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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rajoy será candidato

Fueron 23 minutos de autoelogios en catarata

Mariano Rajoy durante un pleno del Congreso, el 17 de diciembre.
Mariano Rajoy durante un pleno del Congreso, el 17 de diciembre.Uly Martín

Queríamos noticias nuevas, según rezaba la pancarta sostenida por los manifestantes de la viñeta de El Roto un primero de enero de hace años. Y el viernes tuvimos dos: que Rajoy será candidato a las generales y que se agotará el plazo para convocarlas. Los anuncios se hicieron en la conferencia de prensa del presidente, celebrada el 26 en La Moncloa. Ya sobre el papel parecía un acontecimiento, habida cuenta de que el presidente solo comparece de esta forma dos veces al año. La escenografía seguía la pauta de la Casa Blanca. Por eso, en vez de la sala de prensa donde oficia cada semana para todo la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, se optó por la gran sala del edificio del Consejo de Ministros.

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Alfombra de la Real Fábrica y esas sillas inconfundibles, manufactura de la Fundación Generalísimo diseminadas por Fuertes de Villavicencio en los reales sitios, nada de butacas con pupitre para quienes toman nota. Un atril, dispuesto en el eje central de la cabecera, de tal manera que el tiro de cámara de los operadores de televisión captara al presidente avanzando y desapareciendo por el pasillo con su característico braceo y ofreciera un fondo de jardines. Algún detalle castizo, como el de la primera fila reservada a los colaboradores, porque en Washington nunca se ha visto al vicepresidente Joe Biden en esas ocasiones. Aquí, en el lado del evangelio, la vicepresidenta, el director de gabinete y sus adláteres. En el de la epístola, la secretaria de Estado de Comunicación y los suyos.

Apenas 40 periodistas, de esos inasequibles al desaliento, que soportaron 23 minutos de autoelogios en catarata sobre un fondo de macedonia de cifras, seleccionadas del huerto ecológico propio. Se trataba de presentar las Navidades de la recuperación y de prepararnos para la buena nueva del despegue en el 2015. Mostrando el perfil más favorable y ennegreciendo el pasado para contrastar. Pero nos quedamos sin saber qué contribución ha prestado nuestro Gobierno a unos datos favorables como la bajada del precio del petróleo y de la inflación o a las medidas del Banco Central Europeo que facilitan el incremento del crédito. Rajoy se apuntó los méritos con el mismo motivo por el que el de la Agencia Estatal de Meteorología podría poner a su cuenta el anticiclón de las Azores. Raro que apenas mencionara la bajada de la prima de riesgo, tanto más vertiginosa cuanto que se disparó hacia arriba con su llegada al poder. Y solo elogió por su nombre a Miguel Arias Cañete.

Hubo 32 minutos para las preguntas, adjudicadas conforme al principio de la armonía preestablecida. Se levantaban 20 manos y el presidente señalaba sin precisar hacia el montón, pero la azafata sin duda alguna entregaba el micrófono al que debía. Las respuestas evasivas permitieron adornos toreros y salió con el mismo garbo por el mismo pasillo y en la misma soledad. Los aficionados sintieron haber presenciado el retablo de las maravillas, el entremés de Cervantes que con tanto acierto se representa en el teatro de La Abadía dirigido por José Luis Gómez. Al igual que allí ser ciego a esas fantasías suponía carecer de limpieza de sangre, aquí quien adujera la realidad se excluiría de pertenecer a los buenos españoles, quedaría tachado de triunfalista de la catástrofe y de cooperador de la leyenda negra. Rajoy es la estabilidad. Fuera de ella no hay salvación. En estudio queda prorrogar la legislatura hasta enero de 2016.

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