Para infundir ánimo en los demás
Las intenciones que persiguen los líderes políticos muchas veces es indescifrable
Indescifrables tantas veces las intenciones que persiguen o los motivos en que se basa el proceder de los líderes políticos, ya sea cuando actúan por propia voluntad, ya cuando lo hacen siguiendo los designios de sus asesores áulicos. Nunca sabremos el por qué de determinados nombramientos y exaltaciones o, en sentido inverso, impasibilidades ante conductas ajenas. En la novela Senderos de Gloria de Humphrey Cobb, que acaba de recuperar la editorial Capitán Swing, se da cuenta de cómo las personalidades más relevantes de las instituciones se hacen cómplices de conferir carácter de normalidad, incluso de cierta inevitabilidad, al desfile diario de horrores.
Por ahí se llegó al disparate de escoger al azar a cuatro cabos del 136 Regimiento del Ejército Francés con el fin de ejecutarlos pour encourager les autres, para infundir ánimo en los demás. Cobb prueba en su relato que solo se requieren ambiciones corrientes y vanidades molientes para deshacerse de hombres buenos. Lo confirma también Rafael Sánchez Ferlosio (Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Ediciones Destino. Barcelona, 1993), cuando escribe que es un error pensar que hagan falta muy malos sentimientos para perpetrar los hechos más sañudos, cuando basta el convencimiento de tener razón. Aún más, indica, que acaso nunca el sentimiento haya sabido ser tan inhumano como puede llegarlo a ser la convicción. En todo caso, nos queda pendiente la tarea de averiguar qué ánimo es el que quieren infundirnos con castigos como el relevo del Fiscal General, la salida del juez Ruz, el sectarismo de RTVE o el nuevo portavoz parlamentario del PP, que acaban de infligirnos.
Otra incógnita a despejar es la del procedimiento mediante el cual algunos consiguen granjearse la confianza indeleble del poderoso. Una primera aproximación puede suministrarla Maurice Joly en El arte de medrar. Manual del trepador cuando deja bien sentado que “para llegar a algo hay que empezar siendo el hombre de alguien” y advierte de que “no ser útil un día significa ser inmediatamente arrumbado”. Su libro, aparecido en Francia en 1867 está escrito sin haber podido observar algunos programas de máxima audiencia pero logra ofrecer una descripción certera de ciertos periodistas de éxito cuando dice: “Nace un hombre que tal vez se hubiera muerto de hambre en todos los oficios que exigen conocimientos y aplicación; se examina a sí mismo por todos lados y cree que no sirve para nada. Un día, por casualidad, toma una pluma, escribe y nota que le resulta tan fácil como ir al retrete”. Visto cómo operan los líderes y cómo se gana su favor, examinemos ahora dos fenómenos discordantes.
Si acierta con los candidatos en Madrid, Albert Rivera se llevará las elecciones de calle
Primero, reconozcamos cómo ha sabido conectar Pablo Iglesias con un público ilusionado en Barcelona. Inútil buscar concreciones, pero imposible negarle sintonía y una afirmación entre tantas ambigüedades: “No queremos que Cataluña se vaya”. Segundo, saludemos que Albert Rivera y Ciudadanos se suba al escenario de la política a escala de toda España. Si acierta con los candidatos en Madrid se llevará las municipales y autonómicas de calle, tras la parálisis inviable de Tomás Gómez y de Antonio Miguel Carmona, sin que se advierta reacción alguna en un Partido Socialista establecido en la renuncia.
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