Una investigación ‘peregrina’ (o maragata)
Más de 200 personas de 20 nacionalidades fueron interrogadas hasta dar con el presunto asesino y el cuerpo de la turista estadounidense Denise Pikka Thiem
El pasado 20 de abril, Cedric Pikka Thiem aterrizó en Barajas procedente de Phoenix (Arizona) y se dirigió directamente a la comisaría del aeropuerto para poner una denuncia. Su hermana, Denise Pikka Thiem, de 41 años, llevaba dos semanas sin dar noticias. Lo último que supo de ella fue que estaba en Astorga (León), cubriendo una de las últimas etapas del Camino de Santiago antes de regresar a su país, tras tres meses de viaje por el mundo. Aquella denuncia fue el inicio de una larga y minuciosa investigación que se ha prolongado durante cinco meses y que se resolvió el pasado 11 de septiembre, cuando la policía halló su cadáver tras detener al presunto autor de su muerte, Miguel Ángel Muñoz Blas, de 39 años y vecino de la población maragata.
La resolución del caso, pese a ser exitosa desde el punto de vista policial, no ha estado exenta de ruido. Que si ha tardado más de la cuenta. Que si se desechó la ayuda del FBI ofrecida por carta al Gobierno español de parte del senador John McCain. Que si el principal sospechoso se escapó. Que si se sobreactuó con el despliegue policial. Que si se han publicado informaciones contradictorias o incorrectas... Lo cierto es que aquella denuncia siguió su curso y llegó hasta la comisaría de Astorga. Rápidamente, los medios de comunicación se hicieron eco de la desaparición de una mujer estadounidense de origen chino. Y la policía difundió su fotografía por todo el país.
Lo cierto es también que, aparte de las primeras batidas infructuosas realizadas por los agentes locales, la Guardia Civil e incluso vecinos de la zona, la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría General de la Policía Judicial se puso a funcionar al unísono. "La cosa pintaba mal", señalan fuentes de la investigación.
Desde el inicio se trabajó con tres hipótesis: "Que se haya ido voluntariamente, que haya tenido un accidente, que se trate de una desaparición forzada". La segunda opción fue prácticamente desechada, a la vista de las características del trecho de unos 14 kilómetros entre Astorga y El Ganso, el último sitio donde fue vista el 5 de abril y el lugar al que se dirigía, respectivamente. "Es un área fácil de caminar, sin tramos de especial dificultad", explican los investigadores. La primera opción, en cambio, se mantuvo abierta casi hasta el final. "Si alguien se quiere quitar de en medio, los últimos que se enteran son sus amigos y familiares", aseguran los investigadores. La tercera opción, la más terrible, se barajó siempre como la más probable. ¿Pero quién y por qué podría haberla hecho desaparecer?
Sí participó el FBI
Comenzó, entonces, una ardua labor para los investigadores. Más de 200 personas de 20 nacionalidades distintas fueron interrogadas. "Teníamos que conocer con exactitud cuáles habían sido sus últimos pasos y quiénes habían estado cerca de ella", explican. Recabaron los listados de todos los albergues por los que había pasado. Cruzaron las coincidencias en las estaciones preliminares del Camino de Santiago. Comprobaron que dejó de tener actividad en las redes sociales y que su móvil permanecía inactivo. Mantuvieron comunicaciones por videoconferencia con algunos de sus compañeros de viaje y familiares. Se establecieron los habituales contactos con el agente de enlace del FBI —previos a ningún ofrecimiento americano— para obtener información de sus actividades en Estados Unidos y obtener el ADN de los padres. Se buscó a toda la "gente del entorno con antecedentes penales. Expresidiarios. Reclusos de permiso. Denuncias de violaciones. Personalidades extrañas o sospechosas de la zona, gente peculiar...". El resultado fue una amplia lista de "personajes", entre los que estaba Miguel Ángel Muñoz Blas, a quien se interrogó.
Hacia finales del mes de julio, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se traslada hasta León. Su visita y sus declaraciones le dan carácter de prioridad al caso, que para entonces está bastante encarrilado. Ya se realizan vigilancias en la casa del principal sospechoso. Muñoz Blas es "un hombre raro, que vive aislado en una casa de madera prefabricada casi sin luz, con mala fama en el pueblo porque robaba, tenía antecedentes, salía poco, no tenía televisión ni ordenador, solo una radio, un tipo siniestro", perfilan los investigadores. Su seguimiento tenía un handicap. "Es la única casa que hay en esa zona, cualquier movimiento fuera de lo normal era visible tanto para nosotros como para él", comentan. Y un riesgo enorme: "Sin el cuerpo de la víctima había poco que hacer".
Muñoz Blas es "un hombre raro, que vive aislado en una casa casi sin luz, con mala fama porque robaba, no tenía televisión ni ordenador"
En ese ínterin, la policía detecta una extraña operación bancaria en una sucursal de Astorga: un hombre ha cambiado 1.200 dólares por euros. Se trata de Miguel Ángel Muñoz Blas, pero... "¿Y si dice que se los ha encontrado en una mochila? Necesitábamos pruebas más contundentes si queríamos resolver el caso", explican los investigadores, que ya trabajaban con un límite de tiempo. "La operación no podía pasar del mes de septiembre porque la propia climatología se volvería en nuestra contra", aducen.
Los movimientos de Muñoz se siguieron con todas las cautelas, puesto que en un pueblo tan pequeño —la casa estaba en la pedanía de Castrillo de los Polvazares— era evidente cuando "habían vuelto los de Madrid". "Se analizó su zona de comodidad, los lugares por los que andaba, incluidas casas okupas de Madrid y Gijón, y desde el primer momento pensamos que, de haber sido el autor de un crimen, habría escondido el cuerpo en el terreno que mejor conocía, ¿pero quién nos aseguraba que no la tenía en un zulo, encerrada? ¿Y si le deteníamos y no colaboraba? Lo importante era encontrar a la chica, viva o muerta", recuerdan sus dudas los investigadores, determinados a resolver el caso de una tacada. Mientras la presión mediática crecía, esas cien hectáreas, que incluían su finca, se mapearon con cuadrículas y se prepararon para barrerlas con una premisa: "Que no se diera un paso adelante sin tener claro que se habían realizado todas las comprobaciones posibles".
La inquietud del presunto asesino
Muñoz Blas, probablemente sabedor de que estaba siendo observado, terminó de inquietarse y decidió cambiar el cadáver de sitio. "Lo debió hacer de noche, de madrugada, nervioso por el ruido mediático que causó la carta del senador americano". Nadie le vio. De ese mismo modo, huyó hacia Asturias la segunda semana de septiembre, donde fue localizado por los agentes el 11 de septiembre, tras realizar una extracción en un cajero automático que delató su paradero. Varios policías le detuvieron en un bar de Grandas de Salime.
Horas más tarde, Muñoz les conducía al lugar donde se hallaba el cuerpo de la peregrina. Al segundo sitio que había escogido para su enterramiento. Fuera de su "zona de comodidad". Le había cortado las manos —que siguen siendo buscadas por los investigadores— en un presunto intento de eliminar pruebas. Dijo ante el juez que la golpeó sin querer matarla, enterró el cuerpo y después, asustado, lo cambió de lugar. Atrás quedó todo un operativo de 300 efectivos —incluido un batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME), destacado en la zona— con su correspondiente maquinaria, montado "para transmitirle un mensaje de determinación al sujeto" y preparado para el peor escenario posible: "Por si el presunto autor del asesinato de Denise Pikka Thiem no colaboraba y había que ponerse a levantar un área con docenas pozos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.