El fracaso de Torres-Dulce y su modelo
Y la respuesta es: no. El fiscal general del Estado quería presentar la querella desde el primer momento. Por ello la secretaría técnica hizo un borrador.
¿Cuál era la hoja de ruta exacta de Torres-Dulce?
En lugar de hacer un ejercicio de autoridad en un órgano jerárquico como es el Ministerio Fiscal, Torres- Dulce, que carece de lo que los franceses llaman "le physique du rôle", las caracteristicas del personaje, lo hizo a su estilo.
Asaeteado por Alicia Sánchez-Camacho, quien reveló la primicia de que la Fiscalia General del Estado ya tenía preparada la querella criminal por varios delitos -malversación, desobediencia, prevaricación y cohecho-, Torres-Dulce se mantuvo, empero, fiel a su plan original.
Ese plan consistía en que la fiscalía del Tribunal Superior de Cataluña presentara la querella. Por ello citó al fiscal jefe José María Romero de Tejada y al teniente fiscal, Francisco Bañeres, a Madrid, para confiarles la querella.
El pasado viernes 14 de noviembre, en Burgos, reiteró que la fiscalía del TSJC era la encargada de la querella e insinuó que no pasaba nada si se dejaba de presentar ya que el TSJC se vería abocado a debatir el asunto por las denuncias contra Mas por el 9-N en diversos pueblos de Cataluña.
Torres-Dulce tenía información errónea sobre la junta de fiscales del TSJC. O se negó a reconocer la realidad.
Sabía, o debía intuir, que no contaría con el apoyo del hombre con más peso en la fiscalía del TSJC: el fiscal Martín Rodríguez Sol. Torres -Dulce le había nombrado fiscal jefe del TSJC y se vio obligado a destituirle en 2013.
Por dos asuntos: el célebre borrador de la UDEF, sin firma, difundido en noviembre de 2012, días antes de las elecciones autonómicas catalanas, sobre Mas y Jordi Pujol. Rodriguez Sol quiso investigar a fondo dicho borrador.
Y segundo, y no por ello menos importante, a raíz de unas declaraciones del entonces fiscal jefe sobre la necesidad de buscar un encaje legal y constitucional al deseo de los catalanes de votar.
Con todo el dolor en el alma -Torres-Dulce es padrino de un hijo de Rodiguez Sol-, el fiscal general del Estado cesó al fiscal jefe del TSJC.
Por tanto, Torres-Dulce se embarcó, la semana pasada, en un viaje a ninguna parte cuando confió el destino de la querella, en la que creía, antes del 9-N y ahora, a la fiscalía del TSJC.
Tenia cierta idea de cómo conducir al Ministerio Fiscal. Y fracasó. Él y su modelo. Si quería presentar la querella, como así era, tenía otro curso de acción a su alcance: ordenar el lunes 10 al fiscal jefe del TSJC que lo hiciera. Sin debates en la junta de fiscales del TSJC.
En tal caso, no habria lugar a ningún conflicto. Se trataba de un ordeno y mando.
La jerarquía así lo permite. Pero optó por lo que podríamos llamar un modelo autogestionario. Ahora Torres-Dulce, al discrepar la fiscalía del TSJC e invocar el artículo 27 del Estatuto, oirá a la junta de fiscales de sala.
Aunque no es vinculante lo que opine la junta, es probable que Torres-Dulce obtenga su respaldo. O, en todo caso, le dejarán manos libres. Y presentará la querella por el delito de desobediencia y otros. Que, todo hay que decirlo, llegará muy debilitada al TSJC, que debatirá su admisión a trámite.
El fiscal Pedro Horrach ha explicado, en una entrevista con Pepa Bueno en la Cadena Ser, que todo esto demuestra la autonomía del Ministerio Fiscal. Pero aquí el problema no es la autonomía. Aquí lo que se ha visto con el fracaso del modelo y estilo de Torres-Dulce es que no existe la autonomía de las fiscalías del los TSJ respecto a la Fiscalía General del Estado. Que la autoridad es la autoridad. Que hay una persona que debe cortar el bacalao.
El Gobierno de Rajoy siempre echa las culpas a los demás de lo que es su propia inoperancia.
En este caso se trata de responsabilizar al Tribunal Constitucional por no requerir a Mas en persona para que se abstuviera de desobedecer, como si el gobierno catalán no estuviera personado en la causa del referéndum y lo desconociera. Y también de descargar el peso en el fiscal general del Estado, que será el gran pagano por la crisis institucional aflorada con la respuesta o no respuesta al 9-N.
El Gobierno y su delegada en Cataluña miraron, simplemente, hacia otro lado después de obtener la suspensión de la consulta bis. Mas no acató y el gobierno no hizo nada para que acatara.
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