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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La obligación del revolucionario

Pablo Iglesias ha orillado banderas e himnos para ganar: “Cantar ‘La Internacional’ no cambia un país”

Manuel Jabois

En 2010, cuando España ganó el Mundial de fútbol, Pablo Iglesias Turrión (Madrid, 1978) y varios amigos más (“joder, íbamos con España y a mucha honra, pero nos daba cosa salir con la banderita de siempre”) se organizaron para hacer una celebración alternativa en Lavapiés con las banderas republicanas. “Hicimos el ridículo”, dice en un discurso viralizado en Facebook. “Y ocurrió una cosa preciosa: aparecieron un montón de inmigrantes ecuatorianos, subsaharianos, árabes, con la bandera con los colores de los que ganaron la Guerra Civil. Y eso era una manera de darle un bofetón enorme a los fachas: un montón de negros, un montón de árabes y de latinoamericanos haciendo suya la bandera del país. Y nos dieron una lección: no nos vamos a pelear por eso”.

El discurso del líder de Podemos explica que su partido dispute la hegemonía de la izquierda al PSOE. De lo que va a la concentración minoritaria de Lavapiés, en los tiempos en los que él mismo se cocía “en una salsa llena de estrellas rojas”, según las palabras que dedicó años más tarde a IU, a la renuncia a salirse del sistema y asumir los símbolos “aunque tengamos toda la razón del mundo”. En ese discurso habla de patria, cita con cariño a los militares (“un oficial del Ejército del Aire me dijo que algunos de ellos estarían dispuestos a defender la soberanía nacional de la troika”), se lamenta de que al perder la guerra se perdió el país, critica el lenguaje grandilocuente de la izquierda y sus siglas, reconoce que “el Pablo que va a la fiesta del PC puede resultar atractivo para un grupo de gente” pero en otro contexto puede ser uno más para el cambio político (“cantar La Internacional no va a cambiar el país; ya me gustaría a mí, porque yo vengo de eso también”). Y, termina, “la obligación de un revolucionario siempre, siempre, siempre, es ganar”.

El vertiginoso viaje de Podemos a un territorio templado políticamente le ha creado a Iglesias problemas y contradicciones, ha agitado a la derecha, que avisa de su piel de cordero, y traicionado a antiguos correligionarios. Corrigió en campaña todos los síntomas de asfixia que evidenciaba hace un año: esquelético, sobrepasado y cansado, con aspecto de no saber lo que estaba ocurriendo (antes de cumplir un año, a Podemos las encuestas le situaban gobernando España). Asimilada la popularidad, el candidato morado se dedicó con sus íntimos a fabricar una especie de PSOE del 82: un partido del sistema pero destinado, como dijo Guerra de España, a cambiarlo para que no lo reconozca “la madre que lo parió”.

Estas dos semanas, una campaña inteligente (“Remontamos”) generó lo que se pretendía: una atmósfera, Iglesias ha resucitado: los mítines, las emociones, los de arriba y los de abajo, y mucha patria, mucho pueblo, sin separase de su Jemad.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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