A babor
El giro copernicano que se ha producido en las elecciones municipales y autonómicas no supone confusión alguna. Si en los barcos, para evitar esa confusión entre los tripulantes, que se mueven hacia adelante y hacia atrás, se sustituye derecha e izquierda por estribor y babor, respectivamente, aquí quizá convenga hacer lo mismo: los electores se han escorado a babor.
El voto del miedo, corporizado en la campaña de Esperanza Aguirre, ha fracasado. El que avisa no es traidor: el PP sufrió en las elecciones europeas de 2014 una pérdida de 2,6 millones de votos respecto a sus resultados de 2009; las elecciones municipales han supuesto respecto de mayo de 2011 una erosión de otros 2,6 millones.
Pero es esta segunda comparación la que resulta sugerente. Porque el 22 de mayo de 2011, los ciudadanos votaron contra la política de austeridad de José Luis Rodríguez Zapatero iniciada en mayo de 2010.
En lugar de dimitir y someter a los electores su nueva política económico-social contraria al programa que le había dado la victoria, Zapatero abjuró y aplicó las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. Y antes de las municipales y autonómicas de 2011, cediendo a la presión de sus barones para aparentar que se asumía anticipadamente los costes, Zapatero anuncia que no será candidato a las generales.
Pero no “calmó a las fieras”. Y el 22M se convierte en la primera vuelta de las elecciones generales, anticipadas a la sazón, por temor a que España siguiera los pasos de los rescates de Portugal, Grecia e Irlanda, al 20N y precedidas, por si acaso, por una reforma exprés de la sacrosanta Constitución Española el 23 de agosto de 2011. No es casual. Una semana antes Angela Merkel y Nicolas Sarkozy habían ordenado en rueda de prensa, en París, el 16 de agosto, y por carta a Herman Van Rompuy, incorporar a las constituciones de los países miembros del euro la regla de oro presupuestaria de freno al déficit público antes del verano de 2012.
El castigo despiadado a Zapatero el 22M de 2011 es el prólogo de la victoria de Rajoy el 20N.
Y el castigo igualmente sin piedad de los electores a Rajoy, este 24M casi un año después de las europeas en 2014, tiene algunos ingredientes similares a los que se cebaron con Zapatero y otros distintos, no por ello menos importantes.
La austeridad entendida como recortes sociales, reforma laboral, devaluación salarial, todo ello con mantenimiento de elevadísimas tasas de desempleo y el agotamiento de las prestaciones, y compatible con una recuperación de los beneficios empresariales, provoca una agudización de las desigualdades.
La austeridad vuelve, pues, a ser contestada en las urnas. Primero contra el PSOE y ahora contra el PP, aunque es de notar que los socialistas, después de haber pagado la factura en mayo y noviembre de 2011, y en las europeas de 2014, siguen, a ojos del electorado, sin saldar su deuda, a pesar de excepciones como Andalucía.
Ahora bien, está claro que el PP será desalojado de municipios y comunidades autónomas por alianzas de las formaciones de izquierda que están en condiciones de presentar gobiernos alternativos.
Pero, ¿y la política económica y social de austeridad? Se dirá que no pasa nada, que en seis meses habrá elecciones generales. Pero es necesario recordar que en los seis meses que fueron de las municipales y autonómicas de mayo de 2011 a las generales de noviembre de 2011, la mayor parte de las comunidades autónomas gobernadas por el PP incumplieron sus compromisos de déficit, una desviación que Rajoy endosó por completo a los perdedores socialistas.
Es verdad que a diferencia de 2011, el BCE ha protagonizado un viraje (“lo que haga falta”, que diría Mario Draghi en julio de 2012) para defender el euro e implicitamente sortear el rescate imposible, en términos de magnitud, de España, y ante el fracaso para acabar con las tendencias deflacionistas se ha adentrado en la expansión cuantitativa de la Reserva Federal americana, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón.
Pero, ¿hay alternativa a la austeridad dentro del sistema del euro? No parece que la experiencia de Tsipras-Varoufakis en Grecia avale esa posibilidad.
Sin embargo, a este ingrediente hay que añadir la corrupción, que en regiones como la Comunidad Valenciana ha pasado una factura hasta ahora desconocida. Pero no lo esto. Ha supuesto una prima para partidos como Compromís que han hecho de la denuncia su razón de ser.
Tres cuartos de lo mismo se vive en Madrid. Esperanza Aguirre ha planteado un referéndum sobre su persona y no se ha percatado hasta muy tarde y de modo salvaje de la presencia de Manuela Carmena. La experiencia de la exjueza es un síntoma del hartazgo de los ciudadanos y ciudadanas. La analogía podría ser Charlie Chaplin en Tiempos Modernos, cuando dobla una esquina y advierte que de un camión que transporta madera cae una bandera roja de peligro. Chaplin la recoge del medio de la calle y la levanta para avisar al conductor cuando en ese preciso momento una manifestación de trabajadores aparece y se pone detrás suyo, situándole como el líder con la bandera en ristre. La diferencia es que Carmena quiere dirigir el movimiento y Chaplin lo hace sin querer. Pero cuando se decide a luchar por la candidatura difícilmente fuese consciente -ni ella ni nadie- de la amplitud de la marea.
Podemos no sólo no se desinfla sino que ha sido la fuerza motriz de los grandes cambios en Barcelona y Madrid. Y Ciudadanos, ¿pondrá en riesgo de aquí a las generales su capital pactando con el PP?
¿Será Albert Rivera el Nick Clegg británico que pasó en cinco años del 23% a menos del 8% en las recientes elecciones? Rajoy no ha sido Cameron, pero Rivera corre el riesgo de ser Clegg,…a seis meses vista
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