Primer año de entrenamiento como líder
El secretario general cumple su objetivo de ser el cartel electoral tras las zozobras internas
El 13 de julio de 2014 el militante socialista Pedro Sánchez tocó el cielo. Con el voto directo y secreto de los afiliados del PSOE ganó la secretaría general del centenario partido de la izquierda española. Un 48,7% del cuerpo electoral del partido apostó por él frente al 36,14%, que lo hizo por el diputado vasco Eduardo Madina, y el 15,13% que apoyó a José Antonio Pérez Tapias, de Izquierda Socialista.
“Quiero cambiar el PSOE para cambiar España”. Desde el primer momento dejó claro que su aspiración era ser el candidato a La Moncloa, lo que consiguió, ya sin épica, el pasado 26 de junio al ser proclamado, después de reunir sin esfuerzo 26.000 avales. No hubo primarias porque nadie se presentó.
Hace un año era el candidato “de los aparatos”, sobre todo del poderoso PSOE andaluz. Hay quien tiene cuantificados en 80 días lo que tardó esa federación en alejarse de Sánchez, hecho que quedó plasmado en una entrevista de Susana Díaz a EL PAÍS en septiembre de 2014. “Pedro Sánchez tiene una estrategia y yo tengo otra”, marcando el claro distanciamiento. Por convencimiento propio o por el influjo andaluz, otros barones territoriales y dirigentes de etapas anteriores se colocaron en una posición crítica ante Sánchez.
El líder socialista no tiene dudas de dónde le vienen las críticas pero se envuelve en el apoyo de los militantes para dirigir el partido, su legitimidad y su determinación. Con las elecciones municipales y autonómicas nadie discutió su candidatura.
Este año ha trabajado intensamente en la preparación de las elecciones generales y en la presentación de un nuevo proyecto programático, al que ha atraído a expertos de máximo prestigio. Su mayor alegría acaba de llegar con las investiduras de los presidentes y presidentas socialistas. Su peor momento ha sido la muerte de Pedro Zerolo.
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