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Basterra: “Fui acusado de pederastia y creí que me mataban en prisión”

El padre de Asunta asegura que la niña era "lo que más quería" y construye su coartada: no salió de casa para matarla porque pasó la tarde cocinando

Alfonso Basterra, el padre de Asunta, este viernes.Foto: atlas

Alfonso Basterra volvió a verse cara a cara con el fiscal al que se enfrentó con crudeza durante la instrucción, pero esta vez no le negó las respuestas, y rompió el silencio que guardó durante dos años, tras una primera declaración judicial el 27 de septiembre de 2013. El padre de Asunta, la compostelana de 12 años supuestamente asesinada por asfixia tras recibir una dosis tóxica de Orfidal el 21 de aquel mismo mes, respondió a todas las preguntas aunque incurrió en varias contradicciones que no supo explicar e incluso colisionó con alguna de las afirmaciones que hizo el día anterior su exesposa, al igual que él acusada del asesinato de la pequeña.

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A veces, el periodista que en los últimos tiempos trabajaba de free-lance era prolijo en los detalles, y otras, se escudaba en los años transcurridos y consumidos en la cárcel, en el dolor del duelo y en el impacto de la detención para justificar sus lagunas sobre cuestiones cruciales. “Le pido un mínimo de empatía, usted no sabe lo que es perder a un hijo, es algo sumamente desgarrador”, le rogó al fiscal, Jorge Fernández de Aránguiz, en un momento dado. "Un rasgo de humanidad, por favor", reclamó luego, cuando el representante del ministerio público se refirió al "cadaver de Asunta": "¿podemos decir Asunta, no el cadáver?", suplicó el acusado.

En otra ocasión también pidió, volviéndose hacia los miembros del jurado popular, que se pusieran en su piel: “No se pueden imaginar lo que es ser acusado de pederastia estando en prisión... ¡Se me pusieron aquí [dijo llevándose la mano al cuello, en alusión a los testículos], creía que me mataban!”. Basterra reprochaba con esto la interpretación mediática que se le había dado a unas fotos en las que aparecía la cría vestida para una actuación. También lo había hecho un día antes su exesposa, Rosario Porto: “Solo una mente calenturienta” podría ver un cariz sexual en esas imágenes.

Por esto y otras cuestiones, el padre de Asunta cargó varias veces contra el juez instructor y contra “los estercoleros” televisivos donde se le juzgaba mientras se iba desgranando el sumario todavía secreto, que directamente "se filtraba", según él, desde el juzgado. Contra el magistrado que lo imputó con su mujer, José Antonio Vázquez Taín, fue más veces. Basterra contó que oyó al juez decir delante de él que "en 18 años de carrera jamás había visto un caso tan claro" y puso en duda la profesionalidad con la que se llevó a cabo el registro de su piso. Según su versión, el ordenador portátil que los investigadores buscaron durante cuatro meses y que después apareció a la vista, en el pasillo de entrada de su domicilio, nunca se había movido de allí.

Respecto a las fotos en las que la acusación intenta ver una connotación sexual y varias páginas de contactos que aparecieron recogidas en la memoria del IPhone4 que había sido de Rosario Porto y usaba Asunta desde hacía un año, Basterra negó que fuera material suyo. "Yo no sé cómo funciona ese chisme", dijo en referencia al móvil, "a duras penas sabía cómo funcionaba el mío, que era una carraca". Este comentario lo hizo después de explicar que últimamente le habían ofrecido algún puesto de trabajo como experto en redes sociales para empresas.

"Asunta tenía una alergia de caballo"

Basterra insistió en la teoría del antihistamínico para explicar los episodios de mareo y aletargamiento que sufrió la niña en sus clases de música durante el verano y que los investigadores interpretan como ensayos de la sedación final. De estos episodios, él solo reconoce uno a principios de julio. “Asunta tenía una alergia de caballo”, dijo, y comentó que Porto propuso darle una pastilla de Aerius. Otro de los supuestos ensayos se habría perpetrado cuatro días antes del asesinato. Los datos de la central de alarmas muestran que esa tarde alguien estuvo en el chalé familiar, donde finalmente se cree que mataron a Asunta, y al día siguiente, miércoles, la pequeña no pudo ir al instituto. Una justificación escolar escrita por Rosario Porto para el tutor dice que la cría presentaba fuertes mareos y vómitos.

Basterra niega haber ido aquel día a la finca. Rosario Porto admitió el pasado jueves que es posible que su hija pasase la tarde de aquel martes 17 de septiembre comprando los libros de texto y cambiando bonos escolares en Hipercor, un centro comercial que se encuentra en la misma salida de Santiago que el chalé, este ya en el municipio vecino de Teo. El padre asegura que cuando estuvo en la lujosa casa de piedra que había sido de los abuelos de Asunta fue el viernes anterior: "viernes 13, me acuerdo bien", dijo. Había llevado con Asunta a la ITV el viejo Mercedes verde de la madre. A la niña le gustaba "apostar si pasaría o no" la inspección. Después, aprovechó para ir al chalé y "cambiar los absorbehumedades", algo que hacía sistemáticamente cada tres meses.

Basterra definió a Porto como “la madre que cualquier niña desearía tener”, negó haber matado a la pequeña —“lo que más quería”, "una inyección de moral", lo que le “daba la vida”— y haberle suministrado el Orfidal con el que se la drogó durante meses. Admitió haber comprado varias cajas del ansiolítico en julio (primero dijo dos y, ante la evidencia de un papel oficial, luego tuvo que admitir que habían sido tres, en total 125 comprimidos). Pero en aquella época su exmujer aún no lo tenía pautado por el médico, supuestamente no lo consumía de manera sistemática, y excusó la desorbitada cantidad en que dos de los envases se los habían robado fuera de casa (a él, de una bolsa de la compra, y a ella, del bolso). Según él, no estaba nada familiarizado con el medicamento. Tanto, dijo, que para ir a comprarlo había anotado en un papel el nombre, y había puesto "Orfidán".

También negó haber dado instrucciones para que alguien borrase el contenido y las huellas de su ordenador y luego lo colocase en su piso para que lo hallasen los agentes. Tanto él en su declaración como su abogada, que presentó pruebas nuevas, intentaron construir durante toda la mañana una coartada que demostrase que no pudo matar a su niña porque aquella tarde no salió de su piso ni un instante; ni siquiera, como declararon dos testigos menores de edad que los vieron, para bajar a la calle con Asunta.

Y con ese fin, el interrogatorio llegó por momentos a parecer una clase de cocina. Alfonso no salió de casa porque, antes de sentarse a leer Gordo, de Jesús Ruiz Mantilla, pasó la tarde de aquel sábado preparando comidas para la semana siguiente. Según su relato, cuando Asunta y su madre marcharon después de comer, hizo albóndigas con champiñones y salsa de tomate, y también una crema de calabacín. Luego envasó y etiquetó meticulosamente todo ello para meterlo en el congelador. La letrada exhibió fotos de una fiambrera y dos botes, todos fechados de puño y letra de Basterra en el día del asesinato.

Aquellas albóndigas, dijo, le dieron "mucho trabajo" y acabó "hasta las narices". A pesar de la tensión, el público presente en la sala donde se celebra este juicio estalló en una carcajada cuando la acusación popular, que ejerce la Asociación Clara Campoamor, intercambió con el acusado de origen vasco, gran cocinero, una serie de preguntas sobre pormenores culinarios. El letrado le preguntó si tan laboriosa era la tarea de hacer unas albóndigas para que le ocupara toda una tarde; y él respondió que, aunque pareciese mentira, era la primera vez que las preparaba: "La primera vez todo es complejo", contestó, "y reconozco que no me quedaron muy bien, me faltaba un poco más de miga de pan".

Horas antes, mientras Asunta y Rosario Porto aguardaban al mediodía para comer viendo en el salón del minipiso de Basterra los Simpson, el hombre también había estado cocinando el revuelto de champiñones que, según los investigadores, contenía la cantidad tóxica de Orfidal. "¿Seguro que su exesposa no le ayudó a batir los huevos?", le preguntó también el abogado de la Clara Campoamor. "No, los huevos de un revuelto no se baten, se echan directamente", ilustró al letrado el padre de la pequeña que fue adoptada en China.

La lección de cocina acabó con la exhibición de la foto de un almirez. Los investigadores creen que es posible que alguno de los padres machacase el Orfidal con este utensilio para camuflárselo a la niña (que nunca bebía en las comidas) dentro de los platos que se le servían. Basterra explicó que lo tenía, efectivamente, por Asunta. Pero para prepararle "cada viernes como premio al esfuerzo semanal su plato favorito: espaguetis con aceite, ajo y perejil". El día de la muerte de Asunta, según él salió de casa pasadas las cinco de la tarde perfectamente despierta: en la sobremesa habían jugado un par de partidas de un juego de cartas que se llama el continental, y la pequeña "ganó las dos veces".

El mortero fue una de las pocas adquisiciones que hizo después de divorciarse de la que había sido su esposa durante 20 años. Según Basterra, por orgullo no quiso depender económicamente de ella y se fue buscando la vida, pero descubrió que "se puede vivir con muy poco". En su piso apenas tenía nada. Pero bajo el televisor, según descubrió ayer su abogada, Belén Hospido, guardaba supuestamente una libreta roja de anillas en la que, casi un mes después de separase de Porto, en el tiempo que escapó de Galicia para refugiarse con familiares, había escrito lo siguiente: "He pasado de tener un matrimonio feliz a ser un divorciado infeliz. Tengo que rehacer mi vida, mirar para adelante. Y Asunta es lo más importante".

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