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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Palabra de Rey

El discurso de Nochebuena será recordado por la ausencia de alusiones a la Infanta Cristina

Francisco G. Basterra

El Rey pronunció su esperado primer discurso de Navidad seis meses después de asumir la Corona y concluir la renovación generacional que ha mejorado sensiblemente la imagen de la Monarquía. Hemos vivido medio año de primeros gestos. Todo lo inicial, antes de devenir en rutina, lleva consigo un plus de expectativa y de buena voluntad de la ciudadanía hacia la persona que se sitúa en la cúspide del Estado. Un tiempo reducido en el que la crítica se suspende y la novedad decae tan rápido como una tarde del primer invierno.

Todavía no conocemos al nuevo Rey. Todo en Felipe VI proyecta una imagen de discreción y gran prudencia. No sabemos lo que piensa realmente y ese hermetismo es constitucionalmente obligado. La Constitución Española de 1978 no le concede poder, la Corona está sometida al Parlamento. El Rey reina pero no gobierna.

Sus discursos no son suyos aunque tampoco es solo un ventrílocuo del Gobierno de turno. La costumbre establecida es que La Moncloa redacta las intervenciones del Rey, éste las recibe, puede matizarlas, pero básicamente lee lo que quiere expresar el Gobierno en cada ocasión. Con dos excepciones: los discursos de los Premios Príncipe de Asturias y el de Navidad en los que que la corriente es inversa: El Rey realiza la primera versión, propone, la pasa al Gobierno y este finalmente, dispone. Por lo tanto la palabra de Rey no es una palabra libre, sino reglada.

Con la alocución de Navidad del miércoles, Felipe VI ha perdido su inocencia. Su discurso de proclamación ante el Parlamento pudo quedarse corto, el de Oviedo de hace unas semanas resultó un intento animador para una sociedad desmotivada. El Rey como impulsor. Tarea ingente la de Felipe VI: hacernos recuperar la fe en nosotros mismos.

La autoridad que ha jurado guardar y hacer guardar la Constitución difícilmente puede ir más lejos de lo que lo hizo el Rey la Nochebuena al referirse a Cataluña: obvió la sugerencia de una reforma de la Ley de Leyes. Algo que Rajoy bloquea. Vaporosas llamadas a la unidad en la diversidad y a la necesidad de atender también a los sentimientos. Escaso para reconducir un problema de tanto calado. Al hablar de la crisis económica, de cuya presunta salida hace bandera electoral el Gobierno, el Rey Felipe introdujo una pequeña enmienda: los índices de paro son absolutamente inaceptables y no justifican campanas al vuelo.

Y finalmente no abordó lo que muchos le pedían y por lo que será juzgada su primera charla navideña con los ciudadanos. Quedará en el recuerdo el silencio del Rey sobre lo más delicado: la insostenible posición de su hermana, la ciudadana Cristina de Borbón y Grecia, citada en el banquillo de un proceso penal y que, impertérrita, mantiene su puesto en la línea de sucesión a la Corona. Ya la ha castigado familiarmente y estableció muy pronto un cortafuegos con ella y su cuñado. Pero no es solo una cuestión familiar. Palabra de Rey. Cuando lo posible es insuficiente.

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