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Elecciones Generales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ninguno de los arriba mencionados

Estas elecciones españolas no ofrecen demasiadas alternativas, ya que se dirimen entre dos partidos políticos que son responsables lo sucedido desde los 70

Patricio Pron

A los ingleses les gustan mucho los partidos políticos falsos. Uno de los más populares es el Monstruoso Juerguista Chiflado, que propone que los políticos se pinten de la cabeza a los pies con el color de su partido; otros igualmente conocidos son la Iglesia del Elvis Militante, la Alianza del Oso de Peluche, el Partido de la Ropa Buena y (mi favorito) el Ninguno de los Arriba Mencionados: en los pubs, su mención durante la cobertura periodística de la noche electoral suele ser recibida con vítores.

Crecí en un país bajo una dictadura, por lo que me alegra votar cuando puedo hacerlo: nunca fue tan evidente el carácter revolucionario del voto como durante esos años entre 1976 y 1983 en Argentina, donde, por otra parte (y a pesar de ser obligatorio), este es considerado generalmente un derecho. No es una opinión habitual en Europa (donde, desafortunadamente, ni siquiera es habitual una “idea de Europa” como la que tenemos quienes vivimos voluntariamente en ella), pero la existencia de partidos como los arriba mencionados pone de manifiesto que, al menos en Reino Unido, muchos piensan en la democracia como se suele pensar en una tía anciana: siempre cuenta lo mismo y no estamos seguros de que estemos de acuerdo con sus ideas, pero sabemos que es parte de nuestra vida y eso justifica, al menos, que seamos pacientes con ella.

En esta ocasión, sin embargo, la buena noticia es que es improbable que la vieja tía cuente la misma vieja historia. Al parecer, nunca antes unas elecciones españolas habían tenido un pronóstico tan incierto, lo cual es una magnífica noticia para quien (como yo) tiene dificultades para diferenciar a los dos partidos mayoritarios españoles cuando llegan al Gobierno. El surgimiento de otras fuerzas políticas resulta, en ese sentido, saludable, y es saludable (también) que la política sea discutida en las calles, allí donde se ponen de manifiesto las consecuencias del desempleo, la desigualdad social, el auge insensato del consumo, la corrupción, la destrucción del sistema público educativo y del sanitario, y, en general, décadas de gobiernos de consecuencias tan nefastas que parecen haber sido planificadas de antemano.

A pesar de todo lo cual, y visto desde la perspectiva de quien ha vivido en escenarios políticos más plurales (incluso en un país como Argentina, donde un partido como el justicialista engloba las tendencias más contradictorias), estas elecciones españolas tampoco ofrecen demasiadas alternativas, ya que se dirimen entre dos partidos políticos que son directamente responsables de todo lo sucedido en este país desde finales de la década de los 70, un partido que (como Ciudadanos) constituye una incógnita incluso para sus propios votantes y otra fuerza que se debate entre ser el partido marxista-leninista de corte verticalista que debe ser si desea conquistar el poder y una fuerza plural y desarticulada que, en vez de conquistar el poder, piensa en construirlo. Ver qué sucederá con todo ello es excitante, pero lo es más saber que (por una vez) no hay ninguna razón para no ir a votar o para votar otra vez a Ninguno de los Arriba Mencionados.

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