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Los obispos debaten un plan para paliar la crisis de la Iglesia en España

El cardenal Blázquez llama a no caer “en el pesimismo”

El presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez.
El presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez.Víctor Lerena (EFE)

La asamblea de primavera en la Conferencia Episcopal Española (CEE) escuchó esta mañana el primer discurso de su presidente, Ricardo Blázquez, desde que el arzobispo de Valladolid fue creado cardenal a los 73 años por el papa Francisco, en febrero pasado. La jerarquía del catolicismo español se propone esta semana aprobar un llamado Plan Pastoral para los años 2016 a 2020 con la intención de afrontar la situación de la Iglesia española. Les guiará para ello, según Blázquez, “la línea programática común para toda la Iglesia” del papa Francisco”.

Dijo el cardenal presidente: “Ciertamente, las circunstancias o escenarios actuales en los que hemos de desarrollar nuestro trabajo evangelizador han cambiado. Sin caer en el pesimismo, hemos de reconocer que los hechos que estamos viviendo hacen más difícil y más necesaria la claridad y la firmeza de la fe personal y la vivencia comunitaria de nuestras convicciones religiosas. En la sociedad actual e incluso también en nuestras propias diócesis están presentes el olvido de Dios y el debilitamiento de la fe”.

Arroparon a Blázquez en la presidencia los también cardenales Antonio Cañizares (arzobispo de Valencia, 69 años), Lluis Martínez Sistach (Barcelona, 78), Carlos Amigo (emérito de Sevilla, 80) y Antonio María Rouco (emérito de Madrid, 78), además del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, a punto de cumplir 70 años.

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En este “complejo panorama político y social”, según la definición del líder del episcopado, la Iglesia romana en España inicia un camino distinto al marcado durante doce años por el cardenal Rouco. “La Iglesia no es un contrincante político. Nuestro papel no es de orden partidista, sino de orden pastoral, de iluminar conforme al Evangelio la conciencia de sus fieles para que su actuación, con personal responsabilidad, sea coherente con su fe como ciudadanos que son también de pleno derecho. A todos ofrecemos con respeto nuestra aportación”, afirmó Blázquez.

Desde esa “independencia y colaboración” como base de la relación Iglesia-Estado, el presidente de la CEE, en su segundo discurso ante el plenario de los obispos, recordó al fallecido Antonio Dorado Soto, obispo emérito de Málaga, con la intención de ponderar “la labor realizada por el Episcopado” en tiempos del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, que impulsó la transición del catolicismo español hacia la democracia.

Dorado fue colaborador del líder del episcopado en aquellos años, con apenas 38 años. “Les agradecemos los trabajos y pruebas que tuvieron que afrontar y también su ánimo y esperanza ante la nueva etapa que se abría.”, dijo Blázquez. Este recuerdo a modo de homenaje a la jerarquía de aquellos años (Tarancón presidió la CEE entre 1969 a 1981) es un hito inesperado teniendo en cuenta que la Conferencia Episcopal y la Iglesia española en su conjunto enmudecieron cuando se celebró en otros ámbitos el centenario en 2007 del nacimiento del famoso prelado.

El plan que la jerarquía del catolicismo español  debate estará en vigor desde 2016 a 2020

Los obispos cerrarán esta plenaria de primavera (celebran dos al año, la otra en otoño) el viernes próximo en Ávila, con motivo de las celebraciones del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, nacida en esa ciudad el día 28 de marzo de 1515 y donde comenzó con 47 años una radical reforma del Carmelo. “Deseamos que la memoria, la intercesión y el magisterio de santa Teresa nos alienten para responder a tiempos recios como amigos fuertes de Dios”, dijo.

El análisis de la crisis en que está sumida su confesión religiosa también fue novedoso. “Dentro de no muchos años, la presencia de la vida religiosa, tanto contemplativa como apostólica, será de unas dimensiones muy distintas. Padecemos este proceso de debilitamiento con inquietud. Queremos descubrir el designio de Dios en estos cambios, que nos desconciertan en un sentido y en otro nos ayudan a descubrir con mayor radicalidad la primacía de la gracia. También el número de ministros del servicio presbiteral en nuestras diócesis será pronto, lo está siendo ya, considerablemente menor. Por esto, queremos reflexionar conjuntamente en la Asamblea Episcopal, compartiendo experiencias y proyectos, sobre las vías para que toda comunidad cristiana pueda recibir los servicios fundamentales que requieren su vida y misión. El horizonte en que queremos movernos es de vitalidad misionera, y no simplemente de resistencia y aguante”.

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