestra o está mal hecha la cocina. Pero como aquí no hay cocina, ni es bueno dejarse llevar por los deseos puntuales de los políticos, hay algunas conclusiones que confirman la tendencia de los últimos sondeos y de los propios resultados de las elecciones generales de diciembre.

Los ciudadanos llevaban meses (o años), enviando el mensaje de que avanzábamos hacia un final de etapa, en la que no querían mayorías absolutas y sí diálogo y consensos. El 20-D los españoles optaron por un cambio en dos tiempos, en vez de la ruptura que proponían algunos. Y la encuesta de esta semana llama la atención sobre la mala gestión que están haciendo los líderes de los partidos tradicionales en la búsqueda de un Gobierno estable en España, dentro del nuevo escenario político

En ambos casos, una gran mayoría de los encuestados piensa que ni están actuando en línea con lo que necesita España, ni están contribuyendo a facilitar la formación de un nuevo Gobierno, ni está reforzando a su partido de cara al futuro. Es claramente una enmienda a la totalidad, que llega a decir que todo sería más fácil con otros candidatos en el PP y el PSOE.

La encuesta no pregunta sobre la gestión concreta de Pablo Iglesias y Albert Rivera, aunque sí mantiene la serie periódica de enjuiciar a todos los líderes políticos. Curiosamente, el único de los cuatro que sube en aprobación es el máximo representante de Ciudadanos (los otros tres aumentan sus suspensos) y también curiosamente entran en liza una líder del PP, Soraya Sáez de Santamaría, y dos del PSOE, Susana Díaz y Eduardo Madina, que aprueban el examen de los encuestados.

En cuanto a los posibles pactos, la encuesta muestra una fractura similar a los resultados electorales. La opción de un Gobierno del PP (sin Mariano Rajoy) apoyado por Ciudadanos y PSOE, y con un programa de reformas muy detallado, arroja una ligera ventaja del sí sobre el no (incluso en los votantes del PSOE), mientras que un gobierno PSOE-Podemos tendría amplio apoyo de los votantes de ambos partidos, pero una mayoría en contra.

Decía el historiador norteamericano Richard Hofstadter que “la democracia es un equilibrio armónico de frustraciones mutuas”. Aquí y ahora, las frustraciones de nuestros políticos están impidiendo ese equilibrio armónico que necesitaríamos para tener un espacio y un tiempo adecuado para emprender las reformas necesarias.

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