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“Asistimos a la paradoja del control del Gobierno sobre el Parlamento”

Tras 15 años de actividad, el político asturiano acaba de entregar su acta de diputado nacional por IU, coalición de la que ha sido coordinador general

Llamazares, durante su último pleno del Congreso.
Llamazares, durante su último pleno del Congreso.P. Campos (EFE)

Gaspar Llamazares, nacido en Logroño hace 57 años y crecido en Asturias, es médico especializado en Cuba, en salud pública. Está casado con Ana, médico psiquiatra. Ambos son padres de Gema, periodista por la Universidad Complutense. Llamazares es considerado como uno de los parlamentarios más combativos y laboriosos del Congreso de los Diputados.

Tras 15 años de incesante actividad pública, acaba de entregar su acta de diputado nacional por Izquierda Unida, coalición de la que ha sido coordinador general hasta su relevo por Cayo Lara. Mentor de la corriente Izquierda Abierta, integrada en IU, regresa a la Asturias donde ha vivido gran parte de su vida para integrarse en la política de la Comunidad Autónoma. De talante sereno, verbo claro y elevada capacidad de resumir con sencillez mensajes políticos complejos, Llamazares describe su experiencia parlamentaria y el nuevo rumbo de su acción política.

Pregunta. ¿Cómo afronta, en lo personal y en lo político, la entrega del acta de diputado nacional tras 15 años de ejercicio?

Respuesta. Como el fin de una etapa y el comienzo de otra más cercana a los problemas de los trabajadores y las ciudadanas asturianos. De todas formas, tampoco abandono la política nacional, ni la presencia en Izquierda Unida y en Izquierda Abierta. Digamos que recupero la micropolítica, más cercana a los ciudadanos.

P. A su juicio, ¿es el parlamentarismo un fin democrático en sí mismo, como subraya la interpretación liberal, o es un medio auxiliar de la transformación social, como señala el marxismo?

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R. El Parlamento es, a la vez, el corazón de la representación política en el sistema democrático y un instrumento precioso para la deliberación, entendida ésta como denuncia, seguimiento y contribución a la orientación política y la elaboración de las leyes. Es verdad, sin embargo, que ya desde hace tiempo asistimos a la paradoja del control del Gobierno sobre el Parlamento, y más recientemente (en la crisis), a un "estado de decreto", que ha sustituido la elaboración y deliberación por la imposición.

P. ¿Qué suele diferenciar a un parlamentario de izquierda de otro de derecha?

R. El Parlamento es un microcosmos de la sociedad española. Hay parlamentarios, como ciudadanos, de todo tipo: trabajadores, cultos, sensibles... así como lo contrario. La diferencia derecha-izquierda es de perspectiva y de procedimiento. La izquierda atiende más a los problemas socio-laborales, de derechos civiles y ambientales, y sus procedimientos son quizá más colectivos y participativos, tanto para la relación con la sociedad como para las iniciativas y propuestas.

P. Pasa por ser uno de los parlamentarios más laboriosos de las pasadas legislaturas. ¿Podría resumir los emprendimientos que considera más importantes de los acometidos por usted dentro de la Cámara?

R. En términos de denuncia y control, sin lugar a dudas, han sido la guerra de Iraq, la catástrofe del Prestige, los recortes socio-laborales y la contrarreforma de la Constitución, así como, recientemente, la lucha contra las restricciones a los derechos de manifestaciones y huelga. En cuanto a mi influencia sobre medidas en favor de la vida de la gente lo han sido las leyes de derechos civiles, la de atención a la dependencia, la de salud pública, la del aborto, la de matrimonio gay... Son las que considero más relevantes.

P. ¿Qué cree que ha singularizado su actividad parlamentaria? ¿Qué aportaban al Parlamento usted, en particular, y la izquierda, en general,  que no aportaron otros representantes o formaciones?

R. Mi aportación singular tiene que ver con el intento de combinar la coherencia de izquierdas, el rigor político y la claridad en la expresión. Quizá mi mayor preocupación ha sido que me entendiese cualquier ciudadano y la de alejarme del lenguaje gestor y de lo políticamente correcto, que se ha convertido en una terminología de entendidos alejada del ciudadano medio.

No me jubilo, solo intento defender a mi tierra y a mi gente, entre las que se encuentra Izquierda Unida. Un proyecto político de la izquierda necesaria

P. ¿Qué le ha enseñado políticamente la vida parlamentaria y qué le ha entregado usted a la vida parlamentaria en estos años?

R. Me ha enseñado lo plural que es nuestro país. Una diversidad, política, pero también social, cultural y nacional. También me ha enseñado a pensar sobre los problemas desde una perspectiva más global que sectorial o territorial. Vuelvo otra vez a poner el acento en mi aportación a un parlamentarismo político y pedagógico, alejado de la palabrería gestora.

P. Las cifras ofrecidas por usted sobre su patrimonio personal y familiar resultaron notables. ¿Es o no el ahorro una pauta fundamental para usted?

R. Mi patrimonio se deriva de un buen sueldo público y de una austeridad familiar que comparto con mi mujer. Nuestras aficiones a la lectura, la música y los viajes no son caras. El ahorro no ha sido nunca una finalidad, sino un resultado. De todas formas, es el equivalente a un piso en Oviedo.

P. ¿Qué le falta y que le sobra hoy al parlamentarismo en España?

R. Nos falta agilidad de iniciativas, frescura en el debate y participación ciudadana directa ante la Cámara, así como integrar las tecnologías en esta participación. Con la restricción del Reglamento, se han ido abriendo caminos, pero son precarios e insuficientes. Pero lo que más falta hace es recuperar la épica y la ética en la política. La épica de la pasión política y la convicción, y la ética de los valores de la sinceridad, la sencillez y la honestidad.

P. ¿Cree usted que el asalto y secuestro del Parlamento en el golpe del 23 de febrero de 1981 dañaron o fortificaron la imagen de la institución?

R. El 23-F forma parte de la épica democrática frente al golpismo. Quizá en exceso sacralizado, deberíamos haberlo humanizado sacando conclusiones claras de ruptura democrática y no mediante la sordina o la sumisión en materia autonómica. El problema no fue la Transición y sus lógicas hipotecas, fueron los excesivos intereses pagados a largo plazo por Gobiernos de escasa valentía y ambición social y democrática, que fueron amortizando la épica y preparando las rebajas éticas que hoy padecemos, sustituidas por el sucedáneo de la posmodernidad y el cinismo político.

Lo que más falta hace es recuperar la épica y la ética en la política. La épica de la pasión política y la convicción, y la ética de los valores de la sinceridad, la sencillez y la honestidad

P. Una parte de la sociedad percibe que en el Parlamento existen hoy privilegios injustificados. ¿Cómo asume las críticas que atribuyen a los representantes parlamentarios la condición de casta?

R. He utilizado los medios materiales del Parlamento para ejercer mis funciones. No me considero parte de una casta. Hay una sociedad de clases y también distintas clases de parlamentarios. Las generalizaciones no solo son injustas, sino que impiden diferenciar la buena y mala política, así como el ejercicio cabal o interesado del cargo.

P. ¿Es posible gestionar la enorme complejidad de la vida política? ¿Qué consejo daría a un joven que comenzara hoy su carrera parlamentaria?

R. Que no se deje arrastrar por el lenguaje gestor, ni por el cinismo o la soberbia en política. Que mantenga sus ideas, que pelee con convicción y pasión, que se sobreponga a la permanente frustración y que escuche y delibere atento a mejores argumentos y alternativas que los propios.

P. ¿Qué nuevo tipo de vida política comienza para usted ahora en Asturias?

R. Haré lo mismo en Asturias, pero más cerca de mi tierra, familia y amigos. Volver a las raíces revitaliza la política si uno sabe huir del localismo. No me jubilo, solo intento defender a mi tierra y a mi gente, entre las que se encuentra Izquierda Unida. Un proyecto político de la izquierda necesaria, que intentaré que forme parte de la corriente de cambio, sin prepotencia, pero también con orgullo.

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