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Felipe VI, ante el reto de recuperar la confianza de los ciudadanos

El Rey prioriza su cercanía con la sociedad y la utilidad de la Corona como principales desafíos

Los reyes Felipe y Letizia hace exactamente un año.Foto: atlas | Vídeo: Atlas / Gorka Lejarcegi
Miquel Alberola

La Casa del Rey no ha previsto ninguna celebración para conmemorar el primer aniversario de la coronación de Felipe VI. El rumbo de austeridad que marcó el Monarca al recibir el trono hace prescindibles todos aquellos fastos que no sean estrictamente ineludibles. La sobriedad es una de las prioridades de su primer año de reinado y también uno de los retos indispensables para un futuro en el que el Monarca tiene que recuperar la confianza y el prestigio perdido de la Corona.

El Rey ha evitado solemnizar la proclamación, pero no ha querido desaprovechar la efeméride para poner de relieve una de sus principales prioridades: la proximidad de la Corona al pueblo. Para ello, aprovechará el acto de imposición de condecoraciones de la Orden del Mérito Civil de este viernes, en el que la característica dominante de los premiados es ser gente corriente, con virtudes reconocibles en la generalidad cotidiana y que no pertenece a ninguna de las élites habituales en este tipo de ceremonias.

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La cercanía de la Monarquía a la sociedad española es una de las obsesiones de la Casa del Rey y uno de los objetivos que se van a intensificar. La coincidencia de la peculiar entrega de galardones con el aniversario no es gratuita. Los Reyes han hecho un esfuerzo de proximidad social durante el primer año que, sin duda, ha contribuido a mejorar en las encuestas la percepción que los españoles tienen de la Corona.

Felipe VI ha sentado las bases en sus primeros 12 meses para empezar a recomponer la erosionada imagen de la Monarquía. Cuando llegó al trono el pasado 19 de junio, la credibilidad de la institución, en una España hundida en la crisis, estaba bajo mínimos. Era la peor desde la Transición: los españoles suspendían a la Corona con 3,72 puntos sobre 10. Los errores cometidos por su padre, el rey Juan Carlos I, y las consecuencias negativas de la imputación de una de sus hermanas, la infanta Cristina, por los supuestos negocios irregulares de su marido, además de descrédito, habían aportado oxígeno al debate entre Monarquía y República.

Iberoamérica, objetivo primordial

Iberoamérica ocupa una posición preeminente entre los retos geopolíticos del Rey. Felipe VI ha exhibido a menudo su pasión y vocación por América Latina. En el discurso de clausura de la cumbre iberoamericana aseguró que Iberoamérica no era “solo una oportunidad” sino “una oportunidad brillante” para la economía, la política y la cultura. Su próximo viaje a México (del 29 de junio al 1 de julio), el primero oficial que realiza como Rey a un país latinoamericano, más allá de estrechar lazos de solidaridad y cercanía, supone el inicio de un nuevo capítulo de misiones destinadas a incrementar las relaciones económicas, políticas y culturales en un continente en el que ya dispone de mejores contactos que don Juan Carlos.

A tenor de las encuestas, en el año transcurrido desde la abdicación de Juan Carlos I, Felipe VI ha detenido la hemorragia que sufría la Corona. Pero ha tenido que marcar diferencias. En su discurso de coronación se impuso el desafío citando a Cervantes por boca de Don Quijote: “No es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Tuvo que aplicar un plan de choque para tratar que la institución, como apuntó en su discurso, fuera “íntegra, honesta y transparente”.

El Rey implantó un nuevo código regulador de conducta y una normativa para prohibir a los miembros de la familia real aceptar favores y regalos que comprometan la dignidad de las funciones institucionales. Impulsó medidas de austeridad para la Corona y publicitó las retribuciones de los miembros de la familia real (él se rebajó un 20% el sueldo respecto a su padre). Asimismo, activó un cortafuegos ético alrededor de su hermana Cristina y su marido, Iñaki Urdangarin, ambos imputados, que ha terminado con la revocación del Ducado de Palma.

Pero, con todo, la Casa del Rey todavía necesita reforzar su vínculo con la sociedad para robustecer la institución en un país en el que el debate entre la Monarquía y la República no solo aflora con oportunidad cíclica sino que, además, puede intensificarse en un nuevo escenario político donde las tradicionales mayorías del bipartidismo, que han sido el sostén de la Corona, ya no están garantizadas.

Cauterizar la herida de las dos Españas

Desde su proclamación, Felipe VI ha tenido varios gestos dirigidos a tratar de cauterizar la herida de las dos Españas separadas por la Guerra Civil y sus consecuencias. En su discurso de coronación citó a poetas republicanos como Antonio Machado, Salvador Espriu, Gabriel Aresti o Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. Y en su reciente viaje oficial a París realizó un oportuno homenaje a los combatientes republicanos españoles que abandonaron su país con la victoria del dictador Franco y participaron en la liberación de la capital francesa.

La crisis económica, y una cierta condescendencia de los llamados partidos tradicionales con la corrupción, ha abierto la puerta a un nuevo espectro de formaciones políticas cuyo republicanismo ya no es sentimental sino activo. La Casa del Rey tiene la urgencia de anticiparse a esa probabilidad haciéndose semejante a la sociedad y aprovechando la cercanía para arraigar la idea de la utilidad de la Monarquía, que, como defendió don Felipe en el discurso de proclamación, “puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a España”.

Otra de las prioridades en la agenda del Rey es, sin duda, Cataluña. Si uno de los principales problemas que tuvo la Monarquía durante el reinado de su padre fue el País Vasco, el debate soberanista surgido a partir de las tensiones entre el Gobierno central y la Generalitat ha convertido Cataluña en uno de los asuntos cardinales del Rey, que como jefe de Estado está obligado a garantizar la unidad de España que asimismo representa.

En su discurso navideño manifestó esta inquietud. Apuntó que le dolía y preocupaba “que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos” en Cataluña. Si como Príncipe de Girona ha mantenido una viva relación con Cataluña a lo largo de los años, desde la coronación Felipe VI la ha visitado todos los meses. Es, sin duda, la comunidad en la que más se ha prodigado y una de las que más va a figurar en su agenda. El Rey sabe escuchar y ha conseguido empatía con la mayoría de catalanes con una política de gestos entre los que destaca haber cambiado la expresión “unidad”, que remite a otras épocas, por “lo que nos une”, como ha dicho en varios discursos.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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