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Las redes sociales son el imam más poderoso

Las mezquitas tratan de atraer a los jóvenes que escapan de su radar y encuentran en Internet una interpretación del islam radical y victimista

Ana Carbajosa
Varias personas rezan en el Centro Cultural Islámico de Madrid.
Varias personas rezan en el Centro Cultural Islámico de Madrid.Alvaro Garcia

El sheij Munir Al Masri repasa en su apartamento el sermón que pronunciará hoy, viernes, en la mezquita de Leganés, un municipio de la periferia madrileña. Hace dos semanas un puñado de bárbaros ensangrentó París y enmudeció a Europa, y el imam egipcio quiere inculcar a sus fieles un islam de paz opuesto a los mensajes del autoproclamado Estado islámico. “Es un mensaje dirigido a los jóvenes, para que no se dejen engañar por las banderas falsas del Daesh”. Un par de horas más tarde, hombres de manos gruesas y piel curtida caminan con prisa hacia la mezquita de Leganés, en la trastienda de una gran nave industrial. Por fuera nadie diría que este almacén gris de polígono es una mezquita. Dentro, un millar de fieles descalzos y arrodillados aguardan las palabras del imán.

Al Masri les pide que abran bien los ojos y alerten si detectan extremistas, pero sabe que parte de su mensaje no llegará a donde más falta hace. Es consciente de la creciente desconexión entre los imames de las mezquitas y los jóvenes que habitan las redes sociales en las que los grupos terroristas se manejan con maestría. Allí, los telepredicadores alimentan el victimismo y el odio contra Occidente, al que consideran culpable de todos los males. La indignación es a menudo la primera fase de una radicalización sin retorno.

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“Los jóvenes no nos preguntan a los sabios, van a Internet y preguntan al sheij Google. Internet tiene imágenes potentes, de víctimas de injusticias que apelan a las emociones. Es un lenguaje con el que es muy difícil competir”, cree Al Masri, que durante 14 años fue el imam de la mezquita de la M-30. Cuenta que un día se le acercó Serhane Bel Abdelmajid, El Tunecino, uno de los cerebros del 11-M. “Tenía dudas teológicas. Quería saber si se puede cambiar a los presidentes por la fuerza”. El imam trató de convencerle con la jurisprudencia en la mano, pero solo consiguió ahuyentarlo. “Estamos perdiendo la batalla. Necesitamos apoyo”.

Del victimismo al odio

Medio centenar de jóvenes de asociaciones musulmanas se dan cita en Madrid para debatir bajo el lema No en nombre del islam. Los chicos se sientan delante del aula y las chicas detrás. Algunos están indignados. No entienden por qué les piden explicaciones a ellos por un terrorismo que padecen.

Houssein el Ouariachi, secretario de la comunidad islámica de Vallecas, arranca sin miramientos: “No podemos dejarnos seducir por el victimismo. Que si a los musulmanes no nos aceptan, no nos quieren. ¿Es necesaria una carta de amor? El victimismo solo conduce al inmovilismo”. Luego proyectan un vídeo en el que un imam argentino les alerta: “Hermano, quieren aprovecharse de tu indignación. Ten cuidado con lo que escribes en Internet. ¿Cómo vas a responder el día del juicio si por lo que escribes alguien muere?”.

Días antes, El Ouariachi se explica en una cafetería: “Los vídeos que circulan están cargados de victimismo, un sentimiento que legitima el odio. Dicen: ‘Nos roban nuestro petróleo, apoyan a nuestros dictadores. Somos solo carne de cañón para sus guerras”. Ese victimismo se alimenta de la precariedad laboral, pero “no tienen en cuenta que los españoles cobran tan poco como ellos”.Y cree que cualquier plan de Estado contra la radicalización debe contar con los musulmanes: “Somos los únicos capaces de desmontar esta farsa ideológica”.

Hoy hay un invitado de honor en Leganés. Se trata del imam belga Mohamed Yusufi. Viene desde Molenbeek, el barrio bruselense considerado un nido de yihadistas, desde donde se gestaron parte de los atentados de París. Corpulento, con la cabeza rapada y barba sin bigote habla despacio en un francés trufado con expresiones árabes. “Aquí o en Bélgica son los mismos problemas. En general son gente que no va a la mezquita, que están fuera de nuestro radar”, arranca en el pequeño despacho del imam. Cuenta Yusufi que en Molenbeek han optado por salir de la mezquita, por ir a donde está el problema. Van casa por casa, a los cafés y a los clubs. “Cada vez hay más reuniones paralelas. Algunos vuelven a nosotros, pero no es fácil. [Los reclutadores] les ofrecen dinero o trabajo… es gente que ha estado en la cárcel, en las drogas y buscan una solución mágica para su vida”. Explica que a veces aterriza en el barrio algún barbudo de otro país, que se presenta como “un hombre de religión” y la gente empieza a acercarse a él. Un buen día organiza un viaje gratis y sus seguidores no vuelven.

Hay jóvenes que le preguntan a Yusufi si tienen que irse a hacer la yihad, pero la mayoría van por libre. Un día, un padre le pidió ayuda porque temía que su hijo se fuera a Siria. Cuando llegó el imam, el yihadista ya no estaba. Este enero, el huido murió en una redada antiterrorista en Verviers, al oeste de Bélgica, a su vuelta de Siria. El imam, que reconoce que no sabe navegar por Internet, piensa que la clave está justo ahí, donde sabios como él no llegan.

“Estamos perdiendo la batalla. Necesitamos apoyo”, dice un imán

Con similares dilemas se topa Hussam Khoja, el actual imam de la gran mezquita de la M-30, que dice que la “gente con el pensamiento cerrado” no les escucha. Ahora tratan de llegar a ellos por otras vías. Los fines de semana organizan encuentros para jóvenes y han montado grupos de WhatsApp y Facebook. Desde hace poco pronuncian también el sermón en español para que los nacidos aquí le entiendan.

La estrategia de aproximación y seducción de los reclutadores a los jóvenes al margen de la mezquita la conoce Y. A., un joven de la Federación de Agrupaciones Islámicas por la Convivencia (Faice), empeñado en atraer a los jóvenes a las mezquitas con charlas, excursiones y cursos. Describe el proceso: “Alguien te pide ser tu amigo en Facebook. Ves que su perfil no es sospechoso y aceptas. Poco a poco te va conociendo y estrechando la relación. Utiliza las injusticias del mundo. Envía imágenes de niños muertos en Siria, en Palestina… ‘¿Cómo puedes estar en tu casa disfrutando con lo que está pasando?’, dice. Luego te va poniendo pruebas. Que hagas el rezo de la mañana temprano, que acudas descalzo a la mezquita... Mide tu capacidad de sacrificio. Insiste también en la apariencia. Pide que te dejes barba, que vistas jalabiya… Es en ese momento cuando la gente de fuera y la familia detectan el cambio”. Pero puede que ya sea demasiado tarde.

Te va poniendo pruebas. Que hagas el rezo de la mañana temprano, que acudas descalzo a la mezquita.

Dice este conocedor que el contacto virtual genera menos rechazo que el personal. Que es más difícil confiar en un desconocido que venga a hablar contigo. En la Red, no tanto. “Esa gente nos supera en medios, es difícil competir con su mensaje. Lo que no entiendo es por qué se toleran estas páginas, cómo es posible que no se puedan controlar más”. Detalla también que la presencia en las pantallas de este tipo de mensaje es mucho más frecuente en Ceuta y en Melilla. También cita las dos ciudades el reciente informe del Real Instituto Elcano dedicado a la radicalización.

Una fuente policial explica que la captación la realiza un entramado de personas y redes sociales muy bien estructuradas. Se trata de un sistema piramidal en el que “una vez que se identifica a un potencial adepto, pasan al siguiente nivel, más capado y con más medidas de seguridad” y “utilizan redes oscuras que engañan a las IP”. La reforma de la ley de enjuiciamiento criminal que entrará en vigor en diciembre permite a agentes virtuales controlar el intercambio de archivos que puedan ser utilizados para el adiestramiento o captación de terroristas. Soledad Merino Domingo, una abogada que ha defendido a media decena de islamistas, asegura que los primeros pasos se dan en la Red, pero, como ahora todo está tan controlado, en cuanto pueden pasan al contacto cara a cara con su mentor. “Suelen ser gente, quemada, sin reconocimiento social. Les dan un ideal por el que luchar y se sienten los reyes del mambo”.

Cóctel potente

Entre los vídeos virales hay temas comunes. Imágenes de víctimas de bombardeos, de mandatarios árabes besando a políticos occidentales y de mensajes antiárabes de la extrema derecha europea. El cóctel es potente. Un joven madrileño y musulmán se presta a mostrar en su ordenador el tipo de vídeos que acumulan likes y se cuelan en muros de Facebook. En uno del Daesh, un combatiente anuncia: “Judíos del mundo, vendremos a por vosotros para degollaros. Preparaos para la gran guerra”. En otro se dirigen a los musulmanes europeos “¿Vais a hacer la yihad? ¿Vais a defender nuestra religión?”. Otro clásico es pegar vínculos de páginas en los comentarios de los muros. Uno de ellos conecta con libros escolares. Son los que utiliza el ISIS en Raqqa y Mosul.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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