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El espíritu de Magaluf, en Salamanca

Un vídeo de varias chicas dentro de una piscina en un bar de copas a las que manosean los jóvenes de alrededor, junto a otras ofertas similares de ocio, desatan la polémica en la ciudad

La policía de Salamanca lleva unas semanas haciendo preguntas en los principales bares de copas de la ciudad. Aunque no está muy claro qué delito es el que están investigando, todos los interrogatorios de los agentes giran en torno a un vídeo grabado en un local de la ciudad en el que se ve a tres chicas en tanga y camiseta dentro de una pequeña piscina. El público manosea sin discreción a las mujeres. Les jalean, animan e incluso uno rompe con agresividad la camiseta de una de ellas.

El vídeo se difundió a finales de junio por redes sociales y acabó convirtiéndose en un escándalo en Salamanca. Incluso el concejal de turismo, Julio López Revuelta (del PP), tuvo que salir al paso e impulsar un Plan de Ocio de Calidad para la ciudad. “Salamanca es para divertirse, no para emborracharse. Hay que disfrutar de su patrimonio, cultura y ocio nocturno, pero no para cometer excesos”, declaró.

Además, la Asociación de Empresarios de Hostelería de Salamanca reimprimió un “código de buenas prácticas” con los artículos y las ordenanzas municipales que prohíben “la promoción de bebidas alcohólicas mediante ofertas, premios, canjes, sorteos, concursos, fiestas o rebajas en los precios” o la “gratuidad, degustaciones sin pago, precios decrecientes al aumentar el consumo y otras iniciativas similares que hagan más atractivas las bebidas alcohólicas con el consiguiente riesgo de estimular un consumo inmoderado de las mismas”. “Lo que ha pasado ha sido algo extremo y puntual”, remarca en su despacho Cristina Ruiz, gerente de la agrupación.

No parece ser así al recorrer las calles principales de esta urbe de 148.000 habitantes. En la Plaza Mayor es fácil encontrarse habitualmente con decenas de grupos disfrazados para una despedida de soltero o cruzarse con conversaciones en otros idiomas a cada paso. La Universidad -fundada en 1218 y considerada la más antigua en activo de España- es lugar de formación para miles de estudiantes de todo el territorio nacional y tanto sus posgrados como sus cursos de español atraen a extranjeros de todo el globo. En primavera y verano, cuando el año académico se acaba, las terrazas se llenan y la oferta de los bares se extiende a todos los días de la semana. Fiestas temáticas de alcohol barato y escasez de ropa. Anuncios de concursos importados de Norteamérica como los de ‘beer pong’, ‘flip cup’ o ‘twerking’, donde la finalidad se centra en beber, invaden los establecimientos.

Dos de ellos, el Gatsby y el Irish Theatre, son dos de los locales más controvertidos por su oferta de ocio. «Cien euros primer premio, botella de champagne y 50 Chupitos segundo premio, y botella de champagne tercer premio», anunciaba el Gatsby hace unas semanas para promocionar una de sus fiestas. En ese mismo local, el miércoles pasado había un concurso de ‘striptease’ masculino. A las tres de la mañana, siete chicos comienzan a desnudarse voluntariamente al ritmo de la música. Los congregados animan o abuchean. El pinchadiscos ejerce de agitador y locutor de la prueba. A diferencia de la fiesta de las chicas, varios guardias de seguridad vigilan que nadie traspase la pequeña valla de madera que les separa los concursantes.

“Hemos montado un bar, no una iglesia", defiende el dueño de un bar. "Hace 20 años que se hace esto”

Hay más control, sobre todo después del revuelo causado por el vídeo de las chicas en un acto del mismo tipo; las fotos están “totalmente prohibidas”, según indican varios carteles colocados por el local. Tras un par de rondas eliminatorias y gritos de "fuera, fuera" a varios concursantes, el ganador -elegido sin criterios fijos, sólo por el clamor popular- se viste y recoge el dinero. A uno de los dueños, José Luis, que lo sigue a pie de barra y prefiere no dar más datos, le da igual la polémica de las últimas semanas. “Lo que no nos mata, nos hace más fuertes”, dice. “Hemos montado un bar, no una iglesia. Hace 20 años que se hace esto y cosas mucho peores y nadie ha dicho nada”.

El reclamo a estas fiestas (con premios de dinero en efectivo o bebida gratis) va acompañado de chupitos por 0,40 céntimos, pintas de cerveza a 1,50 o cócteles a 3 euros. Una competencia feroz para los demás locales que ha provocado, según una camarera de larga experiencia que prefiere no dar su nombre, una “guerra de bares”. “Ahora están los sitios muy baratos donde la calidad es muy baja o los que son algo más caros. Los estudiantes, que vienen con una beca pequeña o sin mucha capacidad para gastar, miran al bolsillo y cuentan cada euro”, explica. “Eso repercute en todo: malos contratos, condiciones miserables para los trabajadores y peor trato al cliente, aparte del bochorno que es saber que en el extranjero te vean como un destino ‘low cost’ y con miles de entradas en Internet que hablan de las fiestas y donde el trato a las chicas es denigrante”, concluye.

“¿Qué idea se transmite con esos vídeos?”, se preguntan en la Asociación de Ayuda a la Mujer Plaza Mayor. “Que sigue habiendo desigualdad de sexos: si ellos se comportan así es lo natural, lo gracioso. Si lo hacen ellas es para provocar y para llamar la atención”, responde la presidenta, Ascensión Díaz.

Mientras, las estadounidenses de origen latino Andrea Carmona, de 20 años, y Kassandra Florez, de 21, cuentan cómo aprovechan su estancia para “salir y divertirse un poco”. “Tenemos libertad, la bebida es muy barata y siempre hay algo que hacer”. Coinciden Lisa Gustafson y Audrey Niemchick, de Michigan. “Todavía no hemos visto nada dramático, pero sabemos que aquí hay fiestas todos los días y se cierra muy tarde”, comentan horas antes de prepararse para disfrutar de la noche salmantina, en la picota desde la divulgación de unos vídeos que rememoraran un discutido tipo de ocio.

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