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Opinión
Columna
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Populismo y realidad

Menos mal que pasará al olvido el grito de Podemos de “¡Arriba Grecia!” en la Puerta del Sol

Antonio Elorza

El coste de las enseñanzas proporcionadas por la crisis griega ha sido muy alto, tanto para Grecia como para Europa, pero en modo alguno puede ser calificado de inútil. La Unión Europea debiera aprender que resulta imprescindible la corrección mediante recortes de una economía a la deriva y, al mismo tiempo, asumir que en casos con la gravedad del griego la generosidad no ha de ser el último recurso.

Corrección en las macromagnitudes económicas por el paciente, y también un proyecto de recuperación económica establecido a tiempo, una política activa cuyo antecedente sería el rooseveltiano plan Marshall. De otro modo además, el lenguaje tecnocrático condena a la UE a aparecer como el malo de la película, olvidando que el primer protagonista del crimen fue la gestión dilapidadora de sucesivos gobiernos griegos, desde la evasión fiscal a las oficinas de representación exterior, despropósito económico que como en el caso de la euforia española por el ladrillo, de Aznar a Zapatero, hizo inevitable el desplome.

La lección debiera ser aprovechada también entre nosotros para descalificar el populismo, que en este sentido nada tiene que ver con la pirotecnia posgramsciana de Laclau y Errejón, sino con aquellos programas y políticas que se basan en el desfase entre una oferta de incremento sustancial de los recursos a disposición de la mayoría social y las limitaciones impuestas por un crecimiento económico sostenible. La lucha contra la desigualdad es una exigencia, singularmente entre nosotros después de lo ocurrido; otra cosa es volver, como en los esquemas de Podemos, a la antigua y eficaz demagogia de ver en “la riqueza” el único enemigo y en la Unión Europea o el BCE obstáculos a derribar.

Podemos es movilización sin ideas, con una gestión caudillista como agente de cohesión

Desde el fracaso de la utopía de Fidel la idea de la vuelta a la tortilla como solución debiera ser definitivamente desterrada por las ideologías progresistas. A pesar del atractivo proporcionado por esos cuadros en blanco y negro que constituyen el fondo ideológico de Iglesias, Monedero (que sigue ahí con su vuelo) y Errejón. Como se ha visto en Grecia, una vez inutilizado el análisis económico, solo queda el lenguaje moral (“la humillación”) para acabar de bruces con el principio de realidad.

La ignorancia total de la economía y de la historia, esgrimida por la troika pensante de Podemos, es garantía de catástrofe. Menos mal que pasará al olvido su “¡Arriba Grecia!” de la Puerta del Sol.

De momento, Podemos es movilización sin ideas, con una gestión caudillista como agente de cohesión. Claro que en la vertiente opuesta, con el PP montado sobre el auge económico, la realidad está asimismo ausente, tanto en el reconocimiento de su corrupción estructural como en el disfraz de sus políticas antisociales, ¡hasta en los desahucios!

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